Para que vean lo bonitas y razonables que se están poniendo las cosas. Nos están fabricando unos seriales cimentados en el buen juicio y en el más amplio sentido de justicia. Tan ecuánime y probo va el asunto que será necesario modificar reglamentos y tauromaquias, y además, escribir tratados sobre la ética profesional con la que se comportan los toreros contemporáneos. En esta labor, podremos seguir contando con la entusiasta y firme colaboración de los mismos matadores, siempre dispuestos a auto calificar con todo rigor su desempeño en el ruedo. Si se da el caso de que ese bonachón y generoso juez que es don Jesús Morales, dentro del palco de la autoridad salte como si su asiento hubiera sido traspasado por una puya leona y de la manga saque más pañuelos que un mago, el diestro premiado aplicará su sano discernimiento para revalorar los excesos del leal empleado de la empresa, designado con el fin de presidir la función, y devolverá lo que consideré fue una exageración.

En resumen, que los espadas se han dado cuenta de que los triunfos en la Plaza México son una mierda del tamaño del sombrero de Vicente Fernández y una mega estafa. ¡Esto se ha convertido en un multiputicaos!, claman rasgándose las vestiduras y han puesto la muestra en lo de recobrar la sensatez. Por ello, la temporada pasada, ese jurisconsulto que se apellida Talavante, desaprobó lo manirroto del juez Morales y devolvió el rabo que nadie entiende a santo de qué le había dado. La nota reciente la dio Rafael Ortega, émulo de Baltazar Garzón, que ha hecho lo propio. La tarde del domingo alternó con Juan José Padilla y con Salvador López, para matar una mansada de Los Cues, que vinieron a aumentar la estadística: un año más que no sale un Garfias bravo. El coleta de Apizaco juzgando que para una faena que no valía un cacahuate lo del rabo era un soberano desatino, con una imparcialidad digna de tomar de ejemplo, ha despreciado el trofeo que le entregaba el alguacil por designios del entusiasta repartidor de apéndices. Las orejas sí las paseó, porque una cosa es ser ecuánime y otra, un desperdiciado sin seso. Es que los ingenuos diestros todavía siguen creyendo que las fotografías de la prensa taurina con las orejas en las manos, llevan gente al tendido.

Por su parte, don Jesús Morales y su consejero don Juan Vázquez deberían aprovechar su vocación y si les gusta regalar, podrían meterse a repartidores de muestras gratis en algún supermercado. Lo bonito de la Plaza México es que las películas de Buñuel se quedan cortas. Todos los participantes en una corrida viajan por la libre. Parece que la consigna es que cada quien haga lo que le salga de los cojones y maricón el último, y que el coso de insurgentes es el carrusel del despropósito. La temporada grande es como una carrera absurda improvisando sobre la marcha a ver quién hace el ridículo antes. Es como un concurso en el que los participantes han perdido el sentido de la realidad y de lo grotesco y compiten por ver quién llega más lejos en la espiral del disparate. Desde luego, hoy por hoy, el líder en la tabla de posiciones es el empleado del mes D. Jesús Morales. Ya pondrán su foto tras un cristal en la entrada.

A su vez, apoyando en lo que pueden en este fraude descomunal al respetable –no sé porque le dicen así si no lo respeta nadie- están muchos de mis colegas siempre dispuestos a vender a su madre por el saludo de un torero. Ellos, pretendiendo equivocar a los aficionados, ayudan a desmantelar lo poco que queda. También, claro, tiene su parte de la culpa el público que, sumido en un conformismo que te cagas, traga, aplaude, jalea, tolera y bendice atrocidad tras atrocidad. Y de ese modo, acabamos en manos de una panda de sinvergüenzas y de tontos que nos dejan alucinando. El toreo mexicano es una muestra vergonzosa de las diferentes manifestaciones de lo grotesco. Llegamos al colmo cuando los espadas después de convertir la fiesta más luminosa y honda de nuestro tiempo, en un calvario, todavía, por ello, reciben premios. Y lo asombroso, que los premiados devuelvan una parte al juez, la que estiman estuvo de más. O sea, tenga su autoridad y hágala rollo.

 

 

José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México