Me dejaste pensando, dando vueltas a la solicitud de consejo que me hiciste en el callejón de la plaza. ¿Cómo te puedo proponer el planteamiento de una carrera seria de torero?. Tu ilusión de ser gente con la muleta. La muy justificada pretensión de convertirte en figura en ese mundo luminoso que tienes en la cabeza, lleno de tardes gloriosas, de pases antológicos y de faenas en las que te ves torear como si estuvieras soñando. Y luego, el parné a fajos y comprarle la casa a tu madre, quitarla de tantos trabajos y de tantas carencias. Para ti: el Mercedes Benz, la ganadería y la vida espléndida.

Primero, debo decirte que no soy la persona indicada. Yo podré hablarte de lo que dicen los libros del toreo, es decir, la técnica libresca, pero no el oficio aprendido en el ruedo. Por otra parte, creo que no hay fórmula mágica. Nada garantiza que consigas la gloria. Ya ves, a veces, la alcanzan algunos que no cuentan con ninguna cualidad para serlo y  en ocasiones, no llegan los que ejecutan con enorme torería. Te propongo algo mucho mejor: Que seas diferente y no recorras el camino vulgar transitado por casi todos.

En este México de mis partes nobles, ya se sabe, los valores están trastocados. Por ejemplo, tenemos la joya de la identidad nacional que reza “el que no tranza no avanza”. No obstante, esa vía no convierte en figura, más bien, es de mucha utilidad para los que ya lo son. Por lo demás, tienes que discernir si lo que amas es al toreo o al dinero. Porque en la actualidad, la gente del toro le está dando el espadazo de descabello con singular alegría, al rito que amamos tanto. Tampoco olvides que de este lado del Atlántico, el éxito económico dista mucho de la verdadera esencia del toreo.

Sí, lo sé. Soy un mal consejero, aunque, déjame decirte que el idealismo da otro tipo de satisfacciones. Elije siempre la verdad, ella te convertirá en un auténtico matador de toros, te lo garantizo. Si bien, seguramente conforme avances me responderás que es una pésima idea y tal vez, completes con un “como tú no eres el que expone las femorales”. Es cierto, pero así eran las reglas de este juego, el riesgo de muerte a cambio de los laureles y la cuenta de cheques gorda. Ahora que en el mundo de los toros ya no funciona casi nada, quizá valga la pena intentar el camino largo, el difícil. Además, si de verdad amamos la tauromaquia habrá que echarle un capote para salvarla.

Soy un buen aficionado y mira, el sábado tuve un dilema, elegir entre el ir al cine o a la corrida de Huamantla. Guiado por mi intuición taurina, desde luego que elegí la película. Todavía, dude si me había equivocado mientras en Gravedad, una lluvia de basura espacial formada por restos de satélites le partía la madre al transbordador espacial y Sandra Bullock en su papel de la doctora Stone, se veía obligada a cambiar de esa nave que era la suya, a una Soyuz y luego, como lo gringo siempre es catastrófico, la cápsula rusa, también valió madre, por lo que una vez más tuvo que hacer una nueva peripecia para treparse a un artefacto chino. La opción de elegir algo de manufactura china fue muy corriente -estoy de acuerdo-, pero no había de otra. Vale, la Bullock andaba como chilanga yendo a su  trabajo, o sea, jugándose la vida en acciones extremas al cambiar de nave, del pesero, al colectivo y después, al metro, sólo que aquí a nivel intergaláctico. Calmé mis remordimientos por haberme largado al cine y no a los toros, argumentando para mí mismo que con eso ponía un granito de arena en el éxito de Alfonso Cuarón que es un gran cineasta, y a final de cuentas, había optado por conservar la imagen del Fandiño mítico, es decir, la del que torea torazos allá en España, y no la había ido a hacer añicos de modo brutal, cambiándola por la del sablista que nos llevaría al baile en Huamantla.

Como fue. Ah, soy un gran taurino y me congratulo de ello. Mi elección fue todo un acierto al preferir la calidad garantizada de la sala cinematográfica a la fraudulenta y azarosa plaza de toros. En tres palabras: no la cagué. Según corrobora mi amigo Jaime Oaxaca con un artículo sublime sobre el esperpento de corrida del diecinueve de octubre en Huamantla, a la que califica como “espectáculo bochornoso” y nos lo demuestra de manera contundente con fotografías indignantes. Fue un atraco en tierra de nadie gracias a las complacientes autoridades, que permitieron a la empresa llevar al baile a los pocos incautos que, por su propia voluntad,  fueron a que El Zapata y Fandiño, coludidos con el ganadero de Vicencio les dieran una paliza cósmica. Según las fotos, no tuvieron el menor pudor: lidiaron becerrines, recortados de cuerna, hagan de cuenta  para rejones y a los que, como si tuvieran algún peligro serio, les dieron vara hasta por debajo de la lengua.

En lo del toreo somos pocos y cada vez, seremos menos. Por eso, te digo que si lo amas, luches por construir la verdad. Una cosa es ser torero y otra, embustero. Por cierto, un día habrá que hablar de otra película: La gran estafa. Por último, el mejor consejo que te puedo dar es que te fijes bien a quién le pides un consejo, hay unos que somos especialistas en bajar el avión, o si prefieres el transbordador, porque pensamos y decimos cosas que estorban.

 

 

José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México