Nunca había sido tan vulnerable aunque ahora haya algunos afanes por defenderla.

 

Muestras recientes de apoyo a la fiesta hay varias, por ejemplo, la tibia e improvisada manifestación de respaldo juvenil que, tras finalizar el paseíllo, se realizó el domingo del aniversario en la Plaza México. El Juli, Josemari Manzanares, José Mauricio y Diego Silveti, acompañados de sus cuadrillas, dieron la vuelta al ruedo junto a un desangelado grupo de personas que portaban una pancarta en la que se leía: «La juventud dice sí a los toros”. También cuenta, desde luego, el frustrado propósito del ganadero de Xajay de transmitirnos un avispado mensaje defensor enhilando los nombres de sus toros. Objetivo que no pudo llevarse a cabo debido a que los bóvidos fueron bautizados antes del sorteo, cosa que a la hora de salir al ruedo según el orden correspondiente, resultó en una sintaxis más incomprensible que la oración en lenguas de un apóstol en Pentecostés.

 

Irónicamente, en el planeta de los taurinos, nadie toma al toro por los cuernos. Así que, mientras entusiastas “antis” bañados con pintura roja se tiraban dramáticamente en la rotonda del Ángel de la Independencia, profiriendo su extranjerizante no a las corridas, y el fútbol americano reunía a millones de mexicanos que ignoran quiénes fueron Allende, Aldama y Abasolo, pero pueden recitar sin tomar aliento la alineación ofensiva de los únicos patriotas que conocen, la Plaza México ofrecía esplendorosa su catálogo invernal de incomodidades y malos servicios a su cada día más mermada clientela.

 

Vean ustedes la calidad del género. Infame reventa como si estuviera el horno para bollos y la magdalena para tafetanes. La consecuencia: algunos lugares vacíos en los numerados, además de la estampa cotidiana del paisaje semanal, es decir, cemento y más cemento en los generales. Por su parte, la empresa preocupadísima –noten el doble filo- se jacta muy satisfecha de que con la venta de la horrenda publicidad pintada en la contrabarrera y el pago de los derechos de apartado, ya obtuvo las utilidades anuales. Lo que sigue: tráfico denso de vendedores en los tendidos, como si de un mercado se tratara: merengues, pizza, cemitas, churros, cueros de cerdo, botanas, donas, chocolates, puros, café, impermeables, recuerdos, más las cervezas y los refrescos. Hasta aquí lo superficial. Se abre la puerta de toriles y uno a uno van apareciendo los desengaños. Toros con apariencia de novillos, descastados, disparejos, corniausentes y suavotes  dan al traste con las ilusiones de los cada vez menos espectadores. Por si faltaran argumentos a los animalistas, aparece “Libertad”, el toro descordado que se debió llamar “Anarquía” y la improvisación no se hizo esperar.

 

Desde luego, ni de coña contamos con una parada de cabestros. Además, no estamos en Madrid, así que tampoco aparecerá el taurinísimo espectáculo que es Florito con sus bueyes capirotes. Aquí, de la faena se debían  hacer cargo los dos y medio cebúes con que cuenta la plaza. Para paliar carencias y no exhibir incompetencias cabestreras, a los torileros les bastó un palo de escoba y un costal amarrado al extremo. Enarbolado como estandarte de la miseria, con eso, el toro fue citado desde la barrera. Ante el inicuo artilugio, el de Xajay se negó a acometer por lo que fue sacrificado en el ruedo. 

 

Claro que hubo cosas memorables, como el arrimón y las faenas de El Juli, la estocada a recibir de Manzanares, los derechazos y doblones de José Mauricio, las gaoneras de Diego Silveti, entre muchas otras cosas. Sin embargo, son retazos de memoria fincados en nuestra indulgencia y disimulo, porque los aficionados mexicanos, para ocultarnos lo indigno de nuestra realidad, nos hacemos de la vista gorda y le otorgamos un valor sobrado a lo que acontece en el ruedo. Artificios de la condición humana que de recurrir a la lucidez, la tristísima decepción de chocar de frente con lo que en verdad tenemos, nos rompería la madre de dos mantazos y una media.

 

 

 

 

 

José Antonio Luna Alarcón

Profesor Cultura y Arte Taurino

UPAEP

Puebla, México