Son una decepción. Lo de siempre, pan con lo mismo. Tanto rollo, para salir con lo de cada año. No es que les haya creído cuando promovieron lo de: “Haz tu temporada, conforma tus doce carteles”, pero sí pensé que habría una intención de cambio, ganas de meter gente a la plaza. Una de dos, o a la afición y a sus sugerencias las mandaron por las “cocas”, o los participantes en la campaña promocional pidieron lo mismo. El resultado es igual, nada, lo de cada ciclo.

En la pantalla de la computadora leo las combinaciones de ganaderías y toreros para la temporada grande en la Plaza México. Me quedo más desconcertado que un político frente a un libro. Uno intenta comprender la lógica con la que los confeccionaron, pero son un crucigrama en zapoteco. Tiene huevos.  Por ejemplo, el primer cartel. ¿Qué o por qué?. Una corrida parchada con tres toros de Xajay y otros tres de Julián Hamdan. ¿Es qué esos hierros no tienen para completar la media docena?. Perverso como soy, lo primero que se me viene a la cabeza es que los veedores trabajaron escogiendo de aquí y de allá. Tampoco comprendo la combinación de diestros, por decir algo, que anuncien a Zotoluco con Manzanares me lleva a pensar que se trata de un concurso a ver quién torea más distanciado del bicho, pero, si esa fuese la finalidad, ¿por qué completa la tercia Joselito Adame?. Allí, no cabe. Hubiera sido más coherente poner a Silveti, entonces, sí, al ganador hasta podrían entregarle un trofeo.

Uno a uno reviso la mezcolanza y no encuentro los razonamientos que movieron a los empresarios. Por decir algo, ¿qué méritos ha conseguido Armillita IV para que lo anuncien tres tardes?. Se intuye que El novillero eterno tiene poderosas palancas, sí, pero, entonces, que alguien me explique qué hicimos nosotros para que nos den está patada en la horquilla.

Por cierto, del cartel de la décima octava corrida es fácil deducir su argumento: una combinación de progenies. Ocho dulces y suaves “macarrones” –no sé si perciben la ironía-  para Paquirri, Silveti, Armillita y Juan Pablo Llaguno. Quitando a Francisco Rivera, podría anunciarse como el cartel de las Ovejas negras. La composición no me entra ni calzándome media botella de Herradura blanco.

El programa del doceavo festejo está para hacerse el harakiri. Garibay, El Capea y Mario Aguilar, van a recibir la oportunidad número cinco mil chorrocientas de bordar un toro en la México. Si hubieran incluido a Arturo Macías y ocho merengues, en una sola tarde pasaríamos la mala gripa. ¿Y los de Arroyo Zarco que por lo general son bravos y con cuajo, no hubiera sido mejor dárselos a toreros que los aprovechen?.

A la vez, Ferdinandos, Teofilitos y Bernaldines harán las delicias de los “repostoreros” –me sale lo simpático-, sin embargo, la sensatez me obliga a preguntar por Piedra Negras y San Mateo, ¿qué no, por veneración y casta, sería justo y necesario anunciar a las casas fundadoras de la ganadería brava mexicana?.

Con el fin de que mi tía Conchita y mi amigo Francisco no me digan que soy más amargo que un tango cantado por Libertad Lamarque, diré que celebró el que a Insurgentes vayan los De Haro, aunque, incorregible, me interrogo: ¿Pepe López qué irá a hacer con ellos?. A su vez, me gustará ver a los pupilos de La Punta. También, aplaudo las contrataciones de Joselito Adame, Escribano y Roca Rey, pero se bien que sobran muchos y faltan otros. En el elenco no se incluyó a López Simón al que hay que ver pronto, antes de que una cornada muy seria -la de la corrupción-  lo quite de sus afanes románticos y lo ponga a la pedestre altura de los otros.

El problema es que tengo una enfermedad psicológica grave, soy aficionado a los toros en México y asistir a la temporada grande forma parte de las perturbaciones. En mi esquizofrenia pienso que los malos carteles son mejores que los días sin toros y de eso se valen los empresarios, aunque debo advertirles que cada vez somos menos los que padecemos este estado patológico. Al final de las cuentas, me gustan los carteles del veinte y del veintisiete de diciembre, los otros, en su mayoría, son una cornada en el escroto y de dos trayectorias, una para cada lado. Ustedes me entienden.

 

José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México