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Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

La foto me gusta mucho. La copié de internet y está firmada por su autor, un artista de apellido Briones.  Fue tomada el domingo pasado en la Plaza México. En el cartel colgaban los nombres de Joselito Adame y de Andrés Roca Rey, mano a mano para matar un encierro de la ganadería de Xajay. Fue una verdadera corrida de toros que vino a ser como un sedante después de que el día anterior, de nueva cuenta, se jugaron unos embutidos de la casa Bernaldo de Quirós, gordos como un obispo, mansos como conejos y con poca leña en la cabeza. Media docena muy a la usanza de la administración pasada y que pusieron a los espectadores con los pelos de punta y el hígado hecho cisco, porque pensaron que las cosas no habían cambiado en nada.

La foto de la que les hablo es la típica que sirve para anunciar brandis o anises. También, podría ser utilizada de modelo para una escultura, la estampa es clásica. Es un toro entrepelado, muy bien puesto de pitacos, musculoso, hondo, al que le campanea la badana, tomen en cuenta que eso es característica de edad adulta. Un toro con trapío –lo del trapío no puede ir acompañado de los adjetivos “mucho” o “poco”, los toros tienen o no tienen trapío-. Este lo posee en toda la extensión de la palabra. Es un ejemplar de lo más guapo. Se intuye que iba agitando el rabo lo que indica que correteaba alegre. Las cintas verdes y rojas de la divisa flamean en lo alto del morrillo y por si faltara algún detalle, dos hilos de baba escapan de su hocico al viento de la tarde. Se alcanza a ver que ha llegado a los medios del ruedo y que está cambiando la dirección de su trote. Va con la cabeza arriba y las puntas orientadas hacia las nubes, como si preguntara quién va a ser el “don cojones” que se acercará a ofrecerle la capa. Que esté tan bien plantado de patas en el centro del redondel, es señal de que se había adueñado del escenario.

Es una fotografía consoladora después de los cientos de imágenes denigrantes que se publican en nuestro país corrida tras corrida. Retratos de matadores de alternativa toreando y matando becerros y novillos. Casi siempre, cuando abres un portal taurino o miras el periódico te enteras que también en la tauromaquia te tocó vivir en el tercer inmundo. Que lo de aquí, la mayoría de las veces, es una infame parodia de lo que es una verdadera corrida. Miras los recuadros y resalta la desfachatez de los diestros componiendo la figura al lidiar a un novillito, gracias a la juventud del cornúpeta, el garbo del estoqueador se ha trastocado en petulancia. Sin escrúpulos han trasformado la grandeza del toreo en un sangriento cochineo. Luego, ves las láminas de los que han salido a hombros con dos orejas en las manos y casi vomitas de imaginar el fiasco. Entonces, conjeturas que van disimulando ante sí mismos para no bajarse y echar andar a toda prisa con los ojos mirando al suelo. Observas todo eso y entiendes que estás a años luz de lo meritorio, lo culto y lo verdadero. En los toros hay fotos antiespasmódicas y otras que dan colitis. La del señor Briones es de las primeras.

El toro de Xajay de esta fotografía reivindica a la tauromaquia nacional y quita la tentación de mandar al diablo tu afición a las corridas. Por eso me gusta tanto, porque es un cromo campando por sus fueros en mitad del ruedo, porque, ya lo dije, es un toro guapo, que tiene romana, trapío y los pitones torcidos. Te permite suponer que las cosas van a romper a bueno. Por eso y porque me permite soñar y como lo hacían los antiguos revisteros, escribir lo de que era “un tío con toda la barba”. Me complace, sobre todo, porque nos hace recordar que también en el ruedo de la Plaza México caben la dignidad y la vergüenza. Me gusta mucho el merengue de Xajay y del mismo modo, la imagen captada por un artista que con la perspicacia de un iluminado, adivinó el momento preciso en que había que detener el tiempo.