Vía electrónica reclama un lector el atrevimiento de haberme metido con los espectadores sevillanos, al haberlos llamado “villamelones”, en el artículo en que reviento contra ellos por haber sacado al tercio a Morante de la Puebla, la tarde en que lo ovacionaron después de que se le fue vivo el toro. El lector de marras es, sin duda, un aficionado susceptible y tal vez nuevo, que me exige con energía que no vuelva a designarlos así. No concibe tamaña osadía y advierte poniéndole vinagre a sus palabras, que no me vuelva a meter con uno de los públicos más emblemáticos de la historia de la tauromaquia, afirmación que, desde luego, es muy cierta. Después de aclarar que no ovacionaron a Morante porque el toro se fue vivo, sino por lo que hizo antes, cierra de manera magnífica: “… con el debido respeto, déjeme decirle que el “villamelón” y además chalado, es usted”.

La verdad es que podría yo hacer toreo moderno y descargar la suerte, es decir, echar para atrás el pie que se debe poner adelante, retractarme y decir que lo hice porque amo el toreo y no quiero que algunas cosas se desvirtúen. Un toro regresado vivo a los corrales debido a que el diestro no pudo matarlo es, sin más, una deshonra. Pero, ¡coraje, coraje!, no enmendaré. Los años y las canas ayudan a poner las cosas en su justa dimensión y ahora sé perfectamente que lo que viene en el ámbito del toreo son cosas así, y eso, ya no lo cambia ni Dios padre.

Me gusta lo de “con el debido respeto”, a muchos les fluye espontáneo, natural como la miel a las abejas. Más que un recurso de cortesía, la frase es una fórmula mágica para auto permitirse decir lo que a uno le salga de la horquilla. Es la advertencia de que lo que sigue será, exacto, lo contrario. Es como un pasaporte a la impunidad y el derecho a salir sin deber ni pagar los estragos causados ni los daños colaterales.  Como si con ese visado se pudieran rebasar las cada vez más estrechas fronteras de lo socialmente correcto.

“Con el debido respeto, señorita, usted hace que me excite” queda muy bien, para soltarlo sin que uno se vea como un chacal depravado y sí, muy distinguido y mundano. Nominar a la madre de alguien para que sufra los rigores de la tía de las muchachas, si va acompañado de esta frase puede evitar que se empuñen machetes y se abran ojales. “Con el debido respeto, váyanse todos al carajo”, clausura de manera eficaz cualquier evento.

La frase es una muletilla para que en caso de que a alguien se ponga a tirar derrotes, se le puedan dar dos trapazos y clavarle una media lagartijera sin que lo tome a falta de consideración. Así que nada de amariconarse a estas alturas. A emplear la frase a discreción disparando a lo que se mueva: Con el debido respeto, los mexicanos somos chiquitos, tanto que los toreros españoles cuando llegan se encojen al tamaño de nuestra pequeña fiesta. Más de lo mismo, a la Porra 432 que acaba de entregar reconocimientos a lo que ellos consideran lo mejor de la temporada grande, por no haberle dado el premio de “mejor toro” del serial a “Mazapán” de Jaral de Peñas y sí al novillo de Julián Handam, se los digo con el debido respeto, su premio vale un cacahuate, y completo: es una tropelía artera votar por un toro “suavote” y dejar chiflando en la loma a otro de bravura excepcional y con edad.

También, hay que poner en claro, que a muchos matadores los llamamos maestros, pero, con el debido respeto les comunico que en México le decimos “maestro” hasta al joven de los tacos. Y para terminar, al hablar de lo de hoy, la “feria de ferias” -o sea, la de Aguascalientes- se ha convertido en la capital mundial del petardo. Si me permiten, al jugar encierros completos de morlacos debiluchos y descastados, a los de la empresa les endilgo con el debido respeto, por supuesto, que han hecho el más consistente serial de cagadas.

Feria a feria, más las temporadas grande y chica de la Plaza México, que en honor a la verdad deberían ser conocidas como chica y mini chica, a lo largo de este país, la gente del toro estamos acabando con la tauromaquia. Aquí no se salva nadie -déjenme decirles- con el debido respeto. 

 

 
José Antonio Luna Alarcón
ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México