Informa desde México. José Antonio Luna Alarcón. Profesor Cultura y Arte Taurino. UPAEP

Las catrinas contemporáneas, aterradoras y guapas a la vez, tienen la sensualidad que da el esconder el verdadero rostro tras la pintura artística con la que se disfrazan. Las catrinas dan pie a los catrines y con ello, a la fotógrafa tlaxcalteca Daniela Bermúdez se le ocurrió crear una colección llamada “La muerte se viste de luces”, para enmarcar el aspecto taurino de la feria que hoy, día de los fieles difuntos, tenía su primera corrida. Las fotografías fueron tomadas en varios rincones de la plaza de toros Jorge Aguilar El Ranchero, decorados con elementos tradicionales.
Los toreros a los que invitó fueron maquillados y vestidos para el caso. Media cara simulando la muerte y la otra mitad sin pintura, más, capotes de paseo terciados sobre un hombro o en traje de charro, la campaña tiene esencia a Tlaxcala en los primeros días de noviembre.
Hemos vuelto a lo nuestro como hijos pródigos, si no llenos de arrepentimiento, por lo menos, sí valorando las cosas que tenemos en la tierra paterna. Patria viene de pater, la tierra de mi padre, el lugar en donde están enterrados los ancestros. Por eso, es un gusto que hayamos regresado a nuestra propia tradición. Me explico: que tomáramos a las catrinas como emblemas del Día de Muertos, y junto con ellas todo el colorido, los trajes típicos mexicanos, las flores de cempasúchil, y que nos hayamos dejado de brujas, duendes, esqueletos y otras mariconadas que nos invadieron por años con la potencia de un regimiento de marines de la U.S. Navy, es algo que nos reconcilia con la identidad nacional. Ya es tiempo de que valoremos lo que somos como mexicanos.
Claro que para descubrir lo nuestro nos echaron la mano los de Pixar y los de Walt Disney Productions. Seguidores irredentos como somos de lo yanqui, ellos fueron los que con la película Coco, nos enseñaron tradiciones que aquí han estado por más de un siglo. Gracias al director Lee Unkrich, “La calavera garbancera” –ese era el título original- del grabador, ilustrador y caricaturista José Guadalupe Posada, tiene ahora un auge inusitado. Lo del nombre de “La Catrina” vino después, cuando Diego Rivera así la bautizó al pintar la calavera y vestirla como  mujer elegante con falda larga y estola en el famoso mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” en primer plano y precisamente, junto a Frida Kahlo, a Posada y a él mismo.
Para la primera de feria, la tarde se puso tétrica, se encapotó el cielo y una llovizna pertinaz lavó los ánimos de los matadores que hoy no alternaron y decidieron dejarla para el domingo. El horizonte del ruedo era gris como la tristeza.
Con esto de pintar calaveras en la faz de los diestros, se me ocurre que muchos toreros no necesitan maquillarse para aparecer como lo muy calaveras que son. Por ejemplo, Ponce ya está haciendo calaveradas en Guadalajara cambiando un encierro serio de Jaral de Peñas, por las fieras de azúcar de Bernaldo de Quiros. Este es sólo el principio, la raíz del miedo.
Vienen los calavera del otro mundo, sí, del Primer Mundo, y asustan. Uno tras otro, en desbandada. Pasan la guadaña y nos dejan fríos. Tiemblo nada más de imaginarme la que nos espera. Es que a los toreros españoles hay que verlos allá, aquí son la muerte. Pero la culpa no la tienen ellos, sino nosotros. Ustedes han de perdonar, pero somos un público tonto que aplaude cualquier bobada dando alaridos de entusiasmo y así nos la pegan. Son pocos los que se dan cuenta del engaño, a esos los reconoces porque están pálidos de coraje, blanco el rostro como la mejor de las catrinas.