En la actualidad, el truco está en hacer que las cosas parezcan, pero que no sean; eso ya es demasiado. El mundo del toreo no se queda atrás, sobre todo en este país de mis partes nobles. Ya se sabe que somos ingeniosos, listos donde los haya y los dioses del pretexto. Alcanzar el éxito para convertirse en la máxima figura del toreo nacional, es muy fácil si siguen estos sencillos consejos. Vamos a ver, tranquilo torero, lo tienes regalado. Para que recibas la alternativa y empieces a partir el bacalao, nunca le hagas caso a ninguna persona sensata cuando te diga que un matador de toros de verdad, es un artista muy valiente y disciplinado, que nace con ciertos talentos y además se entrega sin cortapisas. No. Tú puedes esgrimir argumentos muy graciosos y con aires pretendidamente gitanos, como eso de que si entrenas duro se te puede ir el arte.

Primer punto, consigue que se fije en ti uno de esos apoderados que te la pongan de pechito para que nunca tengas que enfrentar una verdadera corrida de toros. Los becerros adelantados pasan muy bien como novillos y estos gordos, como toros. Asimismo, pocos se darán cuenta y los que lo hagan, mantendrán un silencio maestrante. Segundo, la payasina es un lance de rodillas que impresiona al cotarro y quedarás como un tipo bravo y de pelo en pecho. Su realización es muy sencilla. Basta con ponerse de hinojos frente a la puerta de toriles, no se te ocurra descuidar el pequeñísimo detalle de protegerte muy bien, que las tablas te tapen y ubícate lo más cerca posible en frente de los maderos, de este modo, el toro ni te verá. Eso sí, tienes que ser muy oportuno al echarle el capote a la cara; la concurrencia se la tragará completita. Si eres lo suficientemente imbécil para hacerlo como Dios manda, es decir, en los medios, no eches en saco roto el recurso del soldado Ryan, o sea, aventar el capote al lado contrario, tú saldrás arrastrándote en sentido opuesto como si estuvieras bajo lluvia de metralla el día D en Normandía. Lo de tomar los palos es muy alucinante; sólo tienes que tener la precaución de clavar a toro pasado. En cuanto a la muleta, mucho pico y echar al cuernos hacia afuera. Espero que tu apoderado esté muy cerca de ti a la hora que vayas a montar la espada para que te grite que lo asegures abajo. Hazle caso. Vivimos tiempos en que ya no importa nada el fondo, y mucho la forma. Un sartenazo en donde caiga y hasta los gavilanes surte gran efecto, quiero decir, con el toro y con el público. Luego, cuida de no firmar una corrida seria y de compromiso. El teatrito se cae estrepitosamente y quedas como la niña del anuncio de la tele, la de la leche, paseando en cueros a medio Paseo de la Reforma. Hayas quedado como hayas quedado, no olvides exigir al juez las orejas, que espabile y no se ponga con moños; plántate en el tercio y no dejes de mirar al palco de la autoridad. Pronto, la muchedumbre sensiblera te hará coro y tendrás tu premio. Finalmente, cuida de no quedarte a solas contigo mismo, te asustarás al darte cuenta donde quedaron los linderos de tu propia dignidad.

 

 

 

 

 

Desde Puebla (México), José Antonio Luna