La bendita oportunidad que no lo es ni de guasa, quiero decir, cuando se torea muy de vez en vez es pequeño el resquicio para pasar de las filas de la tropa a la categoría de figura del toreo. Venir al coso más grande del mundo y más importante de América a pelearle las palmas a otros jóvenes con los mismos anhelos y en las mismas condiciones. Tiene huevos liarse el capote de paseo y echar a andar tras el caballo del alguacil con los tendidos casi vacíos, la ilusión muy llena y el poco sitio mantenido gracias a las corridas esporádicas matadas en la provincia. Salirle al barbas a jugársela a cara o cruz en una temporada piltrafa que no anuncia a los grandes del toreo mundial, o sea, a los españoles y uno que otro francés o sudamericano porque nosotros, tiene un rato largo que nos quedamos sin gallos en el corral. Y puede ser cualquiera de los anunciados hasta ahora, que acometiendo la hazaña y esperando un verdadero milagro, dé el campanazo que le permita sacar la cabeza y colocarse como triunfador del serial, en tanto llega la artillería pesada, si es que algún día vuelve, y logra sostenerse. Porque es una tristeza, pero toreando tan poco y en carteles intrascendentes es muy difícil ocupar un sitio importante.

 

A pesar de todo ello, Israel Téllez se vistió de luces y le salió a los toros de Garfias. En su primero dejó patente su empeño y asentamiento. Bordó la faena a fuerza de muletazos templados y muy largos. Hubo petición, pero del palco de la autoridad le negaron el premio. La tarde se le puso cuesta arriba pues Jerónimo ya había cortado una oreja y a José Luis Angelino le aplaudimos fuerte. No quería marcharse sin un triunfo, así que se amarró los machos aunque con el segundo no estaba el horno para bollos ni la magdalena para tafetanes. Además, por si fuera poco llovía y soplaba el viento. Le plantó cara y se quedó quieto tragando paquete, hasta el momento en que en un derechazo se coló el bicho, echándoselo al morrillo y pegándole un tabaco de ay Jonás dijo la ballena. Lo acontecido hasta ahí tiene su mérito, pero todavía faltaba una demostración más de entereza y ganas de ser gente. Israel se quedó en el ruedo previó torniquete para detener la hemorragia. Carne de perro, ya se sabe, los toreros están hechos de acero y roble. En cuanto pudo se tiró a matar. Tres horas después oímos lo del parte médico: El matador de toros Israel Téllez fue intervenido por cornada en la ingle derecha que perfora hasta la cavidad abdominal, destruyendo y desgarrando el ligamento y el propio canal inguinal. Descubre la arteria y la vena iliaca… la herida laceró y contundió el intestino delgado y despegó el colón, llegando hasta el ángulo hepático…De acero y roble son tonterías que uno dice cuando no comprende de lo que es capaz un hombre motivado por sus propios sueños. No hay dique que contenga ese caudal.

 

 

 

                                                                                                                                                            Artículo de José Antonio Luna Alarcón