Los días 8 y 9 de noviembre con la Staatskapelle Berlin que dirige desde hace 30 años

Daniel Barenboim es bien conocido en los ciclos de Ibermúsica. Desde 1976 hasta hoy, raro es el año que el director, que en 2022 cumplirá 80, no haya actuado en España con Ibermúsica, en alguna ocasión hasta con una decena de conciertos. Su capacidad de trabajo es impresionante, desde ahora y hasta final de año tiene comprometidos más de 30 conciertos en distintas ciudades de Europa y terminará 2021 –y comenzará 2022– dirigiendo el famoso Concierto de Año Nuevo en Viena, como ya hizo en 2009 y 2014.

 En una de sus más recientes actuaciones en Madrid, en 2018, utilizó su nuevo piano que ha sido construido a medida, inspirado en el que en su día tocaba Liszt y diseñado por él mismo junto al fabricante belga Chris Maene, que combina las ventajas técnicas modernas con la peculiaridad de tener las cuerdas paralelas del modelo de Liszt, en lugar de diagonales, lo que genera un sonido más transparente y claro.

El Auditorio Nacional de Música de Madrid lo acogerá en su Sala Sinfónica los días 8 y 9 de noviembre a las 19:30 al frente de la emblemática Staatskapelle Berlin, una de las agrupaciones orquestales más antiguas del continente europeo, de la que titular desde hace 30 años con un programa de lujo y bien conocido, con la Sinfonía “Inacabada” de Schubert, la Sinfonía núm. 3 “Heroica” de Beethoven, el día 8 y Sinfonía núm. 1 de Schumann y la Sinfonía núm. 4 de Brahms.

 Un hombre comprometido

Daniel Barenboim, pianista y director de orquesta, es de origen argentino, pero tiene también la nacionalidad española, israelí y palestina. Es mundialmente conocido por sus esfuerzos a favor de la paz en Oriente Próximo. Ha sido director de algunas de las orquestas de más renombre internacional, como la Filarmónica de Berlín o la de Chicago y ha realizado numerosos proyectos de carácter social en la crisis que afecta a ambos territorios en compañía de su ya fallecido amigo, Edward Said -uno de los mayores expertos en orientalismo-. La amistad entre estos dos hombres, uno israelí y otro palestino, les llevó a entender el conflicto desde ambos puntos de vista y a buscar una solución que aliviara el sufrimiento que generaba y que sigue generando hoy en día. Juntos impulsaron numerosos proyectos de entre los que destacan la Fundación Barenboim-Said de Andalucía y la creación, en 1999, de la West-Eastern Divan Orchestra; formada por jóvenes y talentosos músicos tanto de Israel como de Palestina.

 Proyectos de esta envergadura son los que le han llevado a recibir premios como el Príncipe de Asturias o el Tolerance Prize de la Evangelische Akademie Tutzing, marcadores de un camino largo y duro de acercamiento entre pueblos. Además, como reivindicador de la educación y el diálogo, Daniel Barenboim dedica actualmente parte de su tiempo a realizar vídeos didácticos que pueden encontrarse en la red y en los que habla sobre diversos temas, la mayoría musicales pero también de actualidad y en los que no esconde sus propias ideas y reflexiones, tratando de hacer llegar su mensaje al máximo número de personas.

 Cuatro obras maestras

Pocas veces se han reunido en un concierto (en este caso en dos) cuatro obras maestras de otros tantos compositores, bien conocidas ellas y ellos.

Sinfonía “Inacabada” de Schubert. Lo que hoy conocemos como Sinfonía inacabada de Schubert son los dos movimientos: un Allegro moderato y Andante con moto, pero la octava sinfonía de Schubert se erige como una de las más grandes y extrañas del género. Y aunque hay muchas razones musicales para su extraordinario poder, también puede haber algunos factores biográficos. La sífilis que lo mataría seis años después tuvo sus primeros efectos graves en la salud de Schubert en 1822, pero hay una gran valentía y franqueza en esta obra. Schubert encontró en la música que completó para esta sinfonía en si menor una manera de dar forma al tiempo y la tonalidad que ningún otro compositor sinfónico hasta ese momento había logrado. La música suena extraña desde el principio. En lugar del tema de seguridad en sí mismo, declaración o energía con la que deberían comenzar las sinfonías clásicas y románticas tempranas, esta sinfonía se abre con un cierto fantasma, con música que suena como el renacimiento de un sueño. Una sombra pianissimo en los violonchelos y bajos funciona como una introducción en ocho compases a otro espectro musical, el primer tema propiamente dicho de la sinfonía, una encarnación de la melancolía en el oboe y el clarinete sobre un nerviosismo de semicorcheas en las cuerdas.

 Sinfonía n. ° 3 de Beethoven. La Sinfonía «Eroica» representa un punto de inflexión no solo en la carrera de Beethoven, sino también en la historia de la música, una estatura compartida por pocas otras obras, como Las bodas de Fígaro de Mozart, Tristán e Isolda de Wagner y El rito de la primavera de Stravinsky. La «Eroica» plantea cuestiones fascinantes: las circunstancias personales de su génesis en un momento crucial de la vida de Beethoven; su relación con los acontecimientos políticos del momento, específicamente con Napoleón; y las formas en que el público de su época recibió por primera vez lo que muchos encontraron como una pieza musical «horriblemente larga» y «sumamente difícil». Originalmente tituló la pieza «Bonaparte» por admiración hacia Napoleón, pero cuando éste se declaró emperador en 1804, Beethoven le dio a la pieza su nombre actual. En cambio, se dedicó al príncipe Franz Joseph von Lobkowitz, un mecenas, y fue en su palacio donde la «Eroica» se representó por primera vez en agosto de 1804. En 1801 Beethoven comenzó a divulgar a sus amigos cercanos el deterioro de su audición. Beethoven no pudo soportar la indignidad de pedirle a la gente que «hable más fuerte, grite, porque soy sordo», y sintió que debía retirarse de la sociedad. Incluso contempló el suicidio: «Un poco más y habría acabado con mi vida. Sólo mi arte me frenaba. Me parecía imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que sentía dentro de mí». Afortunadamente no lo hizo, todavía le quedaban seis grandes sinfonías por componer.

Brahms – Sinfonía núm. 4. Durante los veranos de 1884 y 1885, Brahms compuso su Sinfonía No. 4, trabajando en secreto en una tranquila ciudad austriaca en los Alpes como era su práctica habitual. A pesar de la belleza del entorno y de su gran éxito (en general se le consideraba el mayor compositor vivo de Alemania), la obra que surgió sería una de las sinfonías más oscuras del repertorio. A pesar de su calidez y belleza, la Cuarta de Brahms tiene un carácter innegablemente trágico. Muchos han especulado sobre su origen. Quizás Brahms simplemente quería componer una sinfonía que contrastara con sus anteriores, que terminan en tonalidades mayores. En todo caso, cuando Brahms dirigió el estreno en Meiningen el 25 de octubre de 1885, el público pareció comprender perfectamente la obra y la recibió con un aplauso entusiasmado, y desde entonces sigue siendo una piedra angular del repertorio sinfónico.

 Tras varios intentos infructuosos de poner su talento al servicio del “gran formato”, Robert Schumann, animado por su esposa Clara, se aventura a componer su primera sinfonía en enero de 1841. Escribe las líneas melódicas generales en apenas unos días, con su velocidad característica, completa la orquestación el mes siguiente y el 31 de marzo de 1841, su amigo Felix Mendelssohn dirige en Leipzig el estreno de la Sinfonía núm. 1 en Si bemol Mayor, Op. 38 ante un público entregado. Otro de sus amigos, Johannes Brahms, completa el programa de la segunda velada de la Staatskapelle Berlin con su última sinfonía, la No. 4 en Mi menor Op. 98. Precisamente estos dos sinfonías y la propia Staatskapelle Berlin forman el programa del día 9 con Ibermúsica.

 Sinfonía núm. 1 de Schumann. Es una obra intensamente optimista y es la más interpretada de las cuatro sinfonías de Schumann. La inspiración de Schumann para esta boyante sinfonía, al menos en parte, fue la poesía del escritor alemán Adolf Böttger, cuyos versos fueron populares entre los compositores desde Edvard Grieg hasta Richard Strauss por sus imágenes de la primavera, no en vano la sinfonía se subtitula “Primavera”. El primer movimiento de la sinfonía se abre con una gloriosa fanfarria de metales que se amplía en un majestuoso tema orquestal. Hay suaves estados de ánimo vespertinos en el segundo movimiento, danzas vivaces en el tercero y un desarrollo imaginativo de variadas melodías en el cuarto movimiento, que sigue la forma de una sonata. El compositor escribió en su diario que la obra “fue recibida con tanto entusiasmo que no creo que se haya acordado ninguna sinfonía desde Beethoven”. Esa afirmación probablemente exagera el asunto, aunque las reseñas del concierto confirman que el público otorgó a la obra una fuerte ovación. En esos años, el pero y la influencia de Beethoven era enorme. “No tienes idea de cómo es”, dijo Johannes Brahms al director Hermann Levi, “tratar de escribir una sinfonía mientras escuchas los pasos de un gigante detrás de ti”. El gigante era, por supuesto, Ludwig van Beethoven, y Brahms no fue el único que tuvo que lidiar con el legado sinfónico de su gran predecesor. El peso de ese legado lo sintieron todos los aspirantes a compositores de música orquestal durante el siglo XIX, pero cayó especialmente sobre los músicos alemanes nacidos poco después de 1800. Habían alcanzado la mayoría de edad justo cuando la primera ola del romanticismo del siglo XIX alcanzó su punto máximo, y aceptaron sin cuestionar la noción romántica de que la música debería ser, ante todo, un medio para expresar intensas pasiones, anhelos y exaltaciones.

 Más de 50 años de buena música

 Ibermúsica fue fundada por Alfonso Aijón en 1970, quien se propuso traer a España las mejores agrupaciones sinfónicas del mundo. Desde entonces Ibermúsica, ha evolucionado en concordancia con los tiempos conservando la calidad artística, el rigor y la pasión por el arte y la música. La institución ha trabajado durante cerca de 50 años y la relación de artistas que han debutado en España de la mano de Ibermúsica es dilatadísima, gracias a la profesionalidad que ha sido consigna de esta casa. Asimismo, gracias a Ibermúsica se han estrenado en España numerosas obras de compositores tan relevantes como Stravinsky o Shostakovich.

De la mano de Llorenç Caballero, actual Director General de la compañía, Ibermúsica sigue apostando por traer a nuestro país la mejor música con los mejores directores, solistas y orquestas del mundo en Madrid.

 Quienes estén interesados en adquirir localidades, aún hay disponibles en: www.entradasinaem.es; tel.: 902 22 49 49 o directamente en las taquillas del Auditorio Nacional de Música.