Repito por enésima vez: mi crítica a las venturas y desventuras taurinas, es a partir del respeto a bien intencionados profesionales. Claro, mi opinión no es la única ni la mejor…opinión nada sospechosa de condicionamientos o acondicionamientos relacionados con toros, toreros, toreos, y menos aún con mercaderes del tinglado.

     El caso es que en los carteles anuncian corridas de toros bravos y demasiados casos se quedan en paradas de mansos.

     Toros mansos o toros descastados, desbravados, desrrazados, falsos, casi inmóviles o blandos. Por supuesto que dan disgustos y cornadas…pero eso es otra historia.

    Sí, esos toros son la negación de la nobleza y bravura, del carácter y de la emoción. Y tiene su mérito estar aseadito, correctito e incluso crecidito con esa materia prima…con esos bultos que salen por toriles…ni de lejos es suficiente para crear, crecer o mantener la afición.

    Es decir, la recuperación del miedo, del valor, de la superación, del sentimiento y de la sensibilidad torista, torerista y toreista pasa por devolver al toro sus atributos, su identidad y su misterio.

      En lo que llevamos de feria de San Isidro 2.016, han salido toros de hasta 150 kilos de diferencia…y sus resultados finales son parejos. En efecto, el problema de la decadencia del único arte vivo que hay, está en el temperamento y comportamiento del toro. Y sin resolver esas carencias tampoco se resuelve la verdadera aptitud y actitud de los toreros…ni se resuelve el repertorio y autenticidad de los toreos.

Los toreros y los toreos son derivados de los toros, y con toros casi clonados o pretenciosos abundan los toreros y toreos monótonos o presuntuosos.

   Monótonos porque se repiten en el más de lo mismo o peor…da casi igual como sea el toro. Presuntuosos porque sobre actúan o se tuercen y retuercen hasta límites frívolos  o antiestéticos…poco o nada que ver con la naturalidad, autenticidad, unidad y credibilidad del eterno y gloriosos arte de torear. ¿Desde cuando han hecho los toreros tantos y feos ejercicios gimnásticos entre barreras?… hay que ir a la plaza como los niños van de viaje…con las necesidades hechas.

   Este San Isidro se están batiendo records de pases aéreos, avisos, silencios y orejitas. Si hay que pesar y medir mejor, mucho mejor la concesión de trofeos…porque los hay, muy, pero que muy engañosos. Hay faenas que entran por los ojos, y a los pocos días no queda nada en la retina. Hay faenas de largometraje donde la mediocre cantidad anula a la calidad. Y no es lo mismo una oreja que linda con la vuelta al ruedo que la que linda con las dos orejas. En fin.

    Vayan dos imágenes o ejemplos gráficos para entender dichos argumentos:

     A) Diego Urdiales interpreta cinco muletazos bellos…como la faena es larga, casi pasan desapercibidos. Cinco muletazos bellos en una faena de veinte dejan huella…cinco muletazos bellos en una faena innecesaria de cuarenta muletazos…la huella que deja es poca cosa o nula.

     B) Un torero pretencioso y una faena presuntuosa o preciosista, sin más, es como un jarrón de bonitas flores en lo alto de un pedestal. Por supuesto…flores artificiales sin savias ni aromas.

    Sí, también hay corridas de toros que son corridas de lloros…esos tres avisos que devuelven el toro a chiqueros…ese joven torero, casi en el paro, que un pitón le raja los muslos…esa oreja u orejas merecidas que los estoques malogran.

   Hay que equilibrar y armonizar las citas de suerte y de muerte en los ruedos.

Basta por hoy.