¿Cómo no sumarse a esta rebelión contra los enemigos de la libertad?

 

Si el término cultura designa las representaciones colectivas que una sociedad comparte, los mitos y realidades que configuran su identidad, los toros son indudablemente un patrimonio cultural vivo de los españoles. Según los últimos datos oficiales del Ministerio del Interior, durante 2010 se celebraron espectáculos taurinos o festejos populares en 46 de las 50 provincias españolas. Únicamente en Las Palmas, Lérida, Lugo y Tenerife no se ofreció festejo taurino alguno. Se organizaron en total 2.422 corridas de toros, novilladas y festejos de rejones, además de 10.907 festejos populares.

 

En la actualidad, cinco Comunidades Autónomas han iniciado ya el expediente para declarar la tauromaquia Bien de Interés Cultural, algunas de ellas en la categoría de Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI): Castilla-La Mancha, Castilla-León, Madrid, Murcia y la Comunidad Valenciana. Asimismo, dos diputaciones provinciales, las de Almería y Badajoz, han declarado los toros como PCI de sus ciudadanos, al igual que ayuntamientos de 23 provincias españolas.

 

Suman un total de 4.228 municipios en los que residen 20.410.000 personas, lo que representa un 43% de la población española.

 

Desde la iniciativa fundacional surgida en 2011 en el municipio zamorano de Toro, este movimiento cívico se ha ido extendiendo por toda la geografía española con el fin de blindar internacionalmente los festejos taurinos, al ser inventariados como parte del PCI de conformidad con la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, aprobada en 2003.

 

Para garantizar la diversidad cultural en un mundo cada vez más globalizado y homogéneo, es preciso reconocer los elementos prácticos y espirituales que cohesionan unas sociedades complejas. La cultura nos arraiga, nos distingue, pero también nos entreteje con el resto de la humanidad, como el mar en un archipiélago une justo aquello que separa.

 

Ante los demás, la tauromaquia nos identifica. TUI Travel, el mayor touroperador del mundo, promociona España como destino turístico esgrimiendo, entre otros, el símbolo del matador, del mismo modo que recurre a los templos y tabernas en el caso de Grecia o al mestizaje de influencias en mercados y bazares turcos. Y a los ojos del país más poblado del planeta, la China emergente y arrolladora, la imagen percibida de España se vincula al toro. Según un estudio patrocinado en 2007 por el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) y el Instituto Cervantes, los toros son la primera idea que se asocia espontáneamente con España para el 42% de los chinos. Le sigue, a una enorme distancia, el fútbol con un 10%.

 

Únicamente un 5% menciona El Quijote, y sólo un 13% han oído hablar de Madrid o Barcelona.

 

No se trata, en todo caso, de una cuestión de mayorías, sino de libertad. La libertad para que cualquier ciudadano del mundo pueda asistir en una plaza de toros a un rito que lo ennoblece como animal cultural. Si deseamos una sociedad incluyente, será necesario rebelarse frente a la ignorancia y la malicia.

 

Los parámetros morales de la mayoría dominante conducen a menudo a terribles paradojas.

 

Al tiempo que el Estado nazi legislaba sobre la manera menos dolorosa de cocer langostas y herrar caballos, prohibía el arte de vanguardia y cercenaba la libertad de cátedra y empresa de los judíos alemanes. Nacida tantas veces de una minoría vociferante y alharaquienta, la mayoría moral dominante suele prostituir la democracia en demagogia.

 

Si la ley catalana que blindó los correbous en 2010, exigía la organización de un solo festejo en los últimos sesenta años para acreditar su carácter tradicional en ese municipio, ¿cómo no declarar los toros Patrimonio Cultural Inmaterial en un país que festeja desde hace siglos los ciclos de la naturaleza con espectáculos taurinos y encierros populares, en los que se exalta la vida mirando audaces la muerte?

 

¿Cómo no sumarse a esta rebelión contra los enemigos de la libertad?

 

Juan Medina

Doctor en Economía

Profesor de Teoría Económica

en la Universidad de Extremadura

Abril 2012