Artículo de José Mª Moreno Bermejo. Escalera del Éxito 123

La realidad actual de la Suerte de varas es la del abandono, desidia y muerte lenta por desinterés de la mayoría de los participantes de la corrida, incluso del público, que aplaude más la labor de los monosabios al levantar un caballo caído que la de un certero puyazo aplicado con mesura y arte. Mal que nos pese, esa es la realidad, constatable por poco que uno se fije en el desarrollo de la suerte en la inmensa mayoría de los casos.

No pretendemos hablar sólo de las dos irregularidades más comunes y dañinas, y más complejas: el estrellar la res contra el peto y poner el puyazo trasero, es decir, más allá del fin del morrillo. Queremos reivindicar, también, la artística suerte en todas las demás fases de la misma, desde que el picador de tanda está en la puerta de cuadrillas (en “Las Ventas” en la puerta de Madrid), hasta que termina su labor. Atento primero; salida airosa al ruedo lindando tablas para no distraer la lidia, después; colocación en la contraquerencia aculado el jaco cerca de tablas; cite de frente a las res; acercamiento pausado llamando al burel…

Artículo nº 82 del reglamente vigente

            En todos los casos el bien hacer del picador es responsabilidad de su matador, por lo que es a éste al que se le debe exigir la pureza, arte y eficacia de la suerte, que previamente haya sido puesto en suerte el toro  debidamente, por el propio matador o por su subalterno. La deficiencia que supone para la Suerte de varas el que el toro esté mal colocado o que el matador o sus subalternos se sitúen a la derecha del caballo durante el puyazo, pueden hacer peligrar la pureza de la suerte y desvirtuar la realidad de la bravura de la res. Por lo tanto el matador debe cuidar mucho el desarrollo del primer tercio de la corrida obligándose y exigiendo a sus colaboradores en esa ortodoxia reglamentada.

            Además de bella y emocionante cuando se hace bien, es tan importante la Suerte de varas para el posterior comportamiento de la res en banderillas y muleta, que todos debiéramos velar porque se realizara con “arte”, como se exigía en los anteriores reglamentos taurinos. De un toro bien picado se puede esperar lo mejor de su casta, de su poder, de su bravura. Cuando el toro es mal picado el juicio que de su comportamiento podemos colegir siempre será supuesto; difícilmente justo.

            Aún las primerísimas figuras muestran desidia a la hora, tan crucial a mi forma de ver, de la puesta en suerte del burel ante el caballo. Es deprimente observar cómo la premura, las ganas de que pase pronto el tercio, impelen al matador a no esmerarse en colocar adecuadamente al toro, frente al caballo, a la distancia que sus condiciones le sugieran. Es pues necesario, a mi forma de ver, que se conciencie u obligue al matador a que todo se realice de acuerdo “a lo que dictan las normas del arte”, que decía el reglamento de 1923.

            Por lo tanto, Sr. Presidente, como es de usted la responsabilidad de que se haga cumplir el reglamento vigente, le recuerdo el artículo que le obliga a considerar el desarrollo de la lidia en los tres tercios para la concesión de la segunda oreja. Para que Usía pueda conceder la segunda oreja, el matador deberá haber realizado una “buena dirección de la lidia en todos sus tercios”, como dice el artículo 82, apartado 2. Si usted, Sr. Presidente, desea cumplir con su obligación y otorgar a la Suerte de varas la importancia indudable que tiene para el desarrollo de la lidia, debe alertar a los matadores antes de la corrida de que, cumpliendo con su obligación, no otorgará la 2ª oreja a aquél que no haya observado un comportamiento ortodoxo en la Suerte de varas.

            Es gracia que esperan de Usía, Sr. Presidente, los aficionados que desean una corrida íntegra; con la emoción que depara una lucha leal entre toro y picador; con un castigo adecuado al poder de cada res. Y, Sr. Presidente el castigo medido, puyazo arriba, sin golpe ni estancia continuada en el peto, templando con el brazo la embestida, es menos dañino que el golpetazo contra el peto (o el estribo); el puyazo en la cruz, o más atrás; o caído…; o, o, o. Poder regular la suerte con más entradas y menos traumáticas que ahora será un incremento de arte, emoción y eficacia en la lid equilibrada; opuesta a la ventajista actual; que denigra al bravo y aburre al aficionado cabal.