Artículo de  Antolín Castro

Cada año, por estas fechas, llega la feria del TORO, llega San Fermín. Posiblemente la fiesta más conocida del mundo que, curiosamente, se basa en el toro.

A lo mejor, o a lo peor, no lo saben quienes hacen campaña en su contra, en contra del propio toro, más allá de la que hacen en contra del torero. Los hombres, sin ser toreros -somos la mayoría-, nos podemos dedicar a otras cosas, pero el toro bravo no tiene elección.

Pues es Pamplona ese lugar del mundo donde se rinde culto al toro por encima de ninguna otra cosa. Y allí acude cada año lo más granado de cada ganadería para correr sus calles primero y ser lidiados en su plaza después.

De un tiempo a esta parte se ha bajado el listón en cuanto llegan las figuras, y así, en los carteles donde aparecen sus nombres se hacen las ‘rebajas de julio’ en la presentación de los toros. Claudican sus organizadores ante estos diestros, precisamente donde menos falta hace que vayan. Si no quieren pasar el fielato que supone la feria del toro, lo mejor es no ir.

Tiene argumentos la feria y sus fiestas para llenar cada día con toreros capaces, de los que no ponen pegas a la hora de enfrentarse al toro que se quiere en Pamplona. Un acierto cada año el llevar a los triunfadores de su feria anterior, además de otros toreros destacados en las ferias precedentes, incluyéndoles en sus carteles. Es con seguridad la feria más completa y más justa que se conoce. El cambio de cromos allí no existe.

Es por eso que allí se den cita toreros como: Eugenio de Mora, Pepe Moral, Gonzalo Caballero, Curro Díaz, Rafaelillo, Castaño, Rubén Pinar, todos ellos fuera de una feria similar como es la de Bilbao, que en este año tampoco contará con Castella o Perera que sí estarán en San Fermín. Pamplona y su feria son diferentes.

Lo significativo es que Pamplona puede acometer una feria con interés, con base en el toro, sin que en sus carteles aparezcan Morante, Manzanares, El Juli o Ponce. Esa es su grandeza y su mayor valor. El Toro es el eje sobre el que gira todo y lo demuestran esas ausencias citadas que en cualquier otra feria no se podrían dar.

Con julio, con San Fermín, llega el Toro y todo puede ser de otra manera. Alabado sea el Toro.