En silencio, sin prisa,

tranquilo y suave

como el vientecillo de primavera,

que recorre de parte a parte tu pétrea Sierra Morena,

meciendo las altas copas de los pinos

y las mies doradas de tu fértil Campiña.

Así es como yo te siento !Amor mío!

 

 Que digo amor, y debo decir… !Córdoba!

a verso lleno, a grito de enamorado

para que sea más completa la palabra…

que nombre todo el canto que me habita.

 Tú, que siempre estuviste

llenando la extensión de cuanto soy,

desde el primer latido de mi vida, tan tuya.

Atenta  conmigo siempre

al despertar de mis nacidos ojos,

para mecer con mano de hada buena

aquella cuna mía,

donde aprendí tu nombre repetido.

¿Tú, me puedes decir qué es éste amor?

¿Qué es ésta dulce urgencia de pronunciar tu nombre?

¿Este afán de revivir tus muchos siglos,

y trasladar mi canto

a todos los momentos

que se llaman Córdoba?

 

  Dime que es este anhelo

que me lleva por callejuelas blancas,

hacia los miradores de tu río

donde, entre la azuda y tu viejo Puente

verdea el silencio de los peces.

 

 Dímelo, y de tu mano recorrerán mis labios

todas tus horas en un solo beso…

Hoy como ayer, y ayer como mañana,

tú siempre !Córdoba mía!

serás la luz que me enamora.

Sabes cómo amo el amargor de tus olivas,

que han endulzado mis labios,

igual que amo éste aroma recién tuyo,

de las flores y el azahar de tus naranjos.

Tú que me amamantaste con el vino de tus siglos

en éste suelo que piso,

temblante todavía por el andar

magnífico de tus sabios,

Séneca, Averroes, Maimónides…

Con ellos me traslado hacia todos tus rincones,

y me remonto con todas tus palomas

al laberinto blanco de tus azoteas,

por encima del alminar

de la torre de tu moruna Mezquita,

donde partía el doloroso gemido del canto de los muecines, que un día te habitaron.

 

Como me enamora entrar en tu Sinagoga,

Templo y Parnaso de los poetas hebreos,

y contemplar sus viejos muros

decorados con yeserías mudéjares

y hebraicos salmos al Dios Yahvé.

Entorno mis párpados e imagino,

a los judíos-sefardíes

entonando melodiosos cánticos

invitando a la oración.

Como también amo tus barrios que hoy contemplo: 

Santa Marina, San Agustín, 

San Lorenzo…

Plaza de  la Lagunilla,

calle San Basilio de mi Alcázar Viejo.

 

Entro en todos tus patios, 

hundiéndome en sus sombras de guitarras…

Y en el eco de los aljibes

escucho mil voces moriscas, que ocultas, murmuran sin rubor,

la delicada palidez de tus geranios rosa,

y el fino aroma del azahar de tus limoneros.

 

… Patios de misterio

«cuajaos» de flores,

qué en noches de amores

se oye cantar:

Niña, niña cordobesa

cuida la belleza

de tus gitanillas…

Niña, recoge tu pelo

tan caracolero

con mil florecillas…

Esa gracia que luce, el tipismo

y cordobesismo

el Campo de la Verdad,

cuando por Semana Santa

el vello se levanta…

de las saetas que le cantan

a Cristo al pasar…

 

  «Mi saeta se hace lamento

como plegaria encendida,

llorando la lanzo al viento

pa’ que cierren las heridas

del Cristo del Descendimiento…»

A incienso huele el Viernes Santo,

oraciones, silencio y llanto

!el Cristo va a salir!…

Que hasta los muros

se estremecen,

al cruzar el puente

del Guadalquivir.

 

 

Duende y misterio en Capuchinos…

con la marmórea imagen de Jesús crucificado,

bañada por los rayos de la luna, y los dardos penetrantes de los luceros.

De madrugada…

rompe el silencio de la plaza, 

el «quejío» flamenco del maestro Pepe Lora cantando por seguiriyas:

«Saeteros cantaores

en la Plaza de Capuchinos

vuestras saetas mejores,

decidlas entre suspiros

al Cristo de los Faroles…»

María «La Talegona»

borda la evocadora y bella

saeta, antigua cordobesa:

«Monjitas de San Jacinto

abrir las puertas del templo,

que salga lo más bonito

pa’ que vaya al entierro

de su hijo Jesucristo…»

Entre sollozos y oraciones

amanece el nuevo día…

En la típica plaza,

las beatas luciendo negra mantilla,

esperan largas colas

para musitar su plegaria

ante la Virgen de los Dolores:

«Mis ojos de lágrimas se llenan,

no resisten tu mirada,

tan pura, dulce y serena

que desgarra mi alma.

¡Virgen Dolorosa!

Divina Madre Redentora,

Soberana, Reina Hermosa

de mi Córdoba Señora.

Tu sabes mi sultana mora,

cuanto he querido y quiero,

y cuán ancho es el amor que me llena.

Y como he cantado siempre

por todos tus contornos,

buscando las raíces

del amor con que amo.

De tu mano me aupo, y me propago

para reconocerte en cada pulso,

en el rayo de sol de cada esquina,

en el sorbo de sombra que endulza cada olivo,

y en cada campanada de tus torres más esbeltas.

Subir quiero a esa torre

donde anida la cigüeña

más allá de la nube estirada por el beso,

que se ciñe en mi garganta.

Y desde ahí arriba !Hermosa mía!

Presiento y adivino

los nuevos olores

que me trae la primavera

de tu florido mes de mayo.

 

 

Tus cruces…

y el trajín continuo

de caballistas y coches de caballos,

que van y vienen del Real de tu feria,

haciendo repicar igual que trinos

sus finos cascabeles

de gorjeadora plata.

 

 

Si tu quisieras decirme !amor mío!…

¿a quién estoy queriendo tan a gritos

desde mi más tierna infancia?…

 

Dime tú ¿a quién solicito

por mi barrio,

mientras cálculo

la altura de mi amor, y la que alcanza

el disparado vuelo de los pájaros?…

Como me enamora oír por la mañana,

el piar de los gorrioncillos

saltando de flor en flor,

y de maceta en maceta,

picoteando los bichillos

que enferman las plantas,

o espulgarse

con el pestilente mantillo,

en un viejo arriate….

 

Como me embrujan

esas fuentes tan tuyas:

del Olivo, el Potro, “la Fuenseca”…

el Alcázar Cristiano

y la rizada lluvia

que se eleva en sus estanques,

inventando montañas de agua blanca

y arcadas cristalinas,

de musicales perlas…

“Córdoba, callada y sola”, sentenció el poeta

como adivinando la mudez de tu palabra

y el falso desarraigo de tus hijos.

A ti, madre de toreros,

pintores y eximios poetas,

aprisionarte quisiera

en la humildad amorosa de mi verso,

con el don de tus gentes

y la dorada aurora de tu elegante primavera.

Así es, como yo te siento y te amo !Córdoba mía!

 

Antonio Rodríguez Salido.-

Autor del Poema

 Compositor y letrista

 Escalera del Éxito 176

 

 

José Luis Cuevas

 Montaje Editor y Fotografías

Escalera del Éxito 254