El taurino es como el médico, aprende todos los días a pesar que haya estudiado para ello, cada día investiga, lee, conoce, entiende el mundo de la Tauromaquia, el mundo de la Fiesta de Los Toros, el mundo de la Fiesta Brava y en ella, no cabe lo advenedizo, el paracaidista, el llegado por componenda, chisme o figuración, la afición taurina viene en la sangre, un gusanillo que navega por el corriente sanguíneo del aficionado que hierve en el entendimiento, lealtad, afinidad, sin distingos de clase y posición, en el mundo del toro.

 

Claro como el agua, es la afición hacia los toros que se lleva muy dentro de sí, en la que no cabe el compadrazgo, amiguismo de turno, el ser afín de una figura en el mundo socio, económico, político, cultural, costumbrista, tradicional de un Pueblo, Aldea, Ciudad, Estado, País, Continente.

 

El mundo del toro tiene sus altos, bajos, altibajos no se puede negar y eso lo saben de sobra, los amantes de la Fiesta Brava, esos que sienten la Fiesta de Los Toros con esencia y en carne propia, que no le dan cabida en ella, a los que se aprovechan de las circunstancias de un momento, para hacerse de figurón y dársela de señores del toro, esos que son más falsos que el ladrón que pide perdón tras robar para no ser encarcelado.

 

Claro como el agua es nuestra Fiesta Brava aunque a veces está turbia. En la vida en la Tauromaquia, en nuestra Fiesta de Los Toros, van y vienen, buenos y malos, pero cupo en ella, jamás podrán tener quienes usan el usufructo personal rebuscado para hacerse conocedores sabiendo de lo que no saben, con falsa careta de espectadores y aficionados, sin saber un comino lo que significa realmente, la Fiesta Brava.

 

Más claro no canta el gallo, allá los que no saben, donde está el gallo y en este caso, el gallo taurino.