[25] "¿No son perversos los placeres de los espectadores?"

Una de más habituales e injustas de las injurias que los antitaurinos regalan a los aficionados, consiste en tratarlos como "perversos", "sádicos", etc. Es absurdo. Nadie conoce a ningún aficionado que disfrute con el sufrimiento del toro. De hecho es difícil encontrar alguno que sea capaz de pegar a su perro, e incluso de hacer daño de manera voluntaria a un gato o a un conejo. Y para todos aquéllos que imaginan a los aficionados como una casta particular de humanos sin corazón ni humanidad, sólo me permito recordarles el nombre de todos los artistas, poetas, pintores, que, con independencia de su procedencia y de sus convicciones, son al menos tan sensibles a la vida y al sufrimiento como todos los demás hombres, y en modo alguno carecen de moralidad o humanidad. ¿Cabría pensar que Mérimée, Lorca, Bergamín, Picasso, etc. (ver argumento [30]) han sido psicópatas y perversos sedientos de sangre? ¿Se podría pensar que hayan mentido hasta ese punto sobre lo que veían?

¿Habrían sido capaces de traicionar hasta ese punto lo que experimentaban en el fondo de su sensibilidad y expresaban con su arte? ¿Sería posible que un profano, que jamás ha visto una corrida de toros, sepa más que ellos sobre lo que realmente es? Y sobre todo, ¿cómo puede saber lo que esos mismos artistas han sentido al verlas?

[26] La mayor emoción en la plaza: la admiración

¿Cuál es la principal y más grande emoción que un aficionado siente, como otros muchos espectadores ocasionales, en una plaza de toros? No es un gozo perverso o maligno, sino una emoción inmediata, tan carnal como intelectual, que se llama admiración. Admiración antes que nada hacia la bravura del toro: por su poder, por su incesante combatividad, a pesar de las heridas y por sus repetidas acometidas, a pesar de sus fracasos. Y admiración también hacia el valor del hombre, por su audacia, su coraje, su sangre fría, su calma, y su inteligencia en relación con el adversario. ¡Sí! Vamos a la plaza, por encima de todo, a admirar. Es el más sano y más delicioso de los placeres.

[27] "La corrida de toros genera violencia"

Es una idea simplista. Bajo el pretexto de la existencia de violencia en la lidia, se generaría violencia automáticamente. Insisto: se trata de una violencia estilizada y ritualizada, es decir, sublimada y canalizada y por tanto no de una violencia caótica, absurda, desenfrenada, sin fe ni ley…, con la que a veces la realidad (o su representación) nos confronta. Por eso no se ha visto nunca a ningún espectador que se haya vuelto violento o agresivo hacia los hombres o los animales después de haber visto una (o cien) corrida(s). Rara vez se han registrado actos de violencia cometidos por los espectadores durante o después de una corrida. El fútbol es seguramente un deporte menos violento que el rugby, pero todo el mundo sabe que la violencia en los estadios de fútbol es mucho más habitual y desenfrenada que la que se produce en los estadios de rugby –y por supuesto superior a la de las plazas de toros. El público que asiste a una corrida es a menudo gente cultivada y educada, que manifiesta de manera muy pacífica sus emociones, e incluso las más fuertes e indignadas, cuando el espectáculo no corresponde a sus expectativas.

En realidad, si hubiera que considerar la fiesta de los toros como una "escuela" de algo, ésta sería la del respeto: por el rito y su sentido; por la animalidad y la manera como se expresa; y por la humanidad que triunfa y la manera como lo consigue.

[28] "¿Son las corridas de toros un espectáculo traumatizante para los niños?"

Cualquier cosa puede traumatizar a un niño. Especialmente la violencia muda, ciega y absurda, a la que no se le puede dar ningún sentido ni razón. Lo que puede contribuir al trauma es el silencio. Un niño puede soportar o no el espectáculo de la corrida de toros ni más ni menos que un adulto. El niño puede aprender y comprender, igual que lo puede hacer un adulto. Puede rápidamente percibir la diferencia entre el hombre y el animal, y sobre todo, entre el animal admirado y temido como el toro, y el animal afectuoso y querido como su perro o su gato. Y la corrida de toros puede ser la ocasión para que los padres den explicaciones sobre los signos del ritual (hecho al que los niños son especialmente sensibles), dialoguen con ellos sobre la vida y la muerte, y también ofrezcan las explicaciones pertinentes sobre el comportamiento animal y el arte humano. La corrida de toros, por sí misma, no es ni "traumatizante" ni "educativa". Lo que puede contribuir a traumatizar a los niños es el miedo de los padres a traumatizarlos. Al contrario, es el deseo de los padres de compartir sus alegrías y hacer comprender a los niños un espectáculo tan singular, lo que puede resultar educativo.

http://cultoro.com/Cultorizate/50_razones/2319/cultura-fiesta-historia-toros

Hasta el momento nos hemos situado en territorio adverso. Hemos respondido a los ataques de los que afirman que no les gusta la fiesta de los toros – que están en su derecho — y de los que, a veces sin saber nada del asunto, pretenden prohibirla o limitar el acceso a los demás –ya no están en su derecho. Hemos dicho, por tanto, todo lo que la fiesta de los toros no es. Aún no hemos empezado a decir lo que es. No se trata de un fenómeno sin raíces históricas y geográficas. Está integrada en una cultura, lo que no quiere decir que se reduzca a ella. Es creadora de una diversidad de culturas particulares, lo que no significa que no sea en todos los casos portadora de los mismos valores. Es también inspiradora de "alta cultura", lo que no significa que esté desconectada de la cultura popular.

[29] "¿Es arcaica la fiesta de los toros?"

A este respecto, los prejuicios abundan a uno y a otro lado de la barrera que separa a los aficionados de los antitaurinos. Para éstos, la fiesta de los toros es arcaica, remontándose a una especie de edad bárbara de la humanidad. Para aquellos, la fiesta de los toros es arcaica, encontrando su legitimidad en las más antiguas y respetables fuentes. Estas dos utilizaciones de la antigüedad son igualmente ideológicas. En realidad la corrida es una invención moderna.

El toreo a pie no va más allá del siglo XVIII; se codifica progresivamente a principios del siglo XIX y, tal cual lo conocemos hoy, no tiene más de un siglo y medio de existencia. Es más o menos la época en la que llega a las regiones francesas de Aquitania, Camarga y Provenza, que conocían los juegos taurinos desde hacía mucho tiempo. La historia se opone al prejuicio. Se cree que la

muerte pública del toro es lo que es arcaico y que el aspecto lúdico de las tauromaquias populares es reciente (conforme al actual prejuicio según el cual el proceso de "civilización" supone la progresiva depuración de la muerte). Sin embargo, lo cierto es justamente lo contrario: en toda la cuenca mediterránea siempre hubo diversos juegos populares con el toro. La codificación de la

popular corrida de toros con muerte pública es reciente – como puede comprobarse con un argumento económico: criar toros "salvajes", que sólo pueden ser empleados una vez, presupone un elevado grado de desarrollo económico.

En compensación, lo que está demostrado son los tres hechos siguientes.

La corrida de toros no ha dejado de desarrollarse en España a lo largo de todo el siglo XX y está más viva que nunca. Como nos recuerda Pedro Cordoba en su excelente libro La corrida (Colección "Idée reçues", editorial "Le cavalier bleu", Paris, 2009), en 2008 se celebraron en España aproximadamente novecientas corridas de toros formales; cuatro veces más que un siglo antes; y también (contrariamente a un prejuicio con mucha aceptación) cuatro veces más que en 1950.

En Francia, la "corrida" no ha dejado de desarrollarse desde su introducción (hacia la mitad del siglo XIX), y ha conocido un auténtico boom especialmente en estos últimos veinticinco años. A modo de ejemplo, en el último cuarto de siglo, la asistencia a la plaza de Nîmes se ha duplicado prácticamente, pasando de unos 70.000 espectadores por año a comienzos de los ochenta a unos 133.000 en el 2007. Lo mismo ha ocurrido en el mundo ganadero: la primera ganadería se fundó en 1859 (H. Yonnet) y durante mucho tiempo fue la única; en la actualidad, Francia cuenta con 42 ganaderías, distribuidas por el sureste del país (especialmente en La Camarga) y algunas en el suroeste. La gran mayoría fue fundada a partir de 1980.

Lo que por otro lado nutre la idea de arcaísmo es el hecho de que la corrida de toros se ha convertido en uno de los pocos acontecimientos en el que se perpetúan actos que, hace poco, eran habituales y formaban parte de la vida cotidiana. Cualquier forma de ritualización ha desaparecido prácticamente de nuestras vidas en los últimos treinta años, sobre todo las que están ligadas a la muerte: no hay cortejos fúnebres en las ciudades, no se colocan marcas de duelo en las casas, y las personas tampoco llevan ya signos visibles de luto. La muerte de los animales se ha refugiado en el glacial silencio de mataderos industriales; de igual manera, la de los hombres ha emigrado hacia clínicas hiper-especializadas y asépticas o hacia las antecámaras de la muerte, anónimas y disimuladas, de las residencias geriátricas. Por otro lado, en una sociedad que hasta hace poco tiempo tenía raíces y sensibilidades rurales, la muerte regulada y festiva de un animal doméstico (la del gallo o la del cerdo) era un acto familiar que daba ritmo a la vida ordinaria mediante la excepcionalidad de los solemnes actos de comunión colectiva. Todo eso ha desaparecido de manera brusca.

Por tanto, la perspectiva animalista contemporánea que considera estos fenómenos como arcaicos no se equivoca del todo. Pero con una matización: lo que desde esa sensibilidad se considera arcaico no se remonta de ninguna manera a la noche de los tiempos sino, como mucho, a una o dos generaciones. Lo que ignora esa sensibilidad es que ella misma es el fruto muy reciente e hiper-moderno de una pérdida de contacto con los animales y con la naturaleza reales. Los animales que imagina son todos buenos como los animales de apartamento, o todos víctimas, como los cerdos criados en baterías que a veces vemos por la televisión: ambos tipos de animales son el resultado de una ideología urbana reciente.

Hay un nexo de unión evidente entre estos tres hechos. Justamente porque nuestra época ha perdido poco a poco el sentido de los ritos, de la muerte, de la naturaleza, de la animalidad, es por lo que necesita volver a encontrar al mismo tiempo la realidad, la imagen y el símbolo en la corrida. ¡De ahí su modernidad!

[30] La fiesta de los toros no está ligada al franquismo.

Como toda gran creación cultural es políticamente neutra Hay un hondo prejuicio, puramente español, que identifica las corridas de toros con el franquismo. Esta consideración no resiste ni el análisis ni el peso de los hechos. ¿Los hechos? Por supuesto, las corridas de toros existían con anterioridad al franquismo y se han desarrollado perfectamente después. Cosa distinta es que el régimen haya sabido utilizar y manejar en beneficio propio los fenómenos más espectaculares de la pasión taurina – lo trágico de Manolete y lo desenfadado de El Cordobés, las dos caras de la popular fiesta de los toros.

Esto es sin duda lo que hacen todas las dictaduras. Así, Salazar se esforzó en recuperar el fado portugués y atraer hacia sí el icono popular que fue la genial Amalia Rodrigues. Por eso el fado conservó durante algún tiempo después de la "revolución de los claveles" cierta imagen fascista cuando sin embargo nunca dejó de ser la expresión más profunda del alma popular lisboeta. También el régimen militar brasileño intentó recuperar para su favor la pasión futbolística del pueblo brasileño y la victoria de la Seleçäo en 1970. Todo esto nada tiene que ver con el fútbol, la música o los toros. Recordemos, porque la gente olvida, que hubo aficionados tanto en el bando antifranquista (pensemos en Lorca, Bergamín o Picasso) como en el bando franquista. En Francia, la fiesta desata pasiones entre personas de izquierdas (por ejemplo, los escritores Georges Bataille o Michel Leiris) como de derechas (por ejemplo, Henry de Montherland o Jean Cau); y al contrario de lo que ocurre en España, los medios de comunicación meridionales apoyan la tauromaquia independientemente de cualquier consideración ideológica. En la España actual, el hecho de que los partidos de derechas favorecen con más facilidad la fiesta de los toros que los de izquierdas, tiene que ver con los enfrentamientos entre posturas nacionalistas y planteamiento centralista.