Queridísimo hermano Endika: La Tauromaquia no es sólo tradición, ni muerte, ni divertimiento («La tradición no solo se hereda, se conquista»; decía Joyce).Es la expresión de un pueblo que transmite sus emociones en la lucha épica entre la inteligencia y la fuerza salvaje. Un rito que honra al toro bravo, dándole un estatus de de admirado adversario al que se le ofrece una lid en la que puede sentir su poder. El toro bravo existe por la Tauromaquia; las dehesas en las que se cría conservan sus especies autóctonas animal y vegetal preservando, y aún mejorando el medio ambiente, por la crianza del bravo. Los cuidados que el toro recibe durante los 4/5 años de su vida, son, sin duda, mucho más placenteros que los de sus congéneres mansos, abocados a la muerte anodina en mataderos sombríos. La sanidad que se le procura, le permite una vida placida. Y los 20 minutos de su lidia, le permiten expresar su valor, su fuerza y su poder de casta. Comparar el estrés del bravo con el del hombre, incluso con el del toro manso, no es adecuado a la peculiaridad de esta raza bovina. La transmisión nerviosa en el toro bravo es mucho mas rápida que en el hombre; la creación de endorfina y adrenalina  anodinas es mucho más intensa y rápida. El estrés mayor, en el bravo, se produce en los traslados y al principio de la corrida; a medida que ésta transcurre, el toro reduce su estrés y se entrega a la lucha con determinación y codicia; sin «aparente» dolor; algunos hablan de «sufrimiento», sentimiento privativo del hombre.

Detestar la Fiesta es lícito, explicable; igual que lo es defenderla y otorgar a los que lo hacen la libertad de ver en ella no un sufrimiento, sino una expresión completa de valores intrínsecos del ibero. Decía García Lorca: «Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo«. Otros muchos intelectuales la han alabado; otros la denostaron tras estudio y tratados importantes: Vargas Ponce; Jovellanos, etc. Leer: «Los toros. Tema polémico en el ensayo español del siglo XX«, de Rosario Cambria, da pie a pensar que no vale con una defenestración ligera de la Fiesta Nacional» (llamada así ya en el siglo XVIII, de lo que se quejaba Vargas Ponce en su «Disertación sobre las corridas…»); creo que para hablar de ella se requiere una necesaria profundización en el conocimiento de la Corrida; y, como decía Laín Entralgo, recapacitar: «Sobre el ser de España«. Giménez Caballero dice en, «Arte y Estado»: «La Corrida de toros es el único espectáculo verdaderamente clásico, grandioso y auténtico que se conserva en el Mundo«. No te aburro con más citas; sé que no te convenceré, pero conviene pensar antes de la condena de la Tauromaquia, y de cualquier otra expresión popular, en por qué ha deparado tanto estudio, tanta controversia; tantas obras literarias, pictóricas, esculturales, musicales, cinematográficas, de danza; en fin,  por que algo tan sutil no debe ser despachado de manera ligera.

Un fuerte abrazo, amigo; y perdona que no me apunte a tu teoría de pedir el «no» de la UNESCO para que la Fiesta sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La UNESCO ha de cumplir con el articulado que determina cuándo una expresión popular debe ser declarada PCI; negarle a la Fiesta esa declaración iría en contra de los postulados de dicho organismo cultural mundial. Tras la petición por parte del Parlamento español de esa declaración, la UNESCO no tiene otra posibilidad que cursar el nombramiento correspondiente. Aprovecho este mensaje para declararte una vez más mi admiración y mi entrañable cariño. Un fuerte abrazo, buen hombre: hombre bueno. Y que Dios nos dé la Luz que necesitamos para andar por esta sinuosa vida…