Artículo de Muriel Feiner. Reconocimiento “Un Romántico del Toreo – Rafael Sánchez “Pipo”

En los Estados Unidos, todo el mundo conoce al famoso director Budd Boetticher como uno de los más emblemáticos del género del oesteSin embargo, muchos “gringos” desconocen que era un torero “frustrado” y que su gran pasión además del cine era precisamente los toros.  Por eso, tras haber conseguido bastante fama y fortuna en Hollywood, hizo tres importantes películas sobre el tema taurino, un logro casi impensable para un mundo tan “exclusivo” como la Meca del Cine: The Bullfighter and the Lady, Santos el magnífico y Arruza.

Le conocí por primera vez en 1977, cuando le rindieron un merecido homenaje en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en cuya ocasión se proyectó su última película de toros, Arruza.  Me sorprendió al saludar a este gran mito de Hollywood que fuera tan simpático, natural y ¡aficionado!… Allí empezó una gran amistad… a pesar de los miles de kilómetros que nos separaban.

Le vi por última vez en su casa de California tan sólo tres meses antes de su muerte, tras una larga lucha contra el cáncer, y no paraba en esa ocasión de hablar de los diversos proyectos que aún le quedaba por hacer.

La historia de Budd Boetticher en sí bien podría valer para una película de cine.  Nació en el seno de una familia adinerada en 1916.  Su gran pasión era jugar al futbol americano en la Universidad de Ohio, hasta que una inoportuna lesión, acabó con todos sus sueños.

Por entonces, no había tenido ningún contacto ni con los toros ni con el cine, las dos actividades que terminarían por marcar plenamente su destino.  Sus padres le animaron a que tomara un año sabático en sus estudios y que viajara por el mundo, pero las cosas no salieron como ellos habían pensado y Budd no llegó a ver más mundo que México: “Vi mi primera corrida de toros en la plaza El Toreo, de México D.F., el día que Lorenzo Garza consiguió la mejor tarde de toda su carrera y ahí cambió el rumbo de mi vida para siempre.  Hasta entonces lo que realmente me había entusiasmado era el atletismo y los 100 metros lisos más que ningún otro deporte, porque el corredor está totalmente sólo.  Si pierdes la carrera, no puedes culpar a nadie más que a ti mismo.  No hay otros diez hombres a tu lado para ayudarte a marcar el gol.  Lo mismo se aplica a los toros.

Budd tuvo la suerte de que por medio de unos amigos pudo conocer a su héroe, Garza, en persona y el diestro mexicano aceptó dar a ese “gringo pelirrojo” sus primeras clases en tauromaquia.  Y así nació, sin saberlo Boetticher, el guión para su primera película de toros The bullfighter and the lady, con Gilbert Roland, Robert Stack y Katy Jurado, producida por los estudios Republic Films, a través de nada más ni nada menos que John Wayne.  “Los novilleros entrenaban todos los días menos los domingos y como ignorante e ingenuo americano que era, le pregunté a Garza cuánto tardaría en ser torero. Sé ahora que se podría tardar años…  Hay que dedicar meses y meses sólo para aprender los pases y los lances sin el toro.  Trabajé duro y al final llegó el momento en que pude ponerme delante de una becerra en la ganadería de Xajay.  Me cogió y me lanceó por los aires todo lo que quiso el animalito aquel, como ocurre con todo el mundo la primera vez, y pensé para mis adentros: ‘Si consiguiera mantenerme vivo durante unos cuantos meses más, México se rendiría a mis pies’.  En ese época, los toreros eran los grandes héroes de la sociedad mexicana e incluso muy admirados en Estados Unidos.

En la década de los cincuenta, la fiesta brava era un espectáculo muy popular en Estados Unidos: “De hecho, si querías ver estrellas de Hollywood, te ibas a Tijuana, porque allí estaban todas sentadas en la barrera: Clark Gable, Lana Turner, Lauren Bacall,  Ava Gardner…  A los americanos les gustaron las corridas hasta que la Sociedad Protectora de Animales emprendió su campaña contra la Fiesta.”

Boetticher no triunfó en los ruedos, pero los toros le pasaportaron al mundo del cine:  “Cuando mi madre se enteró que pretendía labrar mi futuro como torero –aunque aún no había pasado de la mera etapa de aficionado práctico—,ella, muy preocupada, elaboró un plan.  Se enteró de que Hal Roach, de los estudios Twentieth Century Fox, iba a rodar la película Sangre y arena, y como el hijo de Roach fue mi mejor amigo en el instituto, ella decidió hablar con él para que yo fuera nombrado director técnico de la película.”

Esa llamada de la madre cambió el destino de Boetticher y, además, no pudo haber empezado mejor que con una película que se convirtió en todo un clásico de la historia cinematográfica.  Dirigida por Rouben Mamoulian, Blood and Sand fue protagonizada por Tyrone Power, Rita Hayworth y Linda Darnell, entre otros grandes actores del momento.  Boetticher confesó: “No me contrataron porque sabía torear… sino porque hablaba inglés y español.”

Budd afirmaba que para que una película tuviera éxito, el director tenía que ser omnipotente y, a la vez, convertirse en médico, abogado, padre, confesor, íntimo amigo y psicólogo de sus grandes estrellas:  “Hay que hacer todo lo que haga falta para asegurar que las cámaras sigan rodando todos los días.”

Cuando los estudiantes de las escuelas de cine le pedían consejos, siempre explicaba: “Lo más importante es que el director sepa lo que hace.  Debe saber todo lo que hay que saber sobre el tema para que si alguien le pregunta algo, puede dar siempre la respuesta adecuada.  Yo rechacé dirigir la primera película de Bruce Lee porque no sabía nada de artes marciales.  Si me hubieran dado seis meses para aprender Kung Fu, lo habría hecho.  Siempre quise hacer una buena película en la que tuviera confianza… Si no fuera así, lo tenía claro que era mejor no trabajar.

Hablar con Budd Boetticher es repasar la historia del cine, empezando por John Wayne:  “Todo el mundo sabía que teníamos una relación amor – odio.  Discutimos mucho, pero mis dos mejores películas –The Bullfighter and the Lady y Seven Men from Now--, las hice con él y su productora.

¿Era John Wayne aficionado a los toros?  “Se jactaba de ser una gran autoridad en el tema, pero no sabía tanto. Lo descubrí cuando fuimos a una ganadería en México y conseguí meterle en el ruedo.  No tenía la más mínima idea de lo que tenía que hacer.  Yo salí a torear después y se quedó asombrado de lo que hice, porque él pensaba que yo mentía sobre mis experiencias como torero.  Ese día consintió financiar a The Bullfighter and the Lady.

Hoy se reconoce a Boetticher como un icono del género del western, sobre todo con las películas que rodó con Randolph Scott: “Hice siete películas con Randy… sólo dos eran mediocres y las otras cinco se consideran clásicas hoy en día: Ride Lonesome, Comanche Station, 7 Men from Now, The Tall T, Buchanan Rides Alone, Decision at Sundown y Westbound, y descubrí actores de la talla de Lee Marvin, Burt Kennedy, Richard Boone, Robert Stack y Katy Jurado… Lo tenía muy claro, no quería hacer buenas películas del oeste, sino intenté simplemente hacer buenas películas.