El rejoneador jienense ÁLVARO MONTES partió plaza ante un astado parado y que le costaba arrancarse a las cabalgaduras. Con despaciosidad, Montes clavó banderillas al cuarteo y al violín, así como las cortas en ajustados  embroques, matando de un metisaca.

 

A su segundo, el de Jaén lo paró con la garrocha y lo templó a la grupa, destacándose a continuación al colocar una banderilla al quiebro y otra al violín. Transmitiendo mucho al tendido, Montes estuvo aseado con las banderillas cortas y con la rosa, despachando con un nuevo metisaca y cortando dos orejas benevolentes.

 

ÁLVARO SAMPER, en su despedida como novillero, dibujó templadas y largas verónicas con su primero, novillo que tuvo mucha calidad, y al que, tras brindarlo a Pablo Martín Berrocal, lo toreó por derechazos a media altura, cuidando siempre las fuerzas del cornúpeta, mismo que se desplazaba con corrección. Tras los circulares, las trincherillas, el pase de la pilarica y las manoletinas, Samper mató de estocada y descabello y cortó una oreja de valía, mientras que los despojos de la res fueron aplaudidos en el arrastre.

 

A su segundo, Álvaro lo recibió con una larga cambiada rodillas en tierra, pero el novillo no siguió los vuelos y estuvo a punto de arrollar a su lidiador. Con la muleta, Samper debió someterlo por bajo, y con el bicho ya rajado a tablas, el de Quito instrumentó derechazos aprovechando la tendencia hacia los adentros de la res. Al final, los despojos del astado fueron pitados.

 

JAVIER CORTEZ se dejó ver tanto en los derechazos como en los naturales seriados, sacando el máximo partido de las arrancadas. Dejándole siempre la muleta puesta en la cara del novillo, Cortez tiró una y otra vez de la embestida, hasta que el burel le echó mano de forma aparatosa pero sin consecuencias con el pitón izquierdo. Al final, Javier no acertó con la espada.

 

Con su segundo, Cortez, superando la dificultad del viento, rubricó derechazos de buen trazo, presentando siempre la muleta adelantada. Al natural, Javier se dejó ver con temple y cadencia, para finalizar su quehacer pisando las distancias cortísimas con un espeluznante cambiado por la espalda, pero el novillo tardó en doblar, quedando todo en ovación.

 

 

 

 

 

Crónica de Fabricio Guerra