Benlliure esculpió cada uno de los momentos y las suertes de la lidia concediéndole el absoluto protagonismo al toro de lidia, animal al que admiraba por su belleza física y su bravura.

Le dedicó una escultura al toro De salida, que representa el momento en el que el morlaco aparece en el redondel.

El toro Arrancándose representa el siguiente instante, en el que tras un primer reconocimiento del redondel, el bravo es citado por el peón de brega y responde a la provocación arrancándose al engaño.

Juan M. Mata, lo describía en el diario ABC el 24 de agosto de 1930 con estas palabras: “Es una escultura dorada a fuego, que hiere la retina, como el espectáculo vivo de la plaza. El toro, alargado, nervioso, con el testuz ligeramente humillado, alta la mirada, se arranca desde lejos. No existe un movimiento desarrollado en la maravillosa figura que comience la acción que el toro va a iniciar y, no obstante, el animal aparece ya entregado a ese impulso instintivo de la acometida que Benlliure ha atrapado instantáneamente y ha convertido en bronce. Es el toro más maravilloso de cuantos ha esculpido Don Mariano”.

El astado, sensiblemente enmorrillado, sin hierro ni número de identificación, viste sin duda la divisa de Benlliure: el bronce moldeado en la fundición Mir y Ferrero, muestra detalles y retoques del cincelado que evidencian el absoluto control del escultor durante el complejo proceso.