Sería en mi Trujillo natal cuando tuve ocasión de conocer al maestro y compositor Antonio Cotolí Ortiz. Fue en octubre de 2004, con motivo de celebrarse en II Concier­to de Pasodobles Toreros organizado por el Club Taurino Trujillano que tan dignamen­te preside mi querido amigo y paisano Luis Pino Parrón. En el programa figura, entre otros, un pasodoble no carente de cierta flamenquería y mucha enjundia torera. Tanta como atesora el diestro al que fue dedicado: Antonio Ferrera.

 

Cuando el maestro y compositor Antonio Cotolí Ortiz decide componerle y dedicar­le un pasodoble al entonces juvenil e incipiente novillero Antonio Ferrera Sanmar­cos, el joven diestro ibicenco de nacimiento y pacense de adopción, ya contaba con la dedicatoria de otra partitura torera, la que con gran cariño y afecto le había compuesto en sus comienzos toreros otro entrañable amigo mío, el músico de la extremeña Villa­nueva del Fresno, Pedro Álvarez Ríos, años antes, fundador y director de la Banda de Música burgalesa, «Ciudad de Burgos».

 

Sería a comienzo de los años noventa, cuando en la preciosa y bien cuidada plaza de toros extremeña de Olivenza, Antonio Cotolí, por aquellas fechas Director de la Banda de Música, «La Filarmónica de Olivenza», sin duda alguna, una de las mejores de Extremadura, viendo torear al jovencísimo Antonio Ferrera, decida componerle y dedicarle un pasodoble al que titula, «Antoñito Ferrera», por aquello de que con tan cariñoso apelativo es conocido el torero en su entorno familiar.

 

En pocas fechas, el músico del valenciano pueblo de Buñol, afincado en Badajoz, concluye y lleva al pentagrama tan torera partitura, y no transcurrirá mucho tiempo hasta estrenarla en la misma plaza de toros donde surgió la idea de componerla; y se­ría en tan precioso coso oliventino donde suenen por vez primera los toreros compa­ses de «Antoñito Ferrera», encargados, en aquella ocasión, de amenizar el vistoso tercio de banderillas que ya por aquellos años consuma con tanto garbo como valen­tía el joven espada-banderillero, que, por cierto, no sabe que el pasodoble que suena y ameniza su labor banderillera, está a él dedicado.

 

Pasodoble técnicamente bien construío y compuesto. Pasodoble pleno de torería y, por supuesto, pleno de donosura, garbosidad y empaque. Pasodoble, me atrevería a de­cir, con tanta valentía y enjundia torera como la que, cada tarde, demuestra tener Antonio Ferrera. Pasodoble al que la versátil pluma lírica del autor, para hermosearlo aún más, le imprimió cierta flamenquería en su parte central, que la trompeta, tan arro­gante como torera deja escapar para que el oyente vibre y se deleite con esos compases flamencos; los que, sin duda, soplóles al oído su particular musa, consiguiendo con ello que el pasodoble de «Antoñito Ferrera» ganase en belleza y torería.

 

Cuando el maestro Antonio Cotolí, transcurrido un tiempo, hizo entrega al torero de una grabación de su pasodoble, éste correspondió a la cortesía y gentileza del músico, regalándole el capote de brega con el que toreó de capa al primero de los «vitorinos» a los que ha tenido que enfrentarse a lo largo de su carrera taurina. Preciada prenda que, a manera de reliquia torera, el músico de Buñol, conserva y custodia con el mayor de los celos.

 

Últimamente ha compuesto otro precioso pasodoble torero, que con el título de «Olivenza Taurina», ha dedicado a la ciudad en la que durante muchos años estuvo al frente de su Banda de Música.