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"Lagartijo", el célebre torero cordobés, era hombre parco en palabras, pero casi todas ellas solían ser sentenciosas la mayoría de las veces.

 

Por ello, cuando vio torear por vez primera a un diestro que de seguida adquirió ruidosa fama; y como alguien le preguntase su parecer sobre el mismo, cuentan que dijo Rafael:

 

– En cuanto la gente se entere de que no sabe torear, ya habrá comprado algún que otro cortijo.