El modesto novillero sevillano Manuel Muñoz, conocido por el popular apodo de «El Cuatro», fue en cierta ocasión a un pueblo para estoquear dos Dichos que por tamaño y pitones eran dos auténticos «toracos»; y el alcalde de la localidad, viejo aficionado y hombre de conciencia y buen corazón, creyó conveniente advertirle, en evitación de una posible desgracia, de que los dos morlacos habían sido toreados con anterioridad.

 

Y «El Cuatro» que sabía muy bien a que atenerse respecto a aquel tipo de astados, replicóle:

 

—Pues mire «usté»; a eso venía yo, a torearlos; pero, puesto que lo han hecho ya, estoy aquí de sobra.

 

Y sin esperar más, tomó el portante en dirección a la estación de ferrocarril.