El banderillero y más tarde matador de novillos Eduardo Gordillo, se llamaba en realidad Eduardo Hueso Gi1arde, pero el apellido Hueso nunca apareció en los carteles toreros, tratando de evitar que le designaran con el nombre desagradable que recibe todo lo duro, incómodo o de ínfima calidad.

 

Lo cierto es que el tal Eduardo Gordillo, lejos de ser un «hueso», fue siempre hombre simpático, jovial y fecundo en frases ingeniosas, muchas de las cuales corrieron de boca en boca.

 

En cierta ocasión le preguntaron la edad de un compañero suyo que no era un «pollo» precisa­mente.

 

– ¿Cuántos años crees que tendrá?

 

– No sé, contestó Gordillo, pero ya vino de banderillero en el Arca de Noé.