El joven novillero Alejandro Mejía ha salido a hombros por la puerta grande de  la Monumental “Román Eduardo Sandia” de Mérida en su debut vestido de luces en el marco de la segunda novillada sin picadores de promoción de la escuela taurina “Humberto Álvarez”, celebrada el domingo 10 de julio, ante un bonito encierro de erales de Los Aranguez. El festejo, promocionado por la Gobernación del Estado, en unión de Corealsa, la escuela y aficionados locales, contó con mayor asistencia de público que en la primera ocasión, lo cual hace entrever que con un calendario continuado de festejos, se fomenta la afición para apoyar a los jóvenes valores de la tauromaquia merideña.

 

Abrió plaza el triunfador de la primera novillada, Camilo Cepeda, que vivió la otra cara de la moneda en este festejo al escuchar los tres avisos. A pesar de este aciago final, el joven aspirante destacó en una ceñida apertura por estatuarios y corrió la mano con gusto y temple por ambos pitones, ante un ejemplar noble. Su impericia con la espada y el descabello le privó de cortar una oreja.

 

Destellos y detalles interesantes apuntó Samuel Rivas, que destacó con el capote en dos buenas verónicas y un torero recorte. Muleta en mano, Rivas se desenvolvió con voluntad y poco oficio, algo lógico por demás. Logró en contados momentos lucirse en recortes, adornos y pintureros pases del desdén, sin embargo, su astado, soso, con la cara alta y embistiendo al paso, no le permitió confiarse en el toreo en redondo. A pesar de fallar con el acero dio una calurosa vuelta al ruedo.

 

David Osorio saludó con una larga cambiada de rodillas al tercero, al que lanceó ceñido a pies juntos. Osorio intentó hacer un toreo largo, con una clara voluntad de llevar por abajo a su oponente, cuajando algunos buenos muletazos por el pitón derecho. No pudo evitar enganchones y desarmes que deslucieron su voluntariosa actuación, demostrando ganas, afición y algunas carencias estéticas, por demás corregibles. Falló con los aceros en repetidas ocasiones.

Mal lo pasó el cuarto integrante del sexteto, Juan Pablo Marrades que denotó grandes carencias técnicas, manejando los engaños, lo cual se tradujo en enganchones, conatos de volteretas y poco lucimiento. El menos placeado del festejo sólo pudo poner una encomiable voluntad por agradar, pero su casi nulo conocimiento de los mínimos conceptos del toreo le hizo pasar un quinario. El manejo del acero, fue deficiente aunque breve, saludando una cariñosa ovación de un bondadoso público.

 

Sin opciones Juan Guillén que apuntó pero no pudo disparar, pues la pólvora se le mojó al eral de Los Aranguez. En lo poco que se le pudo apreciar al joven Guillén se le vieron buenas maneras, un saber estar en la plaza importante y sobre todo valor sin fisuras. Su antagonista, deslucido en extremo no dio para más. La vuelta al ruedo fue más por la voluntad mostrada que por realizaciones concretas.

 

En último lugar se presentó un joven que de seguir por este camino puede ser un torero importante, por su concepto, valor y buenas maneras. Se llama Alejandro Mejía y cortó las dos orejas del sexto eral del festejo, uno de los ejemplares más serios  y el mejor con diferencia. Para ser la primera vez que Mejía estoquea un novillo, se aprecian en él virtudes que son innatas en los toreros precoces, como la colocación, el sitio y el oficio, pues pareció tener más festejos en su haber, cuando sólo ha participado en tentaderos. Con buenos lances flexionando la rodilla saludó a “Merideño”, al que cuajó una faena en la que destacó por su entrega, buena colocación, temple y gusto. Adelantando el engaño, corriendo la mano y tocando con sutileza, sometió al encastado astado, que repitió con buen son. Lógicamente se observan en el novel aspirante ciertas carencias como no dejar en ocasiones la muleta puesta por delante para que el astado se termine de rebozar y siga el engaño con inercia, o quedar descolocado entre pase y pase, pero son detalles técnicos que a base de torear y entrenar se corrigen. Lo importante es el concepto, que resulta espléndido, por fondo (por lo bien que engancha y somete) y por forma (su estética es estupenda). Para rematar la grata impresión dejada al torear con capote y muleta, se volcó al entrar a matar y cobró una superior estocada de la que dobló el bravo caroreño, propiciando el corte de las dos orejas y la salida a hombros de un joven cuyo nombre, hay que apuntar: Alejandro Mejía.

 

Por último, anotarles un pequeño detalle a cinco de los novilleros en el brindis que les hiciera su compañero Juan Guillén. Todos salieron al tercio sin capote ni montera, lo cual puede parecer superficial, pero el torero ha de serlo siempre, y ahí esta la grandeza de la fiesta. Siempre al recibir un brindis o terminar el paseíllo, debe acompañarse de un capote, por torería y  simple eficacia, pues si recibiendo el brindis se arranca de improviso el novillo, ¿Cómo se defienden? ¿ a cuerpo limpio, como los forcados?

 

FICHA DE LA NOVILLADA

 

Plaza de toros de Mérida.

Domingo 10 de julio.

Segunda novillada sin picadores de promoción de la escuela taurina “Humberto Álvarez”.

Seis erales de Los Aranguez, desiguales de presentación y juego, siendo los mejor hechos y serios los corridos en tercer y sexto lugar. Noble el primero, flojo y complicado el segundo, encastado el tercero, difícil aunque encastado el cuarto, deslucido y descastado el quinto, bravo y noble el sexto.

Un cuarto de entrada en tarde agradable y fría.

Camilo Cepeda, de verde esmeralda y plata: Palmas tras tres avisos.

Samuel Rivas, de turquesa y azabache: Vuelta.

David Osorio, de lila y azabache: Vuelta tras aviso.

Juan Pablo Marrades, de azul marino y azabache: Saludos.

Juan Guillén, de salmón y plata: Vuelta.

Alejandro Mejía, de tabaco y azabache: Dos orejas.

Destacó en la brega y en banderillas Mauro David Pereira. Banderilleó con acierto a varios ejemplares el alumno de la escuela Jeyson Quintero “Finito de Mérida”. Alejandro Mejía recibió la placa de la revista “Tribuna Taurina” como triunfador de la novillada.