Agustín García Malla fue un matador de toros nacido en Vallecas el día 28 de agosto de 1886, fue labrador en la hacienda de sus padres y aunque sintió interés por la fiesta desde siempre se aventuró a los ruedos más bien tarde para la costumbre de la época. Sus primeras actuaciones datan de septiembre de 1907, actuando en su pueblo junto con su paisano Tomás Fernández, El Alfarerito, y resultó con una herida en la boca. El 27 de marzo de 1910 toma la alternativa en la plaza de Carabanchel, de manos de Lagartijillo Chico, el toro se respondía al nombre deMirando y era de Manuel García Aleas. Confirma en Madrid el 25 de mayo de 1911, con reses de Miura, siendo el padrino Machaquito y los testigos Vicente Pastor y Rafael El Gallo, pues se trataba de un festejo de ocho toros. De ahí en adelante toreó en las plazas más importantes de España e hizo varias excursiones a las repúblicas americanas. Desde 1912 figuró en el abono madrileño en todas las temporadas en las que estuvo activo, pero sus éxitos no pasaron de ser muy medianos.

Fue Agustín un torero de los llamados de valor, que destacaba por su empuje, amor propio y sobriedad en sus maneras. Toreaba con soltura de capa y estaba oportuno en quites. Banderilleando destacaba al quiebro. Y de muleta era un torero defensivo.

Fruto del valor que en ocasiones rozaba la temeridad, Mallita recibió numerosas y graves cornadas a lo largo de su carrera.

Donde destacaba nuestro torero era a la hora de matar, y probablemente gracias a ello se mantuvo en el candelero, llegando a ser considerado uno de los mejores estoqueadores de su época, certero, con estilo y marcando minuciosamente los tiempos. Si bien, José María de Cossío dice que le costaba mucho igualar a los toros.

Fue un torero habitual en las plazas del sur de Francia y en uno de sus cosos encontraría la muerte. El 4 de julio de 1920, en la plaza de Lunel, alternaba con José Gárate, Limeño. Los toros pertenecían a la torada francesa de Lescot. La corrida resultó mansa en parte y casi todos llegaron reservones a la muerte. Agustín García recibió una ovación al finiquitar a su primero de una corta. El quinto toro, negro zaino, tomó cuatro varas codiciosamente y mató dos caballos, quedando reservón en la muleta. El torero vallecano lo citó de rodillas tras el brindis, no acudió el animal y se acercó el torero temerariamente, y de repente derrotó el toro sobre el espada, lo enganchó por el pecho y lo corneó bárbaramente. Expiró un momento después en la enfermería, ya que la cornada, situada en el pecho, de abajo hacia arriba, interesaba el corazón.

El cadáver fue trasladado a Vallecas, donde recibió sepultura arropado por su pueblo, familiares y toreros de la época. El infortunado matador fue una persona modesta, de trato afable, muy querido por su pueblo; tres años antes de recibir la cornada mortal contrajo matrimonio con una mujer de Vallecas, tras siete años de noviazgo, con la que tenía el propósito de vivir en una retirada que ya planificaba puesto que la mella de las cornadas que había sufrido no eran en balde.

El archivo de Baldomero y Aguayo da fe de la magnitud del cortejo fúnebre que dio la última despedida a Agustín García Malla en su pueblo de Vallecas. Por la calidad de las imágenes e intensidad que trasmiten reproducimos varias de ellas.