La pájara que ha armado el médico veterinario ese y la que se le viene encima. El hombre se atrevió a echarle para atrás una corrida al dueño de una fortuna –dicen- estimada en más de quince mil seiscientos millones de dólares. Firme y con el valor espartano de un torero tremendista, el albéitar que se mantiene en lo suyo: Niguas, cinco de los ocho toros no cumplen con lo estipulado en el reglamento local y me vale, no son aceptados. Por este hecho, lo que procedía era que en un término de setenta y dos horas los de rechazo fueran reemplazados y que la corrida se diera el día diecinueve de enero, según estaba anunciada en los carteles.

Sin embargo, la empresa Espectáculos Taurinos de México, muy al estilo de una película de Francis Ford Coppola, reviró no sólo acatando la suspensión reglamentaria, sino comunicando a la afición meridana que interrumpen en definitiva toda la temporada para que se les quiten las ganas de tener una fiesta digna. Cualidad, ésta última, por demás anacrónica y que ya no se ve en ninguna plaza del país donde la prepotencia y la patanería son endémicas. El que desencadenó la tormenta fue el médico Ulises Zapata Léon, que desde su nombre y apellidos estaba predestinado a jugársela en plan master con un par de cojones tamaño héroe griego, fajado revolucionario mexicano y rey de la selva.

Por su parte, el representante de la empresa, el Matador Ricardo Sánchez, comentó a la prensa especializada que tomaron la decisión porque no están de acuerdo con los criterios del juez Zapata, ya que según ellos los cinco toros rechazados sí cumplían con el trapío reglamentario. Cabe apuntar que la ley está para cumplirse sin que importe el estar de acuerdo o no. A saber, los cornúpetas devueltos pertenecen a la ganadería de Begoña, que al igual que la empresa en cuestión, son propiedad del multimillonario Alberto Bailleres.

Los dimes y diretes vayan ustedes a saberlos. En esta lóbrega vecindad llamada México, no se puede meter la mano al fuego por nadie. Lo que está claro es la prepotencia manifiesta del berrinche. En el colmo de este neoliberalismo desbocado y cruel que sufrimos los mexicanos el mensaje es muy claro: O se adaptan a lo que los dueños del capital digamos o se van al carajo. Según las experiencias vividas por el que este artículo escribe en casi todas las plazas nacionales, es muy probable, que los toros no cumplieran con el trapío exigido por el reglamento, seguro se las querían dar con queso a los meridanos. Pero, al fin y al cabo, ese es un conflicto de interpretaciones. Lo legal y lo sensato era que los toros fueran cambiados y puerta, camino y Mondeño. Sin embargo, eso implicaría que uno de los hombres más ricos del mundo se sometiera a un reglamento gubernamental, y eso, en el sistema neoliberal rompe las reglas de un juego que, entre otras cosas, pregona el dominio de los corporativos sobre el gobierno y la exaltación del individuo en contraposición a la sociedad. Una exaltación, desde luego, insolidaria, buscando únicamente su propio beneficio, aplicando la ley del más fuerte y todavía, dar la vuelta al ruedo saludando al tendido.

Ahora, falta el último acto de este sainete, o sea, la reacción del gobierno municipal de Mérida. ¿Qué dice el reglamento respecto al incumplimiento del número de corridas pactadas y anunciadas?. ¿Se puede retirar la concesión de la plaza y dársela a otra empresa?. ¿Tendrán las joyas de la familia tan bien puestas como el Odiseo de los jueces taurinos que no fue totalmente palacio?. Habrá que esperar y verlo. También, queda estar a la expectativa por la reacción de la afición emeritense. A ver, si apoya a las autoridades y se queda con su dignidad y sin fiesta o cede -igual al resto de los aficionados del país- conformándose con una tauromaquia muy poco seria. Eso sí, harto verbenera, pedorra y divertida.

 

 

 

ProfesorCultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México