Metido en los dimes y diretes de la polémica si se deben permitir o no las corridas, asistí como ponente de los leales a
Defendí la trinchera a muleta y estoque sólo para confirmar lo que ya sabía de antemano: que es inútil exponer argumentos con quien no desea establecer comunicación. No faltó un asistente que en su propia conferencia alterna –el tipo pidió el micrófono para hacer una pregunta y al punto, por diez minutos nos recetó la historia de su vida, además de sus filias y sus fobias- no sé si con el ánimo de ofender u olvidando o ignorando demasiado, nos llamó hispanófilos. La cosa, lejos de molestar a los taurinos allí reunidos, exaltó el orgullo de nuestra identidad cultural. Basta un dedo de frente para reconocer que por nuestras venas mestizas corre sangre española y basta otro dedo para percibir las aportaciones de España a la cultura universal, así que más que ofendidos salimos ponderados. Los sensibles antitaurinos, como si llevaran la verdad sentada sobre el hombro, continuaron en su porfiado afán de imponer su voluntad. La próxima vez –si es que la hay- no perderé el tiempo en busca de argumentos a favor de la fiesta de toros, sino en defensa de la libertad.
Hasta ahí todo va de acuerdo a lo esperado. El choteo viene después de que te la has jugado como viejo soldado de un tercio español –no sé si captan el ácido-, de que has largado tus argumentos de lealtad a lo que amas entrañablemente y de que gratis has soportado los embates del enemigo. Entonces, llega el domingo y vas a
La pifia iba en crescendo. Sale el cuarto y es débilmente protestado. Zotoluco, que es un manojo de mañas, cobijado en tablas, le pega dos mantazos que acallan los silbidos del “irrespetable”. Acto seguido al tercio de banderillas, el diestro de Azcapotzalco liga una faena insulsa de medios pases, toreando a la distancia, dejando enganchar el trapo una y otra vez. A cambio de ello, el par de sirvientes que atienden el palco de la autoridad y que no saben más que obedecer al amo Herrerías, le regalan dos orejas. Manzanares, por su parte, ha comparecido displicente y apático. No viene de vena y a leguas se nota que no hará nada de nada. Por último, al fin te percatas de que lo de
Ha doblado el sexto y tiritando de frío permaneces en
Profesor Cultura y Arte Taurino
UPAEP
Puebla, México