Tengo muchos papeles, los míos y los heredados. El otro día me encontré con una copia de un contrato que se firmó el primero de agosto de 1916 entre don Manuel Martín Cruz, gerente de la Sociedad de Espectáculos Almerienses, y don Manuel Pineda y Romero, apoderado de José Gómez “Gallito”, para que el famoso diestro actuara los días 5 y 6 de septiembre de ese año en Almería, con toros de Guadalest y
Sin embargo falta la sorprendente cláusula número 14 de este contrato que, a la vez, es como un reglamento muy particular del señor Gómez Ortega. Es esta: “El Sr. Martín Cruz queda obligado a no permitir en los días en que han de celebrarse estas corridas que en la Plaza se introduzca algún aparato para impresionar películas con destino a proyecciones cinematográficas; pero si en contra de lo que aquí se establece resultase que, por distracciones de los empleados de la Empresa o cualquier otra causa, se contraviniese esta obligación, el Sr. Martín Cruz abonará al espada José Gómez “Gallito” la suma de 5 mil pesetas por cada vez que incurra en la falta de lo que aquí queda preceptuado”.
Han pasado casi cien años y parece que fue ayer. ¿Qué hubiera hecho “Joselito” con las televisiones de hoy? Hace unas semanas, un amigo me facilitó en vídeo la película de la faena de Antonio Ordóñez a un toro de Pablo Romero en Madrid. Se me “cayó el alma a los pies”. ¿Qué torero de cualquier tiempo puede resistir el examen frío y permanente de una película o un vídeo? Mucho de lo que significa el toreo es memoria y, sí se analizan los recuerdos con esta minuciosidad, el encanto se diluye como una nube de verano. ¿Comprenden, queridos lectores, a José Tomás?
Y pasamos al otro apartado, el de las palabras eternas. El lenguaje taurino es eterno y definitorio. Don José Ignacio Wert se ha hecho popular por ser el Ministro que quiere dignificar y unificar a los estudiantes de España en lo que llaman asignaturas troncales (del tronco común, España) y que en Cataluña puedan estudiar español en la misma proporción e intensidad que el catalán. Es un derecho de todos los españoles y me extraña muchísimo que un pueblo tan práctico como el catalán se niegue a facilitar el conocimiento de una lengua que hablan más de 500 millones de habitantes del Mundo. Y aquí viene la jauría humana a comerse al señor Wert, apellido no tan español. “Cataluña se enfrenta al ministro Wert”. Y a España y los españoles. Y a los taurinos ni los nombremos. Reacciona el señor Wert y dice con la fuerza de nuestro lenguaje: “Soy como el toro bravo y me crezco al castigo”. Me gusta que los ministros empleen el lenguaje taurino y no se escondan en el burladero. Y como acato los programas que me pone mi señora y dueña en la televisión de cada día, no hace mucho, me enteré de que en “El Secreto de Puente Viejo”, el señorito Olmo ha dejado embarazada a Pía y se refiere a su marido de forma despectiva: “Roque no es más que un tábano que quiere picar a un toro bravo”. En Aragón le quitamos el acento y lo dejamos en tabano, como aquello de que “en tiempo de los apostoles había unos barbaros que se subía a los arboles y se comían a los pajaros”. Menudo pájaro, gurrión de canalera, está hecho el señorito Olmo.
Y hace un par de domingos, Pedro J. Ramírez, en su carta semanal, para describir el fiasco del señor Arturo Mas puso cuatro ejemplos de grandes desengaños, el de Ambrosio y su carabina, el del emperador romano Vitelio, el del senador Bernard T. Casey y el de Joaquín Rodríguez Ortega, más conocido por “Cagancho” y su actuación en Almagro. No me parece justo: una mala tarde la tiene cualquiera y más “Cagancho”, al que un caricaturista de los años 30 del siglo pasado retrató sin dibujar su efigie. Dos ratones en un calabozo: “Las 8 de la tarde y “Cagancho” sin venir”. ¡Cómo sería cuando estaba inspirado que a Corrochano se le ocurrió aquello de “la talla de Montañes”, a
Prefiero hablar antes de estas cosas que de lo que cuentan los cronistas de hoy de los líos contractuales, de los pliegos de arrendamiento, lecciones prácticas, escuelas taurinas o del número de matadores en activo que había el año pasado: 756. Y me temo que, pese a algunas retiradas, la lista ha aumentado en el 2012. ¿Y la lista de ganaderos? Lo difícil es que unos y otros vivan del toro. Y la fiesta se mueve y vive por lo que crían los unos y los que los torean. Lo demás, músicas celestiales. En 1980 estaba yo en la Plaza de Toros de don Ramón Pignatelli de Zaragoza. Ya no existía la misericordia, luego vino la gestión interesada y, por capricho de un diputado del PSOE, la gestión directa. Creo que de esta etapa todavía no se han aclarado las cuentas. Dicen que el pueblo que no se sabe su historia está condenado a vivirla otra vez. ¡Ojo al parche!- que diría J.J. Padilla.
Artículo de
Periodista
Fundador de la Revista “Fiesta Española”
Escalera del Éxito 85