En el toro hay cosas que no cambian, han existido y nunca desaparecerán, es la afición que tiene las figuras y los mediáticos en desvivirse por ser retratados, entrevistados y escuchados enfundados en una capa de barniz intelectual para destacar en sus respectivas materias. Cuanto más grosera, exagerada, o provocadora, mucho mejor. La última es que los toreros, de guita grande, se pirrian por aparecer en las páginas couché de las revistas chismorreantes. La moda los ha descubierto un mundo mágico en donde lucir cara y cuerpo sin arriesgar un alamar y servir de reclamo «siete machista», previo pago de una leña importante. Así, Paquirri, su bros Cayetano, Morante, Manzanares, y algún «cuchufleto» más, aparecen con cierta asiduidad sin que los aficionados a los toros entendamos muy bien por qué, ¿será que necesitan un extra económico para llegar a fin de mes?. Si, los toreros de hoy pueden hacer moda. Están educados, se cortan las uñas de los pies y se rascan
Más difícil les resulta disimular la rigidez que muestran en ambientes extremos de elegancia, en ellos están atenazados por un miedo que reconocen mucho más cruel que un petardo en Madrid. Observamos que la mueca en los rostros son calcadas en todas las caras, monográficas, para evitar que se analice su comportamiento. En los saraos elegantes, nuestros ídolos taurinos parecen más una hagiografía que equilibrio natural.
Bien, estos fenómenos, con estos planteamientos pretendieron hacerse con el cotarro taurino y se reunieron en el ministerio de la cultura en busca de protagonismo y sin la menor intención de mejorar la situación de
A propósito, ¡que malas han sido la mayoría de las corridas de la feria de Sevilla! Los artistas afamados tampoco han colaborado. Todo el serial se fió a cuatro carteles de tirón. Ni Morante, ni
¡Que futuro más interesante tendrían el Molés y sus adheridos como relaciones públicas en unas pompas fúnebres.