
Los expertos de General Optica nos dan una serie de recomendaciones para proteger los ojos del viento y evitar que las molestias oculares se intensifiquen
El viento puede alterar el bienestar ocular de manera notable, especialmente cuando sopla con intensidad o durante largos periodos. Según los expertos de General Optica, líderes en el cuidado de la salud visual y auditiva, el movimiento constante del aire acelera la evaporación de la película lagrimal, una fina capa que mantiene la superficie ocular húmeda, estable y protegida frente a agresiones externas. Cuando esta película se reduce más de lo habitual, los ojos pierden parte de su defensa natural y es común experimentar sequedad, enrojecimiento, picor, sensación de arenilla o incluso episodios breves de visión borrosa que dificultan la comodidad visual.
Por otro lado, el viento no solo favorece la pérdida de humedad, sino que también transporta consigo polvo, polen, arena y distintas partículas irritantes que pueden depositarse en la superficie ocular. Esta combinación puede desencadenar reacciones inflamatorias e irritativas, similares a la conjuntivitis, especialmente en personas con alergias o con una mayor sensibilidad ambiental. A ello se añade que las corrientes frías pueden provocar una contracción momentánea de los vasos sanguíneos del ojo, generando molestias, aumento de la sensibilidad y disminución de la lubricación natural, lo que intensifica aún más la sensación de sequedad.
Con el objetivo de reducir estos efectos y evitar que las molestias derivadas del viento se agraven, los expertos de General Optica nos dan una serie de recomendaciones para proteger los ojos de ráfagas de aire y evitar que las molestias oculares se intensifiquen:
1. Evitar la exposición prolongada al viento
Procurar no permanecer demasiado tiempo en entornos donde las ráfagas son continuas es una de las medidas más eficaces para prevenir irritaciones. En días especialmente ventosos conviene reducir las actividades al aire libre, sobre todo si se tiene tendencia a padecer de ojo seco o alergias. En caso de no poder evitar la exposición, se recomienda desplazarse por zonas protegidas, como calles estrechas, pasillos entre edificios o áreas con vegetación densa, ya que estas barreras naturales reducen la fuerza del viento. Minimizar el contacto directo con el aire evita la deshidratación de la película lagrimal y disminuye el riesgo de incomodidad o daño ocular a largo plazo.
2. Utilizar gafas envolventes
Utilizar gafas envolventes que cubran completamente los laterales del rostro es fundamental para tener una buena protección en situaciones ventosas, ya que crean una barrera física que impide que el aire entre de forma directa. Este diseño envolvente ayuda a mantener estable la humedad natural del ojo, reduciendo la evaporación de la película lagrimal. Además, reduce de forma significativa la llegada de partículas como polvo, polen o pequeñas motas de suciedad que pueden irritar la superficie ocular.
Estas monturas no solo protegen frente a los elementos, también incorporan filtros UV que resultan esenciales para evitar que la radiación solar intensifique la sequedad ocular o produzca otras molestias visuales. Para que la protección sea realmente efectiva, es fundamental que las gafas tengan un ajuste firme pero cómodo, con patillas y un puente nasal diseñados para mantenerse en su lugar incluso en condiciones de viento fuerte. Si quedan huecos por los bordes, el viento puede colarse y disminuir su eficacia.
3. Usar gorro o visera para desviar el flujo de aire
Cubrir la parte superior de la cabeza con un gorro que se adapte bien o una visera amplia puede disminuir considerablemente la cantidad de viento que alcanza nuestros ojos. En días fríos, los gorros fabricados con lana, tejidos térmicos o materiales aislantes mantienen la temperatura del rostro y evitan que el aire helado intensifique la sequedad e irritación ocular. Las viseras rígidas o gorras con ala ancha aportan un bloqueo adicional frente a las partículas suspendidas en el ambiente. Para mayor seguridad, se recomienda elegir diseños que incluyan bandas elásticas o sistemas de ajuste para evitar que el viento los desplace.
4. Beber agua con regularidad
Beber agua con regularidad ayuda al organismo a producir lágrimas de forma equilibrada, lo que permite mantener la superficie ocular bien lubricada incluso cuando el viento favorece una evaporación más rápida de la humedad natural del ojo. Mantener una hidratación adecuada reduce la aparición de síntomas como escozor o sensación de sequedad, que suelen intensificarse en ambientes ventosos o con baja humedad. Como el cuerpo no siempre alerta de forma inmediata sobre la deshidratación, es aconsejable beber agua de forma regular a lo largo del día, aunque no se sienta sed. Así, los ojos contarán con la humedad necesaria para protegerse de manera eficaz frente a las condiciones ambientales adversas.
5. Parpadear con mayor frecuencia
Parpadear con mayor frecuencia resulta especialmente útil cuando el viento es muy fuerte, ya que la humedad que recubre la superficie del ojo se evapora con mayor rapidez y puede dejar la zona más expuesta y vulnerable. En cada parpadeo se extiende una nueva capa de lágrima sobre el ojo, renovando su hidratación y creando una barrera natural frente al aire. Si no se parpadea lo suficiente, la película lagrimal se rompe con facilidad y aparecen molestias como ardor, picor o sensación de arenilla.
6. Proteger nariz y boca con una bufanda o un pañuelo
Cubrir la parte inferior del rostro ayuda a disminuir la fuerza con la que el aire impacta en los ojos y genera un microambiente que preserva mejor la humedad ocular. Es fundamental optar por tejidos que permitan respirar con facilidad pero que ofrezcan suficiente densidad para frenar las corrientes, como algodón grueso, lana suave o fibras térmicas. Al ajustar correctamente el pañuelo o bufanda, se reduce la entrada directa del viento sin crear sensación de ahogo. Además, esta protección disminuye el riesgo de irritación generada por partículas transportadas por el aire.
7. Recurrir a lágrimas artificiales para reforzar la hidratación
Los lubricantes oculares actúan como una barrera temporal que compensa la pérdida acelerada de humedad causada por el viento. Aplicarlas antes de salir ofrece una protección inicial, mientras que utilizarlas después ayuda a aliviar irritaciones o limpiar pequeñas partículas que hayan entrado en el ojo. Para quienes padecen molestias crónicas, como ojo seco o alergias, llevar un frasco en el bolso o bolsillo es especialmente beneficioso. Las lágrimas artificiales permiten mantener la comodidad visual y disminuir notablemente las posibilidades de que aparezcan escozor o sensación de arenilla tras una exposición prolongada.
8. No frotar los ojos bajo ninguna circunstancia
Cuando se siente picor debido al viento, la reacción instintiva suele ser frotar los ojos, pero este gesto puede agravar la situación. Al hacerlo, se pueden introducir partículas en nuestros ojos o desplazar microorganismos presentes en las manos hacia la zona de los párpados. Esto aumenta el riesgo de infecciones, inflamaciones o pequeñas erosiones corneales. En caso de molestias, lo más adecuado es utilizar suero fisiológico, lágrimas artificiales o simplemente parpadear varias veces para ayudar a expulsar la partícula sin causar daño.
9. Modificar la dirección al caminar para evitar el viento frontal
Si el viento sopla directamente hacia el rostro, la sequedad ocular se intensifica debido a la rápida evaporación de la lágrima. Cambiar ligeramente el ángulo del cuerpo, girar la cabeza o caminar en una dirección que disminuya el impacto directo puede aliviar de manera inmediata la irritación. Esta estrategia, aunque sencilla, resulta especialmente útil durante ráfagas repentinas o en zonas donde el viento cambia de dirección con frecuencia, ya que evita que las corrientes golpeen directamente los ojos.
10. Realizar una higiene ocular suave tras la exposición
Al volver de un entorno con viento, limpiar la zona de los párpados y pestañas ayuda a eliminar restos de polvo, polen o suciedad que hayan quedado adheridos. Puede utilizarse agua tibia, gasas estériles o toallitas específicas para higiene ocular. Este sencillo gesto reduce la posibilidad de irritación posterior y favorece que el ojo recupere su equilibrio natural después de estar expuesto a corrientes de aire fuertes. Incorporar esta rutina resulta especialmente beneficioso para personas alérgicas o con ojos sensibles.
Y por supuesto, si en condiciones de viento se experimentan molestias oculares persistentes, como sequedad extrema, enrojecimiento, irritación o sensación de cuerpo extraño, es fundamental consultar a un especialista.
José Ramón García Baena, óptico-optometrista a cargo de Producto y Servicios de Salud Visual de General Optica, afirma: ”La exposición continua al viento puede tener un impacto notable en el bienestar de nuestros ojos, ya que favorece la sequedad, incrementa la irritación y puede generar enrojecimiento persistente. Por este motivo, desde General Optica consideramos fundamental ofrecer una serie de recomendaciones prácticas que ayuden a proteger los ojos frente a las corrientes de aire y a reducir las consecuencias que puede tener un entorno ventoso.”