Por Juan Miguel Núñez Batlles
Medio aforo cubierto en una novillada es una buena entrada; con el aliciente añadido de que la mayoría en el tendido es gente joven. Es lo que ha traído el efecto Morante, sus  genialidades artísticas abocadas a incontestables triunfos, además, claro está, del interés que viene despertando la actual hornada de novilleros por las mismas buenas condiciones que apuntan.

El sevillano Javier Zulueta es precisamente uno de los toreros nuevos más esperados gracias a la temporada que está cumpliendo.

Próximo a doctorarse en su Sevilla natal, prácticamente en un mes, en la Feria de San Miguel; su estilo se desenvuelve bajo los cánones de la más estricta ortodoxia.

Hoy, a las puertas de Madrid, territorio muy significativo en el toreo, ha vuelto a dejar claro lo que quiere y puede conseguir. Otro golpe en la mesa o llamada de atención. Y además sin despeinarse, según la expresión utilizada para elogiar la naturalidad, atributo de sinceridad y excelencia.

Dos faenas, las de Zulueta, cortadas por idéntico patrón, de suma limpieza y elegancia, amén de sazonar tan puro estilo con improvisados e ingeniosos remates entre tandas, todo por abajo y mucho más allá de los consabidos pases de pecho, que asimismo fueron magnífica rúbrica a lo que está considerado, y tal debe valorarse, como fundamental.

Muy bien Zulueta, aunque todavía, por ponerle un pero, podría estrecharse más en el embroque y en el trazo de los muletazos. No obstante, tiempo habrá para que la misma firmeza y serenidad que muestra ahora sean las que le lleven a ese terreno de pasión definitiva.

Y como resulta que con la espada, aquí sí es puro arrebato -un cañón, que se dice-, habrá que deducir que hay en Zulueta un importante torero en ciernes. Una oreja y una oreja, dos en total porque el presidente consideró no darle la segunda del quinto. Trofeos de mucha solidez para abrir la Puerta Grande.

El novillo que abrió plaza, blando hasta la desesperación, apenas permitió a Aarón Palacio esbozar detalles sueltos.

Ya el cuarto tuvo unas primeras embestidas más entonadas, claras y seguidas, que aprovechó Palacio para tirar, templar y ligar un par de series a derechas de notable enjundia. Toreo de calidad hasta que el astado perdió fuelle y el trasteo pasó ya a tener carácter estajanovista, a base de muletazos aislados y forzados. La espada por último se encargó de dejar todo en una simple ovación.

Nacho Torrejón estuvo tesonero con el primero de su lote, novillo que pronto se vino abajo haciendo inútiles todos los esfuerzos. El sexto en cambio le dió oportunidad de mostrar un buen concepto. Torero con oficio y buen gusto en la interpretación. Empero con la espada pasó un verdadero calvario.

Al final la foto de Zulueta a hombros trae mucha esperanza al toreo, también por la ingente chiquillería que formaba «la procesión». Figura a la vista.

FICHA DEL FESTEJO

Novillos de Casasola, bien presentados, casi una corrida de toros, pero justos de fuerzas; y de juego desigual, la mayoría viniéndose abajo en el último tercio.

Aarón Palacio: tres pinchazos y estocada baja (silencio); y tres pinchazos y estocada (ovación  tras aviso).

Javier Zulueta: estocada (oreja); y estocada (oreja con petición de la segunda).

Nacho Torrejón: cuatro pinchazos y estocada (silencio tras aviso); y cinco pinchazos y estocada caída (silencio tras aviso).

La plaza registró media entrada en tarde de mucho calor hasta el ecuador del festejo