LOS SEIS TOROS, PITADOS EN EL ARRASTRE, TUMBARON LA ILUSIÓN DEL TORERO CORDOBÉS Y DE LOS CIENTOS DE CORDOBESES QUE LE ACOMPAÑARON

CUATROCIENTOS CORDOBESES ARROPARON AL TORERO DEL ARRECIFE EN FECHA TAN SEÑALADA

 

Por:  Ladislao Rodríguez Galán – Escalera del Éxito 260   

Para el 21 de noviembre de 1993 (dos años después de tomar la alternativa en Córdoba) se fija la fecha para que «Finito de Córdoba» confirme la alternativa en la plaza de toros monumental de México ( la que se construyó e inauguró «Manolete» porque la del Toreo quedaba chica para las actuaciones del IV Califa).

Desde que se anunció la fecha el ambiente en nuestra ciudad era un clamor. El presidente de la peña de «Finito», Manuel Cuevas, un hombre activo como pocos, se encargó de organizar el viaje a tierras aztecas. La intención era no dejar solo al joven torero en tarde de tanta responsabilidad. Así que desde primera hora la solicitud de plazas para el vuelo a México era incesante. En principio se fletó un avión pero ante la avalancha de aficionados hubo de contar con un segundo aparato. En total fueron algo más de cuatrocientos cordobeses los que cruzaron el charco para arropar a Juan Serrano «Finito de Córdoba».

Los vuelos salieron de Madrid. Una vez en México D.F. la expedición se dividió y cada avión contaba con un hotel. El torero tuvo el detalle de visitar a ambos grupos en sus respectivos hoteles.

Y aunque la corrida estaba fijada para el día 21, el día anterior, el 20, «Finito» hizo el paseíllo en San Luis Potosí, a donde nos trasladamos Manuel Rodríguez Moyano, Vicente Raya, Ángel Mendieta y quien hilvana estas líneas. El torero saldó la tarde con una ovacionada vuelta al ruedo en su primero y en el segundo saludó desde los medios. Fue un aperitivo para el día grande, el siguiente.

El día amaneció muy luminoso y desde primeras horas de la mañana los puestos de recuerdos y detalles taurinos jalonaban la plaza. Nos agradó ver uno con una torre de sombreros cordobeses.

Es oportuno reflejar que en México la fiesta de los toros se vive con una pasión desmesurada y que  «Manolete» parece que ha tomado café el día de antes. Que admiradores tan grandes del torero de Santa Marina. Yo me llevé cuatrocientas postales del mausoleo de «Manolete» del cementerio de Ntra. Sra. de la Salud y cuando se las regalaba a la gente se santiguaban y la besaban con un cariño tremendo.

Pues bien. Como se trataba de la corrida inaugural de la temporada, los aledaños de la plaza eran un hervidero de gentes que iban y venían.

Una vez dentro el espectáculo era inenarrable. Ya por la mañana habíamos asistido a la misa que se oficia en el centro del ruedo y habíamos podido comprobar la enormidad del coso. Pero lleno de público era otro cantar. Se perdía la vista mirando hacia arriba.

Cuando en un momento del festejo subí a todo lo alto del coso para tomar unas fotos panorámicas, comprendí la frase de «Manolete» la tarde de la inauguración. Cuando el gran torero salió por la puerta de cuadrillas y miró hacia arriba comentó » Y aquellos a que han venido». La verdad es que apenas se observan los detalles desde tan celestial altura. «Manolete» tenía razón.

Por la mañana, el astuto de Cuevas se las ingenió para que al primer toro de Juan le cambiaran su nombre de nacimiento por el de «Califa». Era un toro de mediana presencia marcado con el número 107, de cuatro años y con un peso de 533 kilos.

Tras el paseíllo el torero del Arrecife tuvo que salir a los medios a saludar correspondiendo a la atronadora ovación que lo recibió. Juan invitó a salir a sus compañeros de cartel Miguel Espinosa «Armillita Chico» y Manuel Mejías a compartir el estruendoso recibimiento.

Posteriormente, cuando saltó al ruedo «Califa», le enjaretó un puñado de verónicas que pusieron al público en pié. La tarde se preveía triunfal pero cá. Ahí quedó todo. Los seis toros, del hierro de San Martín, salieron mansurrones, sin casta y con las fuerzas justas. Todos fueron pitados en el arrastre. Una pena que habiendo toreros dispuestos el ganado no colaborara en absoluto. Que vamos a hacer así son las cosas.En este primero,  fue silenciada su labor. Y en el que cerró plaza, tras recibir un aviso, el tendido dividió sus opiniones. Hay que matizar que en ambos se aperreó con los aceros y eso puso al público de los nervios. «Armillita», por su parte, cosechó dos broncas fenomenales y Manuel Mejías una oreja y silencio.La tarde no salió como todos esperábamos. Pero los cordobeses que nos desplazamos a México nunca olvidaremos este viaje por dos motivos fundamentales: primero, tuvimos la ocasión de estar en la plaza de toros más grande del mundo, y segundo, disfrutamos de la gastronomía, la cultura y lugares de ensueño de México en la ruta que realizamos por el País los días posteriores.

Siempre se ha dicho que las penas con pan son menos penas. Y la verdad es que el viaje, a pesar de todo, mereció la pena.