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En este país la memoria histórica es frágil, olvidadiza y en muchas ocasiones ingrata con la mayoría de sus protagonistas. Es lo que ocurre con Manuel Rodríguez “Manolete” y la Plaza de Toros Monumental de Barcelona, que fue un auténtico talismán de la buena suerte para el torero cordobés y el lugar donde más veces actuó del mundo: allí dio 70  espectáculos. Sin embargo dentro de pocos días el Parlamento catalán seguramente aprobará una ley que prohíba los espectáculos taurinos para siempre en toda la región catalana, sin ni siquiera ponderar con respeto y consideración, el peso que la afición catalana ha tenido y tiene en la Tauromaquia en España. Estas cosas no son nuevas pues a penas nadie en este país sabe o recuerda la gesta heroica que en 1858 llevó a cabo el coronel Carlos Palanca en la Conchichina (lo que mas tarde conocimos como Vietnam), que la conquistó para los franceses con apenas dos compañías, ni las muertes, sufrimientos y esfuerzos que aquel logro supuso a un puñado de españoles valientes. Tampoco nadie recuerda la campaña militar del general Juan Prim y Prats en 1861 en México, cuando al frente de las tropas españolas tuvo que ir allí a defender los intereses españoles sin interferir en la independencia del gobierno mexicano.

La historia y la vida de este país esta plagada de ejemplos como los citados, pero me quiero circunscribir hoy solo al idilio y a la complicidad que hubo entre Manolete y la afición catalana de la Monumental de Barcelona. La primera vez que Manolete actuó en Barcelona fue en la Plaza de las Arenas, el 22 y el 24 de julio de 1933, formando parte del espectáculo de la banda-cómico-musical-taurina “Los Califas”. Manolete participó en la parte seria, junto al becerrista Juan Luis Ruiz, matando un becerro de la ganadería de Florentino Sotomayor,  y “apuntando maneras de torero” según decía el cronista de El Noticiero Universal, José Mª Hernández. El empresario de la Plaza era Pedro Balañá Espinós y se dio cuenta de que en Manolete había algo nuevo y distinto a los demás toreros. Un estilo muy personal con aires de novedad. Lo cierto es que en esas actuaciones primeras el público catalán lo estimuló mucho con su apoyo, un preludio de su feliz encuentro con Barcelona. El mes de julio en que actuó por primera vez en Barcelona, fue siempre un buen mes para Manolete, un mes que siempre le dio muchas alegrías y compensaciones. En esas fechas por cierto y tras su actuación en Barcelona, Manolete se asoma a Francia  y torea una nocturna en Arlés con la empresa Sauze. Según Manuel Quiroga Abarca, esta fue la primera vez que Manolete viste un traje de luces (José Luis de Córdoba cuenta sin embargo que la primera vez fue en Córdoba el sábado 12 de agosto de 1933). En Arlés actuó con una cuadrilla integrada por Rafael Morales “Piripi” y dos hermanos franceses apellidados Gárcene. Intervino más tarde en Nimes en otro festejo análogo, simulando en ambos la suerte de matar.

Tras su participación en la Guerra Civil y una vez tomada la alternativa en Sevilla el 17 de julio de 1939 de manos de Chicuelo, el 12 de octubre de ese año confirma en Madrid, actúa en Barcelona donde no toreaba desde su época en Los Califas. Esto ocurre un domingo a principios de octubre de ese año. Con cuatro toros de Atanasio Fernández  y dos   de Cobaleda. Obtuvo un rotundo triunfo y la Ciudad Condal se convirtió así desde entonces en la madrina espiritual del diestro de Córdoba, protectora de sus triunfales campañas. Desde entonces Manolete adoptó la Plaza de Barcelona como su plaza, la que le oxigenó, la que le da ánimos cada temporada, y a la afición barcelonesa como su favorita, ya que unánimemente era una incondicional del torero cordobés. Cada vez que iba a Barcelona estaba rodeado con un grupo de amigos catalanes que siempre le arroparon y le mostraron su admiración y cariño. Estoy hablando de  Pepe Berard, representante en aquellos días de la firma González y Byass, Ernesto Oresanz (Tito Ernesto, para los amigos), el teniente coronel de Artillería con quien Manolete sirvió en la guerra, Santiago Barceló, el doctor Fernández Boado y el escritor taurino que mas tarde escribiría su biografía, Manuel Quiroga Abarca. Barcelona pues se convirtió en un referente buscado cada temporada por el torero llegando actuar allí a lo largo de toda su carrera 70 veces. Muchas si tenemos en cuenta que en Valencia toreó 34, 26 en Madrid, 20 en Sevilla, 19 en Zaragoza, 18 en Bilbao y solo 13 en Córdoba su ciudad, una plaza con la que nunca llegó a entenderse, por decirlo de alguna manera. Fue en Barcelona, el 6 de junio de 1945, en la única plaza en que un público enardecido y rendido a sus pies, le pide que le den al torero “el toro entero”, para recompensar su extraordinaria actuación.

En Barcelona resultó cogido una sola vez, un puntazo en la espalda, el 22 de mayo de 1941, con toros de Domecq, alternando con Juanito Belmonte y “Gallito”.   Manolete otorgó en esta Plaza cuatro alternativas: a Manuel Martín Vázquez (6de julio de 1941), a Emiliano de la Casa “Morenito de Talavera” (el 14 de mayo de 1942), a Eugenio Fernández “Angelete” (el 13 de octubre de 1943) y a Rafael Llorente (el 30 de agosto de 1945).

En 1947, año en que resulto cogido de muerte en Linares, Manolete inició también en Barcelona su temporada, el 22 de junio, con toros de Fermín Bohórquez, y alternó aquel día con Juanito Belmonte y Rafael Boni. Cortó 2 orejas y un rabo. Repite el 6 de julio con toros de Urquijo y Escudero Calvo, junto a Gitanillo y el Andaluz, logrando cortar dos orejas. Barcelona fue siempre para él un referente de suerte y triunfos y sentía a la Monumental como su madrina de la suerte, pero pudo más el toro de Miura Islero en Linares. Como dato estadístico curioso baste apuntar que fue  Pepe Luis Vázquez el torero que más veces alternó con Manolete 120 veces seguido de Juanito Belmonte que lo hizo en 112 ocasiones. Barcelona pues fue una de esas plazas que marcaron la carrera taurina del torero mas grande que jamás ha existido. En la ruta taurina de Manolete podemos considerar que pudieran haber existido como diez etapas fundamentales. Son en orden cronológico: su primer éxito en Córdoba; los triunfos novilleriles en Sevilla; la alternativa y la confirmación; la presentación en Barcelona; los primeros éxitos madrileños; las 17 actuaciones barcelonesas de 1941; la Feria de julio en Valencia (1942); los cinco triunfos apoteósicos de 1944 en la Plaza de Madrid, que acaba en la corrida de la Asociación de la Prensa, y la Feria de abril sevillana de 1945 que culmina con sus actuaciones en Toledo y Barcelona. A través de estas 10 etapas Manolete tuvo una constancia tan enorme en el éxito y un despego tan absoluto al fracaso, que hizo posible un nuevo aforismo: él no hizo una lidia para cada toro, sino que de cualquier toro hizo su lidia. Fue un torero que hizo pasar por su muleta a casi todos los toros de todas las ganaderías, y en Barcelona fue además donde se acuño esa frase taurina que luego algunos aficionados de cada época han adoptado para ponderar  al torero de su preferencias: “Hoy torea Manolete…y dos más”. El torero de Córdoba triunfó en Barcelona como ningún torero en la historia ha triunfado, precisamente por eso José Tomás, que es un profundo admirador de su toreo  ha elegido esta plaza para iniciar y acabar todos los años su temporada, siguiendo además estelas dejadas por Manolete en Málaga y Linares.

Sirvan pues estos apuntes plasmados a vuelapluma en este caluroso verano, mas con el corazón que con la razón, para   reivindicar la Plaza Monumental de Barcelona y para homenajear el nombre de Manolete y a una afición que no se merece a los políticos que les representan en las instituciones catalanas, pues desde hace años y en lo que respecta a la Fiesta de los toros, se están conduciendo mas por intereses demagógicos y electoralistas que representando los intereses generales de los catalanes. Dicho queda.