Fuente: Los toros dan y quitan

JERÓNIMO DE LA CRUZ "BARQUERO"Cortesía del historiador taurino Rafael Gómez Lozano
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Matador de toros oriundo de San Fernando (Cádiz) y nacido hacia el año de 1782,  y que vivió en México, fue gravemente corneado en los festejos de la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, México,  el 2 de abril de 1822 en la llamada Plaza de Toros Rea, muriendo a resultas de las heridas después de 6 días de agonía el 8 de abril de 1822.

Fuentes: Crónica de d. Juan José Zaldívar Ortega;  ; Accidentes Oculares en la Tauromaquia de 1801 a 1941 Doctores Puertas y Celis;  Efemérides del 8 de abril de 1922 en


Cortesía del historiador Rafael Gómez Lozano
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Juan Moreno Castro, historiador propietario de la página web taurina “Blanco y Oro” (http://blancoyoro.blogspot.com), refiere: «BARQUERO» (Jerónimo Cruz) – (1790?-1822). Torero nacido en San  Fernando (Cádiz)  a finales de 1700. Vivía en México. Corneado en Rea-Mazatlán (México) el 2 de abril de 1822 y murió el 8 de abril de 1822.

El erudito taurino, don Juan José de Bonifaz Ybarra,  refiere al respecto de esta víctima de la fiesta, que << Fue mucho más conocido en los ruedos mexicanos que en los de su patria el gaditano, de San Fernando, Jerónimo de la Cruz (Barquero). Y en uno de aquéllos, en el de Mazatlán, caería mortalmente herido el 2 de abril de 1922. El fallecimiento tuvo lugar el día 9 de los citados mes y año. »

Como observamos, existe una diferencia de 100 años posteriores en la fecha señalada por el maestro Bonifaz, lo cual coincide también con el afamado cronista «José Alameda», quien refiere en su obra «Crónicas de Sangre» que » un novillero conocido como «el Barquero» falleció el 2 de abril de 1922 en la plaza de Mazatlán, Sinaloa, México a resultas de la cogida de un toro de la dehesa de J.Conde «, por lo que queda en suspenso la fecha de su muerte hasta que sea validado por los nuevos estudiosos de la fiesta en México, quienes tienen la posibilidad de abundar en las investigaciones en esa bella ciudad del pacífico mexicano.

Don Joaquín López, el sabio cronista de Teacapán, Sinaloa, México nos obsequia con una muy bien documentada investigación de su autoría que titula: «Muerte de Plazas y un Torero en Mazatlán», donde viene a confirmar que la fecha del fallecimiento de Jerónimo de la Cruz «el Barquero» acaeció en 1922, por lo que también la fecha y lugar de nacimiento que consignan la mayoría de los cronistas quedaría en entredicho. A continuación, pego tal cual esta joya, para deleite de los historiógrafos de todo el orbe: Ya han transcurrido 485 años desde que se celebrara la primera corrida de toros en México; López de Gómara registra la primera corrida al regreso de Hernán Cortez de Las Hibueras (Guatemala), al tiempo que le llegaban noticias de una orden de residencia «dos o tres días después, que era día de San Juan Bautista estando corriendo toros en Méjico, le llegó otro mensajero con carta del licenciado Luís Ponce y con una del Emperador, por las cuáles supo a que venían». La fiesta de toros se mantuvo, hasta hace quizá un cuarto del siglo, como la fiesta máxima pues hasta en los pueblos más remotos se recibía a los toreros con júbilo. La prohibición de las corridas en países anglosajones empujó a escritores de la talla de D. H. Lawrence y Ernest Hemingway a explorar el arte de la tauromaquia; aseguraba este último que el toreo no es un deporte, según entienden esta palabra los anglosajones, al no ser competencia entre iguales o siquiera «intento de una competencia entre iguales entre un toro y un hombre». Hemingway lo consideraba más bien una tragedia donde «la muerte del toro, la cual se juega, más o menos bien, por el toro y el hombre involucrados, en donde hay peligro para el hombre pero muerte segura para el animal». Mazatlán conserva una larga tradición por la fiesta brava siendo «una de las plazas más taurinas del País» ; su calle «del Sacrificio» y sus «plazas» están ligadas a la celebración de la fiesta brava. Incontables diestros españoles y propios torearon en sus ruedos, como Guillermo Danglada, nacido aquí en 1888 y cuyo padrino fue Rodolfo Gaona. El Dr. Baltazar Izaguirre, mazatleco especialista en lepra y cronista taurino, era amigo de Aureliano Urrutia, cirujano que salvó la vida a Gaona, cornado en Puebla en 1908. Urrutia fue también un sanguinario Secretario de Gobernación al servicio de su compadre Victoriano Huerta. «El Güero» Izaguirre intervino directamente con él, salvando del patíbulo al diputado J. Felipe Valle, Manuel D. Millán, Joaquín Millán hijo, Pedro Osio y otros mazatlecos encarcelados por sedición en la Ciudad de México . José Ramón Tirado Robles, (1932-2010), «de los Tirado de la Palma», uno de los dos esposos toreros de Lola Beltrán, fue «el antecedente inmediato de El Cordobés, cuyo apoderado, Rafael Sánchez El Pipo, llevó primero los poderes de José Ramón en España» , país donde el mazatleco brilló. Tirado falleció hace poco en Los Ángeles. Manuel Laveaga, descendiente de españoles mineros en Tayoltita, Durango en los albores del siglo XIX, nació en Mazatlán, fue apadrinado por Eloy Cavazos en Culiacán y actualmente reside en España. Circula en Internet un error biográfico garrafal en mundotoro.com y otros, que sostienen que Laveaga nació en Culiacán; Contrariado, uno de sus hermanos precisa que nació en el Sanatorio Mazatlán. El error surge al recibir la alternativa en Culiacán y alguien lo agrega como su lugar de origen. El historiador Oses Cole, dice que Milo M. Quaife reportó la existencia de un coso taurino donde hoy opera la oficina de correos de Mazatlán del entonces cónsul norteamericano Arthur De Cima. En 1898, dos cuadras al norte, funcionó la Plaza del Carnaval donde a unos meses de su demolición, se presentó el torero y caballista de fama internacional Ponciano Díaz . En Octubre de ese año, aparece el coso del empresario mortuorio Luis Rea, en un predio adquirido del consorcio alemán Casa Melchers; casi simultáneamente la plaza «Colón» abrió sus puertas frente al Hospital Civil, y en 1901 la «Plaza Bellavista» se construyó cerca de la Playa Norte por el torero y empresario Atanasio López . Sánchez Hidalgo menciona uno más construido por un viejo torero español apodado el «Niño del Guarda» por el barrio del Puente de la Huaca cerca del rastro, un torero que nada tenía de niño y mucho menos de guarda. Oses Cole dice que en la «Plaza Bellavista» se presentaron incluso toreros chinos; colonos extranjeros entonces dueños de comercios y lavanderías. A mediados del siglo XX la ciudad se expande hacia el norte y se funda El Lienzo del Charro de la Colonia Juárez, mudo testigo del arte que mostrara durante la corrida del Carnaval Manuel Benítez, El Cordobés. Un joven que recién cumplía los quince años y era el encargado de mover los toros hacia el ruedo, conocido por su origen como «El San Marqueño», me dice que hubo un lleno total en una plaza a la que se le tuvo que agregar entablillados para meter más gente. El Cordobés dio tal faena que indultó al último toro, momento que aprovechó el chiquillo para lanzarse al ruedo con su capote logrando la hazaña de dar un pase al toro, antes de ser retirado por la policía por ordenes de Manolo Osuna Sánchez. Aquello captó la atención del público que ovacionó su osadía; aunque era una falta de respeto hacia El Cordobés, este no se molestó. El San Marqueño recogió el dinero que el público le arrojó y todavía se dio el lujo de acompañar a la cuadrilla española al aeropuerto donde «El Cordobés» abordaría su propio jet; en el trayecto, dice, le ofrecieron empleo y la promesa de enseñarlo a torear. Con la expansión del turismo en el puerto, se ampliaron las posibilidades para un coso más acorde, además, como casi todos los visitantes extranjeros nunca habían estado en una corrida, el hacerlo era como una «obligación»; fue así como nació la plaza Eduardo Fontanet y era tanta la asistencia que había suficiente clientela para otro coso portátil del empresario taurino Lic. Capaceta, armado frente al hotel Holiday Inn, ambos presentaban grandes carteleras. Con la discontinuidad de la tradición viene el cese de la presentación de toreros de renombre pues a últimas fechas se ha reducido a rejoneadores y el famoso conjunto de los «Forcados Mazatlecos», organizados originalmente por Manolo Laveaga y otros mazatlecos como el cabo René Tirado. José Alameda, en «Crónica de Sangre» , anota que el 2 de abril de 1922 en Mazatlán fue cornado el novillero Jerónimo Cruz alias el «Barquero» y cuyo toro homicida provenía de la ganadería de J. Conde; este es el único torero del que se tiene noticia haya muerto por cornada en un coso mazatleco. La fecha conmemora la derrota de los franceses en Puebla por el ejército mexicano al mando del general Porfirio Díaz en 1867, incluso, al dictador se le conocía como el de «Héroe del 2 de Abril». Varios historiadores del toreo afirman equívocamente que Barquero nació en San Fernando de Cádiz en 1782 siendo cornado en Mazatlán el 2 de abril de 1822, muriendo a resultas de las heridas 6 días después ; al amparo del simbolismo del 2 de Abril y la obra de Joaquín Sánchez Hidalgo Villalobos despejaremos dudas, confirmando y ampliando los datos de Alameda. La plaza Rea, sitio donde fue cornado «Barquero», estaba frente al Panteón de los «Protestantes», hoy parque «Ángel Flores» y cercano a una fábrica de cerveza, época de la que Sánchez Hidalgo dice: «Por el ambiente taurino de Mazatlán, desfilaron casi todas las medianías de coletudos que llegaban al País de España; recuerdo entre los matadores a Cervera Prieto, el Colorín, el Camaleño, Varita, Algabeño, el Cheché, (…) entre muchos otros…» «Junto con los matadores venían sus banderilleros y picadores de pintorescos alias: el Farfán, el Rizao, el Trescalés, el Chicorrito y muchos más, que deambulaban por calles y plazuelas vestidos de «Majos» con pantalones ajustados a caderas y busto; faja de seda de color detonante a la altura del pecho; camisas bordadas con encajes, alamares y botones de «vidriantes»; chaquetilla corta de terciopelo; sombrero calañez en forma de queso; grueso bastón y enorme puro en los labios, contoneándose salerosamente, con lo que las pollas mazatlecas de entonces, se volvían locas por sus «andares». En otra referencia leemos sobre el arribo de «Barquero» cuando llegó «un sevillano, llamado Antonio Ortiz, alias el «Morito» y otro que respondía cuando lo llamaban Gerónimo (sic) Cruz, alias «El Barquero» y que era aragonés por los cuatro costados», dato que contradice que era «oriundo de San Fernando (Cádiz) y nacido hacia el año de 1782» Lo correcto entonces sería nacido en 1882 en Aragón. «No quiero entrar en detalles acerca de su arte, por que la estrechez de esta relación no me lo permite; pero sí les digo que el primero practicaba la alegre, espectacular y artística escuela sevillana y el segundo con su estilo seco, pero efectivo de torear, seguía la escuela rondeña, que son distintas hasta por la forma de tomar el capote; según dicen los entendidos en materias taurinas». Es probable que el origen de Barquero se haya confundido con su estilo sevillano de torear. «Los dos toreros que aquí entre nos, eran buenas gentes y perfectos caballeros, contrajeron matrimonio civil y eclesiástico, con dos bellas señoritas mazatlecas, miembros de conocidas familias y establecieron su hogar, radicándose en la ciudad, terminando así sus actividades taurófilas». «Tanto el Morito como el Barquero, adquirieron por su matrimonio sendas propiedades; el primero un rancho situado cerca de Villa Unión y el segundo fincas urbanas ubicadas en un lugar que no quiero acordarme…» En conversación personal con el Profesor Luís Robertson me confió que en los años veintes, su tía abuela Bessie Bunker Hart, de ascendencia alemana, tuvo amores con el «El Morito», propietario del rancho «Las Labradas», Thomas Robertson, hijo de la Sra. Bunker le había enviado $5,000 pesos con instrucciones de comprarle una casa frente al mar, pero que en su lugar adquirió el rancho del amante. Aurelio de los Reyes descubrió recientemente un rarísimo programa de toros que hiciera el célebre impresor José Guadalupe Posada donde «la corrida del 29 de octubre de 1905, para la Plaza de Toros México, anunciaba con bombo y platillos la «Presentación del valiente matador de toros Antonio Ortiz » Morito» .» Pero regresemos a lo que el cronista nos tiene que decir sobre la tragedia del Barquero, «Por aquel tiempo llegó en mala hora a Mazatlán, un viejo torero a quien apodaban Paquiro, que era muy amigo del Barquero y que, de paso para la Baja California, venía en muy malas condiciones pecuniarias». «Gerónimo que había hecho conmigo una gran amistad y que tenía un gran corazón, procedió incontinenti a organizar una corrida de toros a beneficio del mentado Paquiro, como ayuda para su amigo y paisano, a quien conocía desde su niñez, según me platicó el mismo Barquero y, tan buen amigo era, que se brindó a torear dos de los cuatro bureles que se pidieron al Estado de Nayarit, entre los cuales mandaron un enorme torazo de seis años, a quien habían puesto el mote de Canario debido a su color, pero que ya había sido toreado y por lo tanto era sumamente peligroso volverlo a lidiar; cosa que a nuestros toreros no pareció impresionar mucho, a lo menos no lo demostraron; pero sí nos dio qué pensar a varios aficionados y a mi, que temíamos que pasara, como pasó, un desaguisado de consecuencias.» Sobre esto de los toros que ya han sido lidiados con anterioridad dice Hemingway: «La lidia de toros se basa en el hecho de que es el primer encuentro entre el animal salvaje y un hombre a pie. Esta es la premisa fundamental de la lidia moderna; que el toro nunca antes haya estado en coso alguno. En los albores del toreo, a los toros les era permitido lidiar de nuevo y fueron tantos los hombres que murieron en el ruedo que el 20 de noviembre de 1567, el Papa Pío V emitió una bula papal excomulgando a todo aquél príncipe cristiano que permitiera corridas de toros en sus países y negando los santos óleos a cualquier persona que muriera en el ruedo. La Iglesia sólo accedió a tolerar las corridas de toros, las cuales continuaron normalmente en España a pesar de la bula, cuando se acordó que los toros sólo deberían aparecer una sola vez en el ruedo». Nueva España, según Bernal Díaz del Castillo, sí observó la bula papal. «Yo traté de disuadir al Barquero para que no volviera a los ruedos después de varios años de haber abandonado la profesión; le hice notar que sus facultades habían mermado con la edad (…) pero a eso me contestó Gerónimo muy salerosamente: mía niño, (el niño era yo), yo etoy entoavía frente ar toro, ma quieto, ma quieto… que si etuviera inmóvil», y describía una verónica muy ceñida ante un toro imaginario y, por lo tanto no me fue posible hacer más, para que desistiera de la aventura; el mismo torero estaba marcando su destino». «La tarde de la corrida el Barquero, con aquel corazón que no le cabía en el pecho; con la hombría digna de mejor suerte y con su arte seco, pero seguro, lidió y mató al primer toro, pues su antigüedad así lo autorizaba sobre el Paquiro; y a este le correspondió un segundo lugar el famoso Canario, que desde que salió por la puerta de los chiqueros, demostró a las claras la mala clase que se traía y para no alargarles el cuento, cuando el Paquiro a la hora de matarlo se vio comprometido en un lance, el Barquero, por compañerismo, por su amistad, por la mala suerte o por que el destino así lo había marcado, ya que el toro no le correspondía, en un quite que le hizo el Paquiro, fue cogido por el Canario, zarandeado en la punta de las astas y arrojado como un costal viejo contra el redondel.» «El pobre Barquero falleció en una cama del antiguo Hospital Civil a resultas de la cogida que era mortal de necesidad, según nos explicó el Director del Nosocomio Dr. Adolfo Lizárraga, a otro aficionado y a mí». «Así acabó sus días mi buen amigo, el bravo torero rondeño, Gerónimo Cruz, alias el Barquero Q.E.P.D. y que tanto amaba a Mazatlán.» En otra ocasión platicaremos de Pedro Espejo, un torero sevillano que casi tomó carta de naturalización en Mazatlán y la suspensión de las corridas de toros en México en los tiempos de Carranza y la corrida en honor a los marinos sudamericanos y cubanos que trajeron los restos del poeta Amado Nervo a México. Termino con la frase que escuchaba en la radio en la voz del cronista Pepe Alameda: «El toreo no es graciosa huída, sino apasionada entrega».
Fuentes:
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Sánchez Hidalgo Villalobos, Joaquín, Mazatlán de Antaño (Venadolandia); 2ª edición privada, México, 1959. pp. 102
Olea Héctor R. Breve Historia de la Revolución en Sinaloa. Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México 1964. pp. 53.
Páez, Leonardo, cita a Mario Peñalosa en el periódico La Jornada, México, 12/4/2010.
Sánchez Hidalgo Villalobos, Joaquín, Íbid. Pp. 102.
Cole Insunza, Oses Las Viejas Calles de Mazatlán, edición Privada. Culiacán, 2004 Alameda José, Crónica de Sangre, 400 cornadas Mortales y algunas más; Grijalbo, México, 1981.
www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=182, www.fiestabrava.es/pdfs/BGR2-1.pdf, http://www.oftalmo.com/ergo/ergo1999/01.htm, http://taurofilia.blogspot.com/2007/04/efemrides-taurinas-del-8-de-abril.htm,
Sánchez Hidalgo Villalobos, Joaquín, Íbid.
http://www.lostorosdanyquitan.com/bios.php?p=1
Curiel, Gustavo, Revista Electrónica Imágenes del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. http://www.esteticas.unam.mx/revista_imagenes/rastros/ras_curiel08.html Hemingway, Ernest, Ibíd. pp. 25.