Nuevo e importante triunfo de Diego Silveti, esta vez, en la primera corrida de Moroleón, celebrada el 15 de enero. Con casi lleno en los tendidos, no pudo actuar por lesión Sebastián Castella, lesionado días antes en la feria colombiana de Manizales, siendo sustituido por Zotoluco y Fermín Rivera, componiéndose el festejo con ocho toros. Los astados fueron de Pepe Garfias, de juego variado, y un sobrero, lidiado en tercer lugar, de Marrón.
El resultado de los toreros fue el siguiente: Zotoculo, oreja y oreja; Fermín Rivera, silencio y dos orejas; El Payo, silencio y oreja; y Diego Silveti, dos orejas y ovación.
Con un buen toro de Pepe Garfias llamado Borito, premiado con el arrastre lento, Diego Silveti volvió a demostrar el magnífico momento por el que atraviesa.
Templado con el capote de salida, fue en la faena de muleta donde el público vibró con la actuación del joven matador de dinastía. De principio a fin, la labor estuvo presidida por la decisión, las ganas y un gran corte de torero, especialmente cuando manejó la tela roja a la hora de torear al natural. De trazo largo, mano baja y mucho mando, los naturales de Silveti fueron sensacionales. También tuvo gran entidad su labor con la mano derecha, destacando igualmente los pases de pecho, los remates, alguna dosatina y la variedad de la que supo hacer gala Diego. Las bernadinas finales pusieron un gran broche a una faena que se jaleó con enorme fuerza. La magnífica estocada con la que terminó con la vida de Borito le pusieron en sus manos las dos orejas, asegurándose la salida en hombros por la puerta grande desde su primer toro.
Por desgracia, Diego Silveti no pudo redondear la tarde al enfrentarse en octavo lugar al toro más deslucido del encierro, pues midió siempre al toro con feo estilo. A pesar de ello, Diego lo intentó en todo momento, matando de un pinchazo, una estocada y descabello, saludando una fuerte ovación. Al final salió en hombros por la puerta grande en unión de Zotoluco y Fermín Rivera.
El maestro Zotoluco estuvo sobrado toda
Sin suerte con su primer toro, por manso y deslucido, Fermín Rivera no pudo hacer nada. Fue silenciado. Pudo resarcirse con su segundo, un toro de mucha calidad al que Rivera toreó despacio, con templanza, en series largas. Buena faena
Mala suerte