En este país donde todo despropósito y estupidez tienen asiento, y campea la ramplonería espectacular, un viaducto puede llevar por los siglos de los siglos el nombre de un mal presidente. O una calle, el apelativo de quien vació las arcas. O una escuela, los patronímicos de aquel que nos hundió el barco de la educación en el fangoso mar de la ignorancia. Por lo tanto, siguiendo el ejemplo chiapaneco, sugiero desarrollar sentido de Miura cinqueño y que a todas las calles con nombres desatinados les sea cambiado por designaciones que nos saquen brillo y que realmente reconozcamos, o en su defecto, nos motiven a investigar para reconocernos. Aplicados y en plan muy serio, no se valen resabios, ni derrotes arteros. Por decir algo, no caben cambios suspicaces empleando nominaciones como Avenida de la Poca Vergüenza, o Privada del Estafador Impune. Prohibido cebarse en venganzas veladas como Calle de la Amargura Ficticia, para conmemorar histriónicos y vergonzosos días de lagrimitas en informes de gobierno. Sugiero que se actualice el asunto con cambios provechosos y profundos como Plaza de la Dignidad Recuperada. Aplicar las modificaciones que nos pongan a pensar en el patrimonio olvidado. Autopista José María Velasco para una vía que atraviese paisajes de incomparable belleza mexicana. Calzada Los de Abajo, en una referencia a Mariano Azuela y la novela de la Revolución, de ningún modo, a nuestra típica manera de sustentar arbitrariedades aplicando, precisamente, los abajeños referidos. Siendo coherentes, sería equivocado bautizar rutas con reminiscencias como Periférico Suave Patria, arteria que no tiene nada de suave y sí mucho del duro peligro de rompernos los cuernos por su pésimo diseño. En lo referente a lo taurino, sería fantástico citar – por cierto, verbo de un alto contenido taurómaco- a una novia para que se arranque de largo en el Paseo Gaona. 

Desde el 17 de marzo en San Cristóbal hay una calle con el nombre de Zotoluco y converge con la de Eloy Cavazos. Me parece de perlas que sean toreros los que cobren dignidades y honores. Para mí, será inolvidable la dirección de la plaza de toros cuando vuelva a esa ciudad tan bella. No habrá pierde para ubicarme sin reparo. Se me queman las habas por pedirle al taxista: Déjeme pasando la esquina, cerquita de la Rotonda de los Becerristas Ilustres.

 

 

 

 

                                                                                Desde Puebla (México), José Antonio Luna