Crónica de José Mª Moreno Bermejo. Escalera del Éxito 123

Corrida de toros de Juan Pedro, el 6º de “Parladé”, bien presentada, en la que destacó el buen 3º “Ombú”, cuatreño como el 1º; cinqueño los demás. De comportamiento noble y soso, sin clase y sin poder. No merece más comentarios la corrida. Sólo “Ombú” mereció llamarse toro bravo, y le dimos una puntuación de “7”.

“Finito” no tuvo ni material, ni ánimos ni decisión. Muchos pasitos entre pase y pase, desconfiado y…

Román, voluntarioso y atropelladillo, quiso y no encontró ni se encontró…

Luis David Adame quiso, tuvo y pudo sacar al respetable del sopor de la tarde. Algo más entregado y ajustado que otras veces, toreo bien al buen 3º transmitiendo sus ganas, su sitio y entrega. Cortó una merecida oreja. En el 6º volvió a estar despegado como otras tardes. Es un torero que sabe, quiere y puede, y no debe aliviarse si quiere llegar a lo alto.

En banderillas se desmonteró Tomás López tras parear al 6º, si bien los mejores pares los puso Miguel Martín en el 3º. También puso un gran par Raúl Martí en el 2º. Javier Perea lidió bien al 4º.

Los picadores en imágenes:

Poco hubo que apretar en varas para regular el poder de los burelillos de hoy, por ello los puyacitos fueron inofensivos y no llegaron a mermar las muy escasas fuerzas de los cornúpetos. Es una pena que buscando la “calidad” de las embestidas, en las ganaderías se olvide el poder que debe ostentar el buen toro encastado, manso o bravo. Para la comodidad y seguridad de la torería andante, cada vez se exige un toro más domesticado, que humille mucho, que moleste poco y que no tenga que ser lidiado para adecuarlo al “toreo moderno”. Vamos, que llegue ya lidiado a la muleta para darle 60 pases bonitos, sin apreturas ni nada, que ese debe ser el toreo actual, remedo de uno de salón con enemigos similares al terrible carretón. Y la emoción, ausente en la gran mayoría de las corridas, hay que sustituirla por la admiración de la belleza; la épica por la estética. Pues no, gentes del “taurineo”, la estética sin épica no es ética. No es admisible la muerte de un animal domesticado; porque la justificación del rito ancestral deviene de la ética de la lid, del riesgo cierto que debe “torearse” para merecer la culminación de una obra viva, única y dramática en la muerte de un ser vivo tan maravilloso como el TORO DE LIDIA.