Don Rafael Pérez de Guzmán “El Bueno”
(Segunda parte – Continuación)
por Vicente Urrabieta
Sus características como torero.-
Al margen de las cuitas familiares, Don Rafael tenía fama de ser un torero de gran prestancia y elegancia, y al mismo tiempo valiente hasta el límite. Su valentía la narran diversos comentaristas taurinos, diciendo cosas como que era.
· “…matador de mucho valor aunque de bastantes medias estocadas, siempre bien dirigidas…”
· “… torero valiente y pundonoroso, ceñido y sobrio, cuidadoso y sensato, que dominaba todo tipo de toros y resolvía airoso las suertes peligrosas…”
· “…Mediano de estatura y constitución atlética, era más propenso a aguantar los toros que a arrancarse a ellos…”
· “…toreaba obstinado y atrevido, con gallardía y quietud…”, etc.
También elogia su quehacer torero Don Benito Pérez Galdós en el 2º libro, encuadrado en la tercera serie correspondiente a “Los Episodios Nacionales”, titulado “Mendizabal”, concretamente en el capítulo XVI, libro que fue editado en 1898.
El propio sobrino del torero, José Pérez de Guzmán, hijo de su hermano Domingo, lo definió en su libro “Toreros cordobeses” allá por 1870, diciendo: “Rafael era bravo con los toros hasta la temeridad; de regular estatura, de escasa ligereza aunque dotado de ágiles y airosos movimientos; de un corazón grande y generoso, en el que jamás cupo la envidia aunque si la noble emulación. Su toreo revelaba las dichas cualidades, pues ejecutaba de una manera franca las suertes de capa, pasaba hábilmente de muleta, y en la muerte de los toros daba a estos la lidia que requerían, siendo más certero en la suerte de aguantar que en la de arrancar… si de algún defecto podía tachársele…, era de impaciente, y es porque su pundonor creía deber llenar pronto y bien las justas exigencias del público que le miraba”.
Desde que Rafael Pérez de Guzmán “El Bueno” tomó la alternativa, a nivel popular y, sobre todo, entre los buenos aficionados de aquellos años, era opinión generalizada, aunque discutible como todas, que junto a Francisco Montes “Paquiro” y Roque Miranda “Rigores” compartía los favores del público que señalaban a los tres como los más notables espadas de la década, aunque reconocían que “Paquiro” era superior en todo y “Rigores” mejor banderillero que “El Bueno”, pero inferior a éste en la suerte suprema.
En el año 1837 toreó en Madrid siete corridas, siendo la última la del 23 de octubre, en la que alternó con Juan León “Leoncillo”, Manuel Lucas Blanco, Francisco Montes “Paquiro”, Roque Miranda “Rigores” y Pedro Sánchez “Noteveas”. A pesar de competir con tan importantes colegas, Rafael Pérez de Guzmán “El Bueno” consiguió un rotundo triunfó esa tarde, con una modélica lidia y muerte del toro “Caminito” de la ganadería de Cabrera, toro que, a la postre, fue el último que mató en su vida.
Precisamente, como reconocimiento por su triunfo en esa corrida de octubre de 1837, fue contratado por la empresa de Madrid para actuar en la capital del Reino a lo largo de la temporada del siguiente año, figurando como uno de los componentes de la terna de preferencia, que era la formada por “Paquiro”, “Rigores” y “El Bueno”.
Y esos fueron los tres componentes del cartel que se anunció como media corrida para la tarde del 23 de abril de 1838, con seis toros: dos de Veragua; dos de Gil de Flores y dos de Taviel de Andrade, y que sería la primera corrida a celebrarse en el coso de la Puerta de Alcalá de Madrid en la temporada del citado año.
Óleo del pintor romántico madrileño Eugenio Lucas Velázquez (1817-1870), catalogado como retrato de Rafael Pérez de Guzmán “El Bueno”, que se conserva en el Museo de la Real Maestranza de Ronda.
Asalto a la diligencia y muerte de Pérez de Guzmán.-
Rafael salió de Sevilla, donde residía, camino de Madrid, el día 13 de abril del mencionado año de 1838, en una diligencia que también servía de correo. Hay quien cuenta que en la misma iban también los miembros de la cuadrilla de “Paquiro”, cosa poco creíble por las razones que después veremos.
Al día siguiente, o sea el 14 de abril, cuando la diligencia estaba a unos 80 km. de la capital de España, fue asaltada por una partida de bandoleros. El lugar concreto del asalto fue la bajada desde la Meseta del Madero, hacia una vaguada o barranco, por la zona conocida como Cuesta del Matadero o de Carrocaña, en el término municipal de La Guardia en la provincia de Toledo, a unos ocho kilómetros al norte del pueblo. Lugar que, desde aquel día, pasó a llamarse “el barranco del torero”.
La diligencia iba escoltada por un piquete militar, posiblemente poco numeroso, ya que el ejército no disponía de suficiente número de efectivos al tener la mayor parte de los mismos en la mitad norte de España, que sufría en aquellos días constantes batallas dentro de la denominada Primera Guerra Civil Carlista que se inició en 1833 y terminó en 1839 con el famoso “abrazo de Vergara”.
Escena de un asalto a una diligencia por una partida de bandoleros.
Por entonces solían ser bastante frecuentes las batidas de cuadrillas de carlistas, especialmente desde Sierra Morena hasta los Montes de Toledo y a lo largo y ancho de toda La Mancha, que trataban de incorporar pueblos y gentes a su causa.
Aprovechando la existencia de tales grupos carlistas, empezaron a proliferar unas peligrosas y extrañas partidas de bandoleros, que antes de salir a hacer sus fechorías solían rezar y encomendarse a Dios, pero que cuando asaltaban cualquier diligencia o carruaje, lejos de la piedad cristiana, no dudaban en dar muerte a quien se resistiera a ser desvalijado.
En el indicado sitio de la Cuesta del Matadero, la diligencia-correo en la que viajaba Rafael Pérez de Guzmán fue asaltada por uno de esos grupos de bandoleros, concretamente por el que estaba capitaneado por un individuo apodado “El Chacho”, que se hacía pasar por una facción de la conocida partida carlista de “Palillos” (ver nota 6).
Estandarte “carlista” de la partida de los hermanos Vicente y Francisco Rugero “Palillos”.
Rafael Pérez de Guzmán, que durante sus años de servicio en el ejército había participado activamente en batidas contra los bandoleros de las serranías de Ronda, no dudó en unirse al piquete de soldados, para hacer frente a los atacantes, en defensa de los viajeros y para evitar el desvalijamiento de la diligencia-correo y del equipaje que llevaba.
En el momento en que los facinerosos fueron repelidos y se retiraban, el torero continuó disparando y logró abatir a uno de los bandidos pero, a su vez, fue alcanzado por el disparo de otro de los que huían, con la mala fortuna de que el balazo, tirado casi sin apuntar,lo alcanzó en el pecho, causándole la muerte instantánea.
Sobre estos hechos se han escrito toda clase de versiones, algunas tan pintorescas como que la muerte de Don Rafael fue a causa de una lanzada en el pecho que le propinó un bandolero, “leyenda” que incluso fue recogida en alguna estampa alusiva a tal hecho.
Litografía de Don Rafael Pérez de Guzmán y Fernández de Córdoba “El Bueno”, editada por La Lidia, copia que se conserva en el Museo de la Real Maestranza de Ronda, en la que se representa su vida como militar, su estampa como torero y su muerte a manos de una partida de bandoleros (aparece un personaje abatido de una lanzada en el pecho).
El cadáver de Don Rafael Pérez de Guzmán y Fernández de Córdoba apodado “El Bueno”, fue abandonado sin ninguna identificación, e incluso medio despojado de la camisa, el chaleco y la chaqueta, razones todas ellas que denotan que quienes iban en la diligencia, aparte de querer salir cuanto antes de aquel sitio, no conocían al personaje al que abandonaban y poco o nada sabían de él y quien era.
Igualmente, también es demostrativo de que en la diligencia no viajaba la cuadrilla de “Paquiro”, el hecho de que el día 23 de abril, a la hora de comenzar en Madrid la anunciada corrida en la que él había de actuar, nadie conocía la razón de su ausencia. En los contratos de la época, cuando el matador vivía fuera del lugar de celebración de la corrida, solía añadirse una coletilla final que rezaba: “si llegara a tiempo” y, evidentemente, Don Rafael no llegó, pero no se supo la causa hasta después de celebrado el festejo. En principio, la empresa de la plaza de Madrid emitió una nota que decía: “Rafael Pérez de Guzmán, escriturado de tercera, y que no llegó a tiempo, se le abona, sin embargo, su haber, con arreglo a lo convenido con sus compañeros, que le suplieron”. Pero cuando la noticia de su muerte llegó a Madrid, la empresa emitió una nueva nota que “Don Rafael Pérez de Guzmán, tercer espada que, teniendo noticias la empresa de haber sido asesinado en el camino, se libra su haber de 1.000 reales para socorro de su viuda, por haberlo suplido sus compañeros”. Por dicha nota se sabe que Don Rafael estaba casado, pero no existe información alguna respecto a quien era su viuda, cuando y donde se casó, y si tuvo descendenc y recogió en La Guardia, en 1932, una serie de documentos que acreditaban los hechos ocurridos con posterioridad al asalto y asesinato de Don Rafael.
A traves de sus relatos, abemos que pasadas 24 horas, cuando en el pueblo de La Guardia se tuvo noticia de aquel sangriento asalto, los vecinos salieron temerosos al campo y encontraron, el día 15 de abril, Domingo de Resurrección, el cadáver de Rafael Pérez de Guzmán “El Bueno”, si bien desconocían su identidad.
Sin embargo supieron que era torero y de ascendencia refinada o de importancia, como quedó registrado en la partida de defunción de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, y así figura en el libro 18, folio 53, con la siguiente descripción: “Cadáver de un varón de unos 32 ó 34 años (cuando murió tenía 36 años), con estatura de 5 pies y dos pulgadas (que equivale a 1 metro y 57 centímetros y medio, o sea de poca talla, aunque “cariñosamente” su sobrino lo describe como: “de regular estatura”), de pelo claro con trenza delgada de la que usan los lidiadores de toros, con barba roma y patillas largas, ojos de color pardo y conformación atlética. Semidesnudo de la parte superior del cuerpo, vestido con calzón azul de punto con botones de hueso, rulos de seda llamados de cabeza de turco y calzoncillos de lienzo y algunas prendas más de las de clase alta, como cintas de terciopelo y calcetas que en las boquillas llevan bordadas en hilo de seda rojo una R mayúscula”.
A la vista de tales atuendos, supieron que se trataba una persona relevante, por lo que decidieron darle enterramiento con rito de primera clase. Al día siguiente que era lunes de Pascua, a las cinco de la tarde, celebraron en la citada parroquia “misa de cuerpo presente, y su vigilia solemne, por el ánima de un hombre que fue muerto el día catorce del mismo y hallado en el sitio llamado Carrocaña de este término, en la batida que tuvieron las tropas que acompañaban un convoy”
Su cadáver fue enterrado en el cementerio denominado de “El Cerro”. A las honras fúnebres, oficiadas por el cura párroco Don Clemente Castro, asistieron los Alcaldes constitucionales de primer y segundo voto Don Victoriano Tamarón y Don Manuel Salgado, con todo el consistorio municipal, y luciendo cirios de todas las hermandades parroquiales, conduciéndose en cortejo hasta el camposanto.
Hay quien dice que sus restos mortales fueron a parar a un osario común, cuando en 1954 el cementerio de “El Cerro” de La Guardia fue eliminado, porque en ese momento, todo el despojo humano que no fue reclamado, se trasladó a una fosa comunitaria. Pero tal aseveración parece no ser cierta ya que, muy probablemente, con bastante antelación a ese año, los restos de Don Rafael fueron exhumados del cementerio de La Guardia, por expreso deseo de su familia y trasladados al panteón de los Pérez de Guzmán.
Su tumba definitiva en Santiponce.-
El día 1 de mayo de 2011, en el periódico El Día de Córdoba, se publicó un artículo titulado “El lidiador doblemente noble nacido en la cordobesa calle de Las Campanas” con referencia a Don Rafael Pérez de Guzmán El Bueno, que terminaba diciendo, categóricamente, que “su tumba está en algún rincón del cementerio de Santiponce”. Sin intención de corregir dicha aseveración, hubiera sido más acertado decir que sus restos mortales se conservan en algún lugar de la iglesia del Monasterio de San Isidoro del Campo en el pueblo sevillano de Santiponce, que es donde está enterrado, y no en el cementerio.
El Monasterio de San Isidoro del Campo fue fundado por el histórico Don Alonso Pérez Guzmán El Bueno, en el año 1301, a raíz de los hechos acaecidos en Tarifa en 1294 y en recuerdo de su asesinado hijo Pedro Alonso. Se erigió aprovechando una de las muchas tierras obtenidas por dicho señor, para darle brillo al poderío y categoría social del apellido, cumpliendo la doble función de ser baluarte defensivo y, al mismo tiempo, servir de panteón familiar.
Don Alonso puso al frente de dicho Monasterio a los monjes cistercienses, de origen francés que, hasta ese momento, la sede más al sur de Europa que tenían era la de Burgos. En San Isidoro del Campo estuvieron los monjes del Cister hasta la desamortización de 1835, momento en que se dividió el Monasterio en varias dependencias, algunas para almacenes, otras para pequeñas fábricas e incluso una llego a utilizarse como cárcel de mujeres.
Actualmente el Monasterio es propiedad de la Fundación Casa Álvarez de Toledo y Mencos, que tiene un convenio de colaboración de uso compartido con la Junta de Andalucía.
En este Monasterio, en algún lugar, hasta ahora desconocido, están depositados los restos mortales de Don Rafael Pérez de Guzmán y Fernández de Córdoba, conocido como “El Bueno” en sus tiempos de matador de toros.
Y ¿por qué no se sabe donde está enterrado este insigne lidiador? Lo más probable es que cuando se trasladaron sus restos desde el cementerio de La Guardia hasta este Monasterio, que tampoco se sabe en qué momento ocurrió, se depositarían en alguno de los enterramientos ya existentes. Y es muy posible que, al tener una profesión que en aquella época era vergonzante para la familia, decidieron no poner su nombre junto al de los ilustres antepasados que allí figuran.
En la iglesia del Monasterio, existen dos zonas de enterramientos: la de los Álvarez de Toledo, que está en el muro del evangelio y es más recientes, y la de los Pérez de Guzmán, mucho más antigua, situada a ambos lados del presbiterio, en una serie de arcosolios con sepulcros en los que aparecen nombres como el de Bernardino de Zúñiga y Guzmán y su esposa Francisca de Guzmán; Juan Alonso Pérez de Guzmán y su esposa Urraca Ossorio de Lara, y se sabe que allí están enterrados otros miembros de esta amplia familia, aunque sus nombres no estén visibles.
A la izquierda: Vista general del Monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce (Sevilla). A la derecha: Vista de los enterramientos en la iglesia de dicho Monasterio, los más modernos y góticos (a la izquierda de la foto) son los de los Álvarez de Toledo, y los más antiguos, austeros y tardo-románicos (a la derecha de la foto) son los de los Pérez de Guzmán, donde debe estar enterrado Don Rafael Pérez de Guzmán, aunque se desconoce el lugar exacto.
El pasodoble “Torero de Sangre Azul”
El padre de quien esto escribe, Francisco de Sales Melguizo Fernández, que fue Numerario de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, entre las muchas actividades y ocupaciones que desarrolló a lo largo de su vida, fue escritor y compositor. A principios del año 1959 escuchó por la radio la historia de Don Rafael Pérez de Guzmán “El Bueno” y tanto le impresionó, sobre todo su épica muerte, que decidió escribir en su memoria un pasodoble-canción que tituló “Torero de Sangre Azul”.
Desgraciadamente equivocó el camino para dar a conocer dicha obra, ya que enterado que ese año se celebraría la primera edición de un Festival en Benidorm, que rezaba en su convocatoria como “Festival de la Canción Española”, presentó su composición al mismo, pero fue rechazada porque un pasodoble-canción no respondía al concepto de “canción española” que tenían los organizadores de aquel certamen. En concreto, ese año de 1959, el triunfo se lo llevó una composición titulada “Un telegrama” (curiosamente mi padre era funcionario del Cuerpo Técnico de Telecomunicaciones, o sea de Telegrafos).
En definitiva que Dicho pasodoble-cancion, después de registrarlo el 6 de mayo de 1961, durmió el sueño de los justos durante cincuenta y siete años, hasta que, veintiún años después de fallecer su autor, el lunes 30 de septiembre de 2019 se estreno en Córdoba, interpretado por Álvaro Vizcaíno acompañado al piano por Rafael Wals.
Tarjeta-invitación del acto del 30 de septiembre de 2019, en el que se estrenó el pasodoble “Torero de sangre azul”, de Francisco Melguizo, interpretado por Álvaro Vizcaíno y Rafael Wals Para cerrar la narración sobre la vida y muerte de este torero cordobés de leyenda, se adjunta la hermosa letra del citado pasodoble y fotografía de la partitura original del mismo:
TORERO DE SANGRE AZUL
(Pasodoble con letra y música original de
Francisco de Sales Melguizo Fernández)
De la solera cordobesa,
de vieja estirpe de caballeros y capitanes,
mitad salero, mitad nobleza,
nació la estampa del mas apuesto de los galanes.
Poniendo en juego fortuna y suerte,
cambias el oro de tus blasones
por la amenaza de negra muerte
que anda escondida tras los pitones.
Hidalgas y cortesanas
menestralas y duquesas,
cantan tras los vergeles de sus ventanas
coplas que lleva el viento
de los alcores a las dehesas.
(Estribillo)
Rafael Pérez de Guzmán el Bueno,
torero de sangre azul,
por tu arrogancia y tu valor sereno,
de amores y plazas, el dueño eres tú.
Todas las hembras sueñan con ser tu amada
y estremecidas por la emoción,
bordan en tu capote con la mirada
la flor ardiente de una pasión.
Camino de la serranía,
odio y trabuco de una partida de bandoleros,
que traicionando tu valentía,
te dan la muerte que tu burlabas en los alberos.
Para tu féretro sobran flores,
cubren de llanto tu sepultura
las que soñaban con tus amores
y te encelaban con su hermosura.
Hidalgas y cortesanas
menestralas y duquesas,
cantan tras los crespones de sus ventanas
coplas que lleva el viento
de los alcores a las dehesas.
(Estribillo)
Rafael Pérez de Guzmán el Bueno,
torero de sangre azul,
por tu arrogancia y tu valor sereno,
de amores y plazas, el dueño eras tú.
Cuando tu vida joven ya se deshoja,
y tus amadas mueren de pena,
nacen claveles de sangre roja,
en un capote de seda verde: Sierra Morena.
F I N
NOTAS DE LA SEGUNDA PARTE.-
6.- La partida conocida como de “Palillos”, era en realidad un ejército de más de quinientos combatientes “carlistas”, bajo el mando de un antiguo comandante de caballería llamado Vicente Rugero y de su hermano Francisco, naturales de Almagro (Ciudad Real). En 1833 se sublevaron a favor de Carlos María Isidro de Borbón, pretendiente al trono y estuvieron en lucha hasta 1839. Esta partida de Vicente Rugero “Palillos” realizó incontables acciones de tremenda crueldad, con el afán de tomar pueblos en La Mancha e integrarlos a la causa carlista. A la sombra de tal partida de sublevados, se crearon una serie de grupos de bandoleros cuyos fines nada tenían que ver con las cuestiones políticas y sucesorias de la corona de España, siendo su único fin apoderarse de todo lo que de valor llevaran los viajeros que, por desgracia, pasaran por sus dominios.
BIBLIOGRAFÍA.-
Historia del toreo y de las principales ganaderías
Fernando Gómez de Bedoya
Talleres de Anselmo Santa Coloma. Madrid 1850
Callejero extraído del Plano de Córdoba del año 1851
José Mª de Montis y Fernández y el arquitecto D. Pedro Nolasco Meléndez
Córdoba – 1851
Toreros cordobeses
José Pérez de Guzmán
Imprenta del Diario de Córdoba – Córdoba 1870
Paseos por Córdoba
Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez
Re-edición de Librería Luque-Editorial Everest – León 1973 (Primera edición 1878)
La Escuela de Tauromaquia de Sevilla
1939 Natalio Rivas Santiago,
Sevilla – 1939
Cossío: Los toros
José Mª Cossío y varios
Espasa Calpe, edición de 2007 (1ª edición 1943)
Córdoba, cuna del toreo.
José Luis de Córdoba
Imprenta provincial – Córdoba 1948
Trabajo de recopilación, ordenación y redacción, realizado por:
Cayetano Melguizo Gómez
Cabanillas del Campo a 24 de noviembre de 2021
Jose Luis Cuevas
Montaje y Editor
Escalera del Éxito.254.-