Anuncian los arúspices de la Fiesta, que es muy probable que Enrique Ponce, el torero más prolífero de los que han toreado en los ruedos del Mundo, actúe este año en Madrid tras un lustro de ausencia, por él asumida. No es baladí la noticia; no debe pasar desapercibida, pero debe ser comentada, creo, para elucidar a qué se debe este cambio de opinión de un torero que eludió en su día torear en la llamada primera plaza de toros del Mundo. Aún se recuerda aquella noticia de hace casi tres lustros, en la que se le atribuía al torero de Chivas la decisión de torear una sola corrida en San Isidro: “…, y por que no puede ser media”.

Supongo que aquella determinación se debió a dos causas, fundamentalmente: a que el severo aficionado de Madrid le criticaba con fuerza su toreo superficial; a que los empresarios de “Las Ventas” le regateaban demasiado su caché. Ante cualquiera de esas dos causas, el torero debió contestar con generosidad para el aficionado. La crítica de los llamados sectores “duros” de “Las Ventas” era, a mi modo de ver, absolutamente legítima. Igual que fueron legítimas las ovaciones que le dedicaron en el 96, cuando Enrique Ponce dio una clase magistral de Toreo frente al “valdefresno” “Lironcito”, encastado y bravo galafate que exigió del torero toda su sapiencia, su entrega y su valor; con el que lidió de verdad, sin ventajas; con riesgo claro, incrementado por el viento inclemente.

¿Por qué ese mismo público ha criticado después al torero? No es el aficionado tan “veleta” como quieren bautizarlo algunos; sabe lo que es “verdad” y lo que es “aliviarse”; distingue muy bien el trigo de la paja; paga por jamón, y no quiere mortadela. Además está el respeto que le merece el Toro; no gusta el buen aficionado del toreo ventajista; tampoco acepta que las figuras se enfrenten sólo a ganaderías “bonancibles” de toros que no molesten demasiado. Y no es cierto que el sector de aficionados  llamado “duro”, esté esperando a los que alcanzan el título de “figura” para castigarlo más. Es más cierto que los que van avanzando en el escalafón logrando “poder”, abusan de sus atribuciones y no se entregan como cuando empezaban; son ellos los que abjuran de la verdad, administrando su número de contratos en proporción  inversa a su asunción de riesgos. Están en su derecho, claro; pero que no pidan benevolencia por ello. Si la figura desea ser respetada, debe ser siempre veraz en su tauromaquia y regar con gestos serios su deambular por los cosos.

Y luego está lo de los emolumentos. A mi forma de ver, me parece indigno que las figuras utilicen los enjutos sueldos de los demás toreros para cubrir su desorbitados “cachés” en las ferias. Hubo un tiempo en el que gozábamos de tres precios diferentes para según qué corridas; que cada uno se lleve lo suyo, es lo lógico. Claro, que si tres figuras quieren cobrar “X”, que contemplen primero el aforo económico de cada plaza; y si hay que subir los precios para poder verlos, que se suban; si llenan así los cosos, benditos sus atributos. Creo que se entiende lo que quiero decir. Y para salvar los problemas de los nefastos “pliegos”, que son incumplidos cutio sin castigo de ningún tipo, que se hagan para las figuras corridas fuera de abono y a los precios que dicte la petición de sus dineros. O sea, que si Ponce no vino por que no le daban el dinero que quería, hizo mal, por que perjudicó al “pagano”; el hacer del torero ha de estar equilibrado entre lo que desea y lo que le pide la afición, si quiere ser respetado.

Supongo que Ponce, un gran torero, poderoso, serio y consecuente, se ha dado cuenta de que sus méritos, maestría y capacidades no han sido debidamente reconocidas por la Afición, con mayúsculas, de Madrid. Creo que ha comprendido que un figurón como él no debe retirarse del toreo con la incomprensión del sector más serio de la afición taurina; olvídense críticos de las voces “extemporáneas” y de la condena indocta a su exigencia a las figuras. El aficionado serio mira los toros, los pies de los toreros, al camino de la muleta y la verdad de la lidia; alguna fobia hay, claro, pero suele ser de índole menor. Cuando un torero se entrega, el aficionado lo ve, y de ahí surge su admiración y respeto.

Otros toreros hubo que superaron todas las estadísticas habidas y, pasado el tiempo, apenas dejaron un recuerdo, efímero y leve. Enrique Ponce no desea eso para él; sabe Ponce que antes de su retirada ha de demostrar su sólida madurez con actuaciones importantes ante la afición seria de “Las Ventas”. Él sabe cómo hacerlo, seguro. Sólo ha de plantarle cara a un toro serio, administrarle sus conocimientos, su valor y su entrega con verdad; como hizo, por ejemplo, ante el de Domingo Hernández de Bilbao en las pasadas Corridas Generales del 2013. “Treintayuno”, el nombre del burel, exigió del maestro todo su saber; la faena fue ortodoxa y emocionante, plena de torería y verdad. Los aficionados vibramos de placer, y nos preguntábamos por qué no torea siempre con la misma entrega. Ponce sabe lo que hizo en Bilbao, y sabe lo que puede y debe hacer en Madrid.

Como persona, Enrique se ha mostrado siempre como hombre equilibrado y serio. Como torero, ha huido demasiado de la verdad. Torear más de cien corridas año tras año, no permite la entrega continuada; son demasiados festejos para estar siempre equilibrado física y mentalmente. O número o calidad; ¡ese es el dilema! Ahora Ponce sabe que debe dejar el recuerdo más sublime a su inigualable trayectoria. Para ello ha de triunfar en Madrid. Me gustaría que en 2014 actuase al menos en un par de tardes; que eligiese ganaderías solventes, de las que dan categoría a las faenas serias. Ahí está “Valdefresno”, para dar un tributo al “Lironcito” de su mejor actuación en Madrid, y para rendir homenaje al ganadero que se nos ha ido esta semana, D. Nicolás Fraile, quien criara en su día el toro del triunfo de Ponce en el 96.

Fin: Ponce necesita ese triunfo para que la historia hable sin disonancias de su excelsa maestría. Al aficionado le debe Enrique una actuación definitiva. Creo en el torero de Chivas, uno de los más capacitados que ha dado la historia del toreo. Ahora está en disposición de demostrar su importancia; quizás así los aficionados olvidemos la mucha levedad que repartió en no pocas de sus actuaciones. ¡Le deseo lo mejor!