Fuente: Los toros dan y quitan

JOAQUÍN SANZ ALMENAR " PUNTERET "Cogida del Punteret en Montevideo.

Revista taurina La Lidia. Año VII. Madrid, lunes 7 de Mayo de 1888. Núm. 6.

Autor: J. Chaves.

Banderillero y Matador de toros natural de Játiva, provincia de Valencia nacido el 10 de octubre de 1853. El 21de julio de 1878 se celebró en Alicante una corrida de seis toros de Antonio Flores para “Cara-Ancha”  y Fernando “El Gallo”. Al sonar el clarín a banderillas en el quinto toro, Sanz, que asistía de espectador, saltó al ruedo y con el  permiso de la presidencia, le colocó tres buenos pares al de Flores. El 19 de diciembre de 1880 hizo su presentación en la Plaza de Madrid, como banderillero, en una corrida para “El Ostión” y  “Mateíto, banderilleando de primeras con Ramón López el último toro, llamado “Rumbón, de don Recio Ipola, clavando dos soberbios pares al cuarteo, que le valió una ovación y que el público pidiera para él la muerte del toro, cosa que no permitió “Mateíto”. Tomó la alternativa en La Real Maestranza de Caballería de Sevilla el 3 de enero de 1886 de manos de Luis Mazzantini que le cedió un toro de la dehesa de Saltillo de nombre “Bailarín” y,  el 10 de octubre 1886 confirmó el doctorado en la Villa del Oso y el Madroño. Le cedió los trastos nada menos que una figura de prosapia: Salvador Sánchez “Frascuelo”Probando mejor fortuna en Sudamérica, el diestro setabense fue cogido por «Cocinero», toro de la ganadería de d. Felipe Victoria,  en la Plaza de la Unión de Montevideo Uruguay el 26 de febrero de 1888, durante la colocación de un par de banderillas sentado en una silla; exceso de arrojo que le costó la vida y que fue considerado por muchos como un suicidio. Murió el siguiente 28 de febrero a las 2 de la tarde (el maestro Bonifaz la precisa el día 27 de febrero de 1888),  a resultas de peritonitis o tétano por una cornada en el muslo derecho que interesaba el peritoneo, esa tarde toreaba con “El Ecijano”. El luctuoso suceso ocasionó fuertes debates parlamentarios, que finalmente determinaron la supresión de la fiesta de los toros en la República Oriental del Uruguay,  esto se produjo por la ley 2017 del 12 de Septiembre de 1888, aunque hay constancia de eventuales festejos celebrados con lidia de toros a muerte  hasta los años de 1936 y 37. (Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega).

Por su parte el historiador taurino, don Juan José de Bonifaz Ybarra, refiere de este lidiador, que << lejos de su ciudad natal, la valenciana Játiva, habría de encontrar el fin de sus días Joaquín Sanz Almenar (Punteret). Actuando en Montevideo Uruguay el 26 de febrero de 1888, fue corneado en el muslo derecho por un cornúpeta de la ganadería de Felipe  Victoria, lo que motivó su muerte el día siguiente en la capital uruguaya. »

Don José Antonio Román Romero, el laborioso cronista coetáneo, escribió en su visitado Blog en Internet: «De Hombres, Toros y Caballos», una editorial titulada: «La muerte de Joaquín Sanz Almenar (Punteret) acabó con los toros en Uruguay», y que por su preeminencia, copio textualmente junto con sus 2 ilustraciones:


Joaquín Sanz Almenar (Punteret)
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De suicidio ha calificado alguien el desgraciado fin del diestro Joaquín Sanz (Punteret), acaecido en Montevideo el día 28 de Febrero de 1888, a consecuencia de la tremenda cogida que sufrió dos días antes en la plaza de toros de la Unión. Aquella cornada tuvo, a más de las tristísimas consecuencias de la muerte de Punteret, la de motivarla prohibición de las corridas de toros en el Uruguay, a petición de los diputados de la capital, a quienes impresionó hondamente la desgracia.

He aquí cómo ocurrió ésta: Se dio suelta al toro tercero de la tarde, que era, como los demás de la corrida, de la ganadería de D. Felipe Victoria y atendía por «Cocinero». Salió del toril con tantos pies que el buen banderillero «Serranito» lo juzgó a propósito para ejecutar el salto de la garrocha y hasta lo intentó dos veces, pero en ambas demostró la res su picardía, porque se arrancaba rápida como una bala en cuanto le citaba el torero, y cuando éste, confiado, armaba la garrocha para dar el salto, se paraba en seco el toro para medir el terreno y asegurar la cogida y se arrancaba otra vez con las de Caín. Entraron en funciones los piqueros, y en este tercio dio nuevas pruebas de mala intención el bicho, que sólo embestía cuando podía colarse sorteando la puya. Consecuencia de esto fue que «Cocinero» pasó a banderillas con todas sus facultades, y conociéndolo «Hierro» y «el Ecijano», quisieron ver si lo aplomaban algo antes toreándolo al alimón. El toro entró bien a los dos primeros capotazos, pero no quiso dejarse engañar por el tercero; miró los bultos, eligió el que mejor le parecía, y en vez de irse hacia el percal, embistió al «Ecijano» con tal ímpetu, que no le cogió y le destrozó por verdadero milagro. La suerte no tuvo el lucido fin acostumbrado; pero como siempre sucede, fue muy aplaudida. Estos aplausos excitaron el amor propio de Punteret, que, por desgracia suya, no había salido a la plaza en perfecto estado de serenidad, y proponiéndose obtener una ovación cogió un par de rehiletes y una silla, para quebrar tan arriesgada suerte. Al coger la silla se dio con ella un tremendo golpe en la cabeza y ya, completamente aturdido, por su anormal estado y por el golpe, colocó el asiento en la jurisdicción del toro, en sitio en que todos los inteligentes vieron que no había escape. No se pudo evitar la desgracia. «Cocinero», que repitió sus faenas de la garrocha y de la suerte de varas, se arrancó al cite de «Punteret», se paró de pronto cuando estuvo más cerca, lo enfiló bien y le embistió sin darle tiempo a separar las piernas que imprudentemente había cruzado para lucirse más.


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La cornada fue tremenda. «Punteret» quedó tendido, inanimado, en el ruedo y el toro se revolvió para recargar y destrozarle, pero atrajo su atención la silla y la hizo añicos dando lugar a que acudieran los peones, le distrajesen y se llevaran el cuerpo de «Punteret». Cuarenta horas después fallecía éste víctima de una peritonitis según unos, del tétanos en opinión de otros, y del enorme destrozo que el cuerno produjo en sus entrañas según la creencia general. Joaquín Sanz nació en Játiva (Valencia) el 10 de Octubre de 1853. Se presentó en Madrid como matador de novillos en la corrida celebrada el 9 de Enero de 1881, y desde el primer momento logró las simpatías del público, pues era valiente, apuesto y tenía innegables cualidades para la lidia de reses bravas. Con la cuadrilla de Ángel Pastor y en calidad de banderillero volvió á salir en la plaza madrileña el 5 de Junio del mismo año. Deseoso de avanzar y considerándose suficientemente preparado, tomó la alternativa de manos de Luis Mazzantini, en Sevilla, el 3 de Enero de 1886, y le confirió el doctorado en Madrid «el Frascuelo» el 10 de Octubre siguiente. Fue aquella alternativa memorable por lo accidentada y tal vez otro en lugar de Joaquín hubiese renunciado al toreo aquella misma tarde. Era el ganado de la vacada de D. Eduardo Ibarra. El que rompió plaza se llamaba «Coriano», y era negro, bragado, ojalao, de libras y bien puesto de defensas; todo el aspecto de un toro excelente, pero los hechos de un malísimo toro. Pasó a banderillas con el morrillo limpio y se las pusieron de fuego. En el último tercio, «Punteret», ayudado por «Frascuelo», dio a «Coriano» 53 pases y entró a matar pinchando en hueso; el toro le acosó y le cogió sin graves consecuencias; entró por segunda vez, con otro pinchazo delantero, y nuevamente fue derribado; a la tercera fue acosado también y se vio en peligro, y, por último, terminó con una estocada caída, después de la cual se retiró a la enfermería y no volvió a salir en toda la tarde ¡pobre Punteret¡
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