Voy a dedicar esta intervención a hablarles de Mercedes Formica-Corsi y Hezode, una andaluza excepcional; una mujer que alcanzaría gran proyección pública social y política  en la España de la posguerra; en aquellos años especialmente turbulentos, duros y comprometidos jugó un papel de indudable trascendencia que, aún hoy día, no le ha sido reconocido.

¿Y quien fue Mercedes Formica, se puede preguntar alguno? ¿Qué meritos atesora esta mujer? ¿Cuál fue su trayectoria vital? Pues bien, voy a intentar despejar esos interrogantes y presentar una semblanza lo más real, objetiva y fidedigna de su obra, que en mi opinión, en su faceta literaria y sobre todo en su  vertiente jurídica, tiene un merito innegable.

Pero para empezar, les diré que fue una luchadora sin aspavientos pero de admirable tenacidad; una mujer integra, comprometida  y rebelde ante la injusticia, que luchó contra viento y marea en aquella sociedad cerril, inflexible y empecinada como era la España de aquellos años. Una  mujer que supo combinar la delicadeza en las formas con una gran elegancia espiritual. 

Aunque sea brevemente, voy a ofrecerles unos apuntes biográficos de la vida de esta mujer que nació en Cádiz en 1913, en el seno de una familia acomodada, su padre ingeniero industrial, dirigía la Compañía Catalana de Gas y Electricidad, su madre educada en un ambiente liberal y cosmopolita en el Loreto Convent de Gibraltar, recordaba sus años en el Peñón, junto a niñas inglesas, de Malta, Chipre o Sudáfrica como los años más felices de su existencia.

Es obvio que Mercedes con esos antecedentes familiares no se educó a la manera tradicional de la burguesía andaluza de la época. El ambiente familiar era abierto, progresista y con afinidades artísticas y culturales, algo que no encajaba muy bien en aquella Andalucía cerrada,  obtusa y clasista.

Cuando tenía siete años, su padre fue trasladado a Sevilla y en la capital hispalense se instaló la familia que se planteaba el asunto de la formación de sus hijas como una de sus grandes prioridades, especialmente la madre volcada en la educación de su prole estimaba que estas debían estudiar el bachillerato como paso previo a su ingreso en la universidad a pesar de que en el colegio del Valle regido por religiosas del Sagrado Corazón intentasen hacerle ver lo descabellado de su idea, asegurándole que , según relata en el primer tomo de su autobiografía titulado “Visto y vivido” la propia Mercedes Formica.

No obstante, decidido el asunto del bachillerato, sus padres optan mandarlas al colegio de Santa Victoria de Córdoba, regido por escolapias. “En Córdoba fui feliz” “Se trataba de un centro sencillo, de gran solera, con niñas de Priego, Lucena, Montilla, Puente Genil y otros pueblos de la provincia y muchachas terratenientes de la propia capital, entre ellas  Hoces, Cabreras, Fernández de Mesa……”

Y continúa refiriendo secuencias vividas en los años que pasó en nuestra capital. “Los domingos de buen tiempo nos llevaban a una huerta de la carretera del Brillante, un naranjal maravilloso, cercano a Medina Azahara. En ocasiones las monjas permitían que nos adornásemos la cabeza  con geranios.  Marchábamos en fila de a dos y los pretendientes de las mayores salían a las esquinas a verlas pasar. Las medianas nos dábamos codazos; pero lisas como tablas no causábamos la menor impresión. Si la causaba Julia Navarro y también la causaba Rafaela Cabanás. Pelirroja y con pecas, esta última tenía muchos enamorados. Incluso se decía que habían querido expulsarla del colegio porque tenía novio formal”.

“El colegio de Córdoba guardaba tres patios. En el primero estaba la estatua de San José de Calasanz con un niño cogido de la mano. El segundo plantado de limoneros pertenecía a la clausura de las religiosas. En el tercero con pozo y tierra gris, mil veces pateada por nuestras pisadas, no crecía la hierba, ni tan siquiera el jaramago”

Cuenta divertidas y candorosas historias del modo de vida y desarrollo orgánico y fisiológico de aquellas adolescentes entre los muros de tan vetusto centro. Así refiere que en las salidas las medianas se ponían muy derechas, se les estaban hinchando los pechos y querían presumir. Comentarios entre ellas de la siguiente guisa Otras empezaban a usar sostenes y se referían al detalle con orgullo.

Habla de la Mezquita, citando por este nombre a ese monumento.  “Sabíamos que estaba rodeada de naranjos, que el río discurría muy cerca y que todavía guardaba un altar árabe orientado hacia la Meca y bosques de columnas rosas.  También se ocupa de nuestra Semana Santa y de la feria de mayo. Cuando la feria se aproximaba las conversaciones giraban en torno a ella: “Vendrán caballistas de Priego, de Andujar, de Úbeda,  de Jerez”.

“Mama se ha cortado el pelo a lo garcon para la feria o mi tía se ha hecho la permanente. Dio cinco duros para pagar la mise en plis y dijo al peluquero

“Las Hoces estrenarán modelos traídos de Paris”

“En la feria pasada una de las Hornachuelos bailó el charlestón en el Círculo”.

“Camará estaba con ellas. El torero Camará”

En este primer tomo de su autobiografía Mercedes Formica dedica varia páginas elogiosas a su época de Córdoba. Siendo niño yo y sin tener, por supuesto, idea ni interesarme la trayectoria vital de este personaje, a mí propia madre que también estudió en ese colegio y que era de la misma  edad de Mercedes, le oí hablar con afecto, en más de una ocasión, de compañeras del internado y, curiosamente, siempre citaba entre otras  a las hermanas Formica de Cádiz.

  Yo deseoso de dar la mayor información posible sobre su estancia en nuestra ciudad, hace meses que encaminé mis pasos al colegio de Santa Victoria para que se me permitiese el acceso a sus archivos y poder ofrecer a ustedes el expediente académico de tan dilecto personaje. Mi gozo en un pozo. Hasta en cinco ocasiones he estado en la secretaría del colegio para que se permitiese localizar esa información. Siempre la misma respuesta: “Déjeme su teléfono que la Directora le llamara”. Una tomadura de pelo. Esto lo hago patente para sonrojo y vergüenza de la señora directora del centro, si es que mi queja llega a sus oídos

En 1931, año de la proclamación de la republica, Mercedes Formica inicia su etapa universitaria, simultánea sus estudios de Derecho y Filosofía y Letras en el viejo caserón de la calle Laraña de la ciudad hispalense y pronto a pesar de su estrato burgués se muestra fascinada por la nueva hornada republicana de catedráticos de la Universidad, procedentes en su mayoría de la Institución Libre de Enseñanza. Siente especial predilección por el profesor de Historia del Derecho José Antonio Rubio Sacristán, gran amigo y compañero de Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes de Madrid, también deja una huella especial en la joven Mercedes el catedrático de Derecho Canónico Don Manuel Jiménez Fernández; en cambio no guarda un recuerdo especialmente grato de Don Francisco de Pelsmaeker e Ibáñez, profesor de Derecho Romano y, en su opinión, .

Es conciente de su falta de preparación derivada, en gran parte, de su procedencia de un colegio religioso, “las artes plásticas, la música y la literatura, en buena medida, me resultaban extrañas e ignoraba los fundamentos de la Teología, pese a saberme de memoria el catecismo de Ripalda.

Fue entre 1931 y 1933, cuando mi padre que al igual que Mercedes cursaba, simultáneamente, los estudios de Derecho y Filosofía y Letras en antiguo edificio universitario de la calle Laraña, toma contacto con esta. Ella sentía verdadera aversión contra la Federación Universitaria de Estudiantes (FUE), no en balde había sufrido en sus propias carnes las agresiones y actos especialmente violentos que estos prodigaban en sus frecuentes algaradas y tumultos. Juan Gómez Crespo que ocupó la presidencia  de la Federación de Estudiantes Católicos, tras el cese de Pedro Gamero del Castillo, contó con Mercedes, que ya había integrado la junta de Gamero del Castillo, como una de sus más eficaces colaboradores. Esta armonía se acrecentó con las frecuentes colaboraciones de Mercedes Formica en el periódico quincenal “Estudiantes” del que mi padre fue director  y en la “Revista Universitaria” que durante tres años editaron mi padre y su querido amigo y compañero Don Antonio Domínguez Ortiz.      

Desde la óptica de una persona acomodada y próxima a la monarquía, en “Visto y vivido” narra los horrores que, desde su personal punto de vista se dieron con el advenimiento de la republica. También refiere sus vivencias en la Sevilla más conservadora y privilegiada y sus veraneos en su Cádiz natal. “Tanto en Cádiz como en Sevilla mi hermana Elena y yo nos pusimos de moda. No había fiesta a la que no estuviésemos invitadas.” 

La realidad es que en aquella sociedad anquilosada y llena de viejos prejuicios, Mercedes destacaba como una mujer, además de guapa, brillante, y de mentalidad abierta,  por ello que en algún momento  hiciese patente públicamente sus diferencias con aquellos directores de conciencia –confesores- que se escandalizaban porque una joven recién salida de la adolescencia usase maillot en la playa o besase en la mejilla a su pretendiente.

En “Visto y vivido” se ocupa de la sociedad sevillana y de sus costumbres y modo de vida; tras la aristocracia y los maestrantes que ocupan  un lugar señero, aparecen los agricultores y ganaderos como segunda fuerza, después vendrán los profesionales y los comerciantes, entre unas capas y otras los nuevos ricos, medrando e intentando sacar cabeza.

Es una mujer, mimada por sus relaciones de amistad, belleza y distinción que se asoma a la vida y, sin abandonar sus estudios, frecuenta la feria de Sevilla y las de localidades cercanas, fincas de ganado bravo en las que se celebran fiestas,  tentaderos y capeas y el Rocío al que suele ir siempre que puede. En aquellos años y hasta la separación de los padres que se produce en 1933, era asidua de los del Llorens,

Refiere en su primer libro que Pino Montano, la finca que a siete  kilómetros del centro de Sevilla tenía el matador de toros Ignacio Sánchez Mejias, era lugar de reunión de las personas más dispares y Lola Gómez, su esposa hija de la

Al igual que Belmonte que  había convertido la Capitana en centro de reunión de intelectuales, Sánchez Mejias fraguó encuentros del mismo corte en el Pino. A la distancia del tiempo resulta curioso comprobar que las dos tertulias literarias de la Sevilla de los años 30 estuvieron animadas por toreros. La de Juan con elementos consagrados –Ortega, Marañon, Zuloaga, Sebastián Miranda, Pérez de Ayala-. Serían asiduos de Pino Montano Bergamín, Lorca, Alberti o Dámaso Alonso, más jóvenes y menos conocidos. 

Sin dejar a un lado sus obligaciones universitarias, su vida transcurre placidamente entre  Sevilla y Cádiz a donde acude cada verano. Feria de abril y de pueblos limítrofes, romería del Rocío cada año, encuentros en fincas donde pasta ganado bravo y en las que son frecuentes capeas y tentaderos, faenas de acoso y derribo o cacerías, tertulias al atardecer en primavera y otoño,  fiestas de sociedad y estrenos conforman una existencia deliciosa y apacible.

En el otoño de 1933 su vida da un giro brusco. Ella, su madre y cuatro hermanas se trasladan a Madrid. Su familia sufrió un cambio de honda trascendencia. Acogiéndose a la recién promulgada ley del divorcio su padre decidió rehacer su vida junto a una alemana con la que mantenía una relación de tiempo atrás.

“A partir de ese momento dejaríamos de vivir para limitarnos a sobrevivir, en curioso paralelo con lo que sucedió en política. En concepto de el juez había fijado una pensión de mil pesetas mensuales para cubrir los gastos familiares de comida, vivienda, vestido, educación y asistencia medica. Lo que quiere decir que rozábamos la miseria”. Huelga decir que nuestra vivienda fría y desangelada  tenía muchas carencias.

A partir de octubre comencé a frecuentar la universidad, un viejo caserón en la calle San Bernardo, al contrario de Sevilla el sexo femenino estaba bien representado. Los catedráticos eran excelentes. Nunca podré olvidar a Don Felipe Clemente de Diego, con su barba venerable, Viñuelas, Sánchez Román, Jiménez Asua o al joven y apuesto Joaquín Garrigues.

Estudiaba sin descanso y procuraba en mis ratos libres ayudar a mi madre sin pedir nada a cambio por no aumentar sus preocupaciones, siempre agudizadas por interminables . Vivíamos en estado de verdadera penuria.

La republica valoró con nuevo criterio a los españoles entregados a tareas del espíritu. Proporcionó viviendas agradables en la colonia del Viso a escritores, catedráticos, músicos, pintores. La Institución Libre de Enseñanza, el Instituto –Escuela, las dos Residencias –masculina y femenina- y la Junta de Ampliación de Estudios dieron vida a una aristocracia nueva basada en la inteligencia.

Para Mercedes Formica la década de los treinta supuso la mayoría de edad de la Institución, su época más brillante. De su Residencia del Pinar se dijo que era el . En ella se reunían poetas de la talla de Machado, Juan Ramón, Alberti, Lorca, Guillén, Altolaguirre. Pintores como Gregorio Prieto y Dalí. Investigadores y músicos como Severo Ochoa  o Pittaluga.

Pero fíjense ustedes que esta mujer que en su infancia y juventud se entroncó en el estamento monárquico y vio en la republica elementos muy aprovechables, a pesar de carecer de formación política sintoniza, desde el principio, con la Falange de José Antonio y es que como dice Mercedes “el discurso de la Comedia produjo en la juventud universitaria una verdadera conmoción, para muchos estudiantes; José Antonio significó la posibilidad de formulas nuevas, capaces de solucionar los graves problemas sociales por caminos distintos al marxismo”. Ello lleva a Mercedes a afiliarse al Sindicato Español Universitario.

 Continuará…

 
 
 
 
Alfonso Gómez López
Abogado, articulista y escritor