una visión monocular panorámica excelente, muy amplia;

          una visión binocular bastante floja: el campo visual se reduce y, debido a que corresponde a las porciones periféricas de las retinas, la imagen conseguida resulta siempre borrosa, lo cual seguramente reduce la apreciación de las distancias.

Otra consecuencia de la disposición lateral de los ojos: estos animales padecen un cono de no-visión, también conocido como “ángulo muerto”, más allá del cual empieza la visión binocular. Si todos coinciden con la existencia de este “ángulo muerto”, existen divergencias en cuanto a su longitud (altura del cono), aunque no deba pasar de unos decímetros., estando en su máximo cuando el toro se encampana, y en su mínimo cuando humilla.

En cuanto a determinar la percepción de los colores en los bóvidos, la dificultad está en que la sensación de color no se puede medir. Eso sí, sabemos que la retina contiene:

          Palitos que sirven a la visión crepuscular y que solo perciben la intensidad luminosa.

          Conos destinados a la visión diurna, y que trasmiten información cromáticas.

Lo bóvidos padeciendo una retina pobre en conos, podemos intuir cierta deficiencia en la percepción de los colores.

Desde un punto de vista práctico, constatamos que el toro embiste al capote tanto le sea presentado por el lado rosa o por el envés que puede ser amarillo, azul, morado, y hasta verde. Y recordamos que en los primeros tiempos de la lidia, las muletas fueron  blancas. En realidad, en el toreo los colores accesorios, lo esencial es el movimiento del engaño para llamar la atención de la res.

Para prueba me remito a los espectáculos taurinos celebrados en el Madison Square Garden de Nueva York en 1928, para los cuales la Sociedad Protectora de Animales impuso engaños de color verde, y el comportamiento de los astados fue el mismo que el de sus hermanos ante colores tradicionales. Personalmente, tuve la oportunidad de torear en casa de Pablo Romero una becerra con un saco de patatas.

 

Defectos de la visión

 

Toro de Baltasar IbánCuando un toro ve mal, los profesionales lo llaman “burriciego” (palabra que no figura en los diccionarios españoles), o “reparado de la vista”. Pero resulta que el defecto de visión puede estar debido a un problema de miopía, de hipermetropía o de presbicia:

 

          El miope solo ve bien de cerca, se debe torear exclusivamente de cerca.

          El hipermétrope, si el defecto es notable, no ve bien ni de cerca, ni de lejos, lo cual lo convierte en absolutamente intoreable.

          El présbita solo ve bien lo que está lejos, y algunos autores afirman que la presbicia no aparece en los bóvidos antes de los 10 ó 12 años de edad.

 

Un caso se ha producido el 22 de junio de 1947 en Béziers. Ocurrió con un toro de Infante da Cámara que por lo que parece veía bien de lejos y casi nada de cerca, lo cual corresponde a la presbicia y no a la hipermetropía, me parece. Toro que abrió plaza, arrancaba bien la embestida, pero al llegar al engaño frenaba y tiraba gañafones. Su matador, en este caso Fermín Rivera, lo toreó mucha recurriendo a cite con la voz (algo poco común en esta época), y yéndose para atrás en cuanto el astado llegaba a él, para cederle el pasaje puesto que el viaje del toro no podía ser conducido con la muleta. Rivera advirtió también que el defecto era menos pronunciado por el pitón derecho, lo cual indicaba que el toro acusaba menos esta lacra en el ojo derecho.

Porque puede hallarse un defecto en un solo ojo, o el mismo defecto en ambos, o un defecto distinto en cada ojo. Para ilustrar este último caso, el Dr. Ramón Pertus había reportado la siguiente anécdota:

“Estudiante en medicina, en 1931 presencié en las Arenas del Bouscat* a la tradicional corrida de la Prensa. Manolo Bienvenida resultó herido leve mientras los dos médicos de servicio atendían a Marcial Lalanda y un subalterno. Me propuse para ocuparme de este tercer herido y el festejo concluido, todo orgulloso, le traje de vuelta a su hotel donde me facilitó las siguientes explicaciones: empezó la lidia de cerca y con la mano derecha y se dio cuenta que no veía bien por este lado. Echándose la muleta al lado izquierdo, en el segundo natural constató que el toro arranca en rectitud de lejos, pero que tiraba gañafones al llegar a dos metros del engaño. Fue la razón por la cual recibió un puntazo leve por el pitón izquierdo. Este toro no veía igual por el un ojo y por el otro.

Y en cuanto a este diagnóstico de hipermetropía de un ojo, hay que saber que el Dr. Pertus era de los que opinaban que esta carencia no puede aparecer en los bóvidos antes de los 12 años.

Evidentemente, astados como estos que correspondieron a Fermín Rivera y Manuel Bienvenida eran ineptas para la lidia. Resulta delicado detectar estos defectos en los reconocimientos veterinarios previos, pero ya que es en la plaza que se hacen latentes, el presidente debe ordenar cuanto antes la devolución a los corrales y la salida del sobrero. Hay novillos tuertos (los toros tuertos son rechazados). Se deben torear con el artilugio que he llamado “del arco y su diámetro”, es decir que el torero se coloca de perfil, por el lado del ojo que no ve, y presenta el engaño al ojo que sí ve.

He conocido en una vacada unos casos de estrabismo, y he investigado para el ganadero cual era el reproductor que trasmitía esta anomalía. Una vez hecho, se tuvo que acabar con el semental.

           

 

 * 15 de julio 1931, 6 toros de Santa Coloma para Marcial Lalanda, Manuel Bienvenida y Antonio Posada.

 

 

 

Marc Roumengou

Ingeniero Agrónomo, Escritor, cronista y bibliófilo taurino