¡Maldita sea! No sé si fue Rafael “el Gallo” o algún otro torero de gitana cepa, quien sentenció con voz de tormenta: “¡Ojalá te toque un toro bueno!” Y es que los toros buenos descubren a los toreros malos o viceversa, que no hay forma de remediar tan despiadada realidad.

Mariano Ramos, Rafael Ortega y Víctor Puerto, aunque no entran en el terreno del maleficio y la sentencia, tuvieron a bien desempeñar su oficio: como toreros en medio de unas circunstancias cuya peculiaridad tuvo el balance de una tarde sumamente atractiva.

El quehacer por ellos desplegado nos lleva a entender –una vez más- que el mando, independientemente de la estética, está por encima de toda condición para poner orden a las fuerzas del caos, eliminándoles toda posibilidad de pronunciar su rebeldía. Y esa fue labor de la terna que, en mayor o menor medida aplicó el control sobre el enemigo. Se impuso a él.

Víctor Puerto que confirmaba su alternativa en momentos se vio rebasado por su primer toro, pues al parecer hubo una incomprensión mutua en la que el toro acometió con torpeza y brusquedad, sin concentrarse en las provocaciones del diestro, quien ante esa aspereza perdió las armas hasta en dos ocasiones, dejando ver que no venía por la derrota. Entre fatigas y fallidos intentos su espada perdió filo y la afición el interés.

Si aquel su primero era un bellaco, este (el segundo de su lote) resultó una monserga, huía del encuentro y había que cazarlo para pelear dignamente. Y esa pelea se dio bajo los trazos rotundos del toreo puesto en práctica por Puerto, toreo que dejó ver las garantías de alguien con 90 hazañas a cuestas, nada más en este año. Noventa encuentros que afirman y reafirman las capacidades, independientemente de sus logros.

Luego, de entre las trincheras y en la misma actitud de mandar a destierro a más de uno, vimos a Mariano Ramos, apabullando a los enemigos, como en un ejercicio donde el manual de guerra representaba para él ese completo estilo asimilado y dominado tras las más de mil batallas por él encabezadas, siendo y haciendo de la tauromaquia su más perfecta noción en estos tiempos donde las lecciones de ese arte cuestan tanto trabajo ser aprendidas y demostradas por otros. Mariano que se alejó o lo alejaron no sé si por ciertas perversas razones de incomodidad, sigue a sus 30 años de quehacer, madurando en pleno, que no necesita ya de las falsas exaltaciones para que su toreo sea entendido mejor, si para ello bastara con hacerse del contrario y acaso dominarlo con pases de muleta cuya tersura hizo olvidar su violento estilo, hasta definirlo en el trazo suave, donde aparte ligar entre uno y otro ya no tuvo el desgaste absurdo de reponer terreno o de dar pasos innecesarios para reiniciar el siguiente. Parecen superadas las deficiencias del pasado en el válido procedimiento de una economía de movimiento, entendiendo Mariano que es él y no el enemigo quien manda en el terreno. Sin ninguna presea del primer sacrificado por sus desaciertos con la espada fue reclamado a dar la vuelta y recibir tributo popular de los aplausos. Al igual que con su primero, en el segundo fue cerrando el círculo hasta establecer el terreno mínimo posible para una lucha franca, honesta, valiente y torera, quehacer que las multitudes reconocieron plenamente.

Un digno heredero de la fuerza y la inteligencia torera tlaxcalteca es Rafael Ortega que parece superar ciertas vicisitudes que lo contuvieron sin demasiada fortuna, en el pasado. Rafael, listo ya para hazañas mayores, consagró esta tarde su vida en algo que, ciertamente no siendo algo sin precedentes, lo coloca de golpe en la aceptación popular que disfrutó con su ejercicio en los tres tercios, cosa que desempeña con desparpajo y desahogo de quien ya va haciéndose de un nombre entre los de una escala, donde quedaron atrás los riesgos del ostracismo.

Redonda actuación en su primero le significó el corte de una oreja, por lo que recuperó el tiempo perdido, luego de aquel percance de hace casi un año que lo tuvo postrado.

En conclusión, fue una tarde con un peso específico importante, en la que no habiendo más que un trofeo, lo demás fue técnica depurada.

El ganado que se lidió esta tarde perteneció a la hacienda de Los Martínez.