Se han cumplido, el día primero de noviembre, ciento cincuenta años del nacimiento de Julio Aparici Pascual, diestro valenciano -nació en el barrio de Ruzafa el 1 de noviembre de 1865- que en su momento fue el gran ídolo de la afición local y cuya figura y leyenda se agigantó tras su trágica muerte en el ruedo, a los treinta y dos años de edad, en los pitones del toro “Lengüeto”.

Siglo y medio después apenas el libro de Marcos García, Un rasgo de valor (Avance Taurino, 2015), recuerda y celebra esta efeméride y valora en su justa medida la figura de Fabrilo, apodo por el cuál fue conocido y pasó a la posteridad aquel torero que alternó con los grandes del momento: Gordito, Mazzantini, Frascuelo, Reverte, etcétera.

Atrapado por el irresistible encanto del toreo, dejó su puesto en la fábrica textil La Fabril, de donde sacó su alias, y comenzó a tomar parte en capeas en pueblos y tentaderos, aprendiendo el oficio a fuerza de revolcones, golpes y porrazos. Su primera novillada vestido de luces tuvo lugar en Valencia, el 3 de octubre de 1885, y gustó tanto que desde entonces fue el novillero predilecto de la afición local. En Madrid se presentó en febrero de 1887, junto a Guerrita y El Ecijano, y cuajó una muy bien acogida actuación que le deparó también no poca popularidad en la capital de España.

Un año más tarde, el 14 de octubre de 1888, tomó la alternativa en Valencia, de manos del sevillano Antonio Carmona “El Gordito” y mató al toro “Panadero”, un colorao de la ganadería de González Nandín, confirmando en Madrid el 30 de mayo de 1889, en una corrida en la que alternó con Frascuelo y Mazzantini y ante reses de Miura.

Pese a su irregularidad con la espada su popularidad fue en aumento, en buena parte por su vida sentimental y sus numerosas aventuras en este apartado. Hombre muy bien plantado y apuesto -decían que las mujeres se paraban en la calle para mirarle y verle de cerca- fue sonado su romance con la hija de don José de la Figuera y de Pedro, marqués de Fuente el Sol, a quien conoció tras torear en Castellón y de la que fue amante y vivió amancebado con ella, pues estaba casado con Pilar Teruel, con quien contrajo matrimonio a pesar de la oposición de la familia de la novia. Sin embargo, estas andanzas acabaron por ponerle a la gente en contra, exigiéndole cada vez más en el ruedo, lo que ocasionó aquel célebre desplante en Valencia, tumbándose ante un toro de Veragua, desesperado al no saber ya qué hacer tras las brillantes intervenciones de sus compañeros de cartel, Algabeño y Villita.

Fue, desde luego, un torero valiente y un gran especialista con las banderillas, suerte que practicaba lo mismo al quiebro como de frente, asomándose al balcón y saliendo siempre airoso y con garbo. Compartió cartel con todos los grandes toreros del momento y llegó a estar considerado como uno de los mejores del escalafón.

Anunciado en Valencia el 27 de mayo de 1897 para lidiar toros de José Manuel de la Cámara, mano a mano con Antonio Reverte, ante las muchas dificultades que presentó el quinto toro de la tarde, y como nadie le quisiese banderillear, para apaciguar a la gente y acallar el escándalo que se estaba formando en los tendidos, Fabrilo cogió los palitroques, le ofreció un par a Reverte, que declinó la invitación, y se fue ante “Lengüeto”. Tras una pasada en falso y un buen par, al tercer intento el astado le prendió por la ingle, dándole una tremenda cornada de la que murió tres días más tarde.

En la crónica de La Lidia se reflejaba que “por atender a las exigencias de una parte del público, que pidió con insistencia, al ordenar la Presidencia que fuese banderilleado el quinto toro y que los espadas se encargasen de efectuarlo, y en mala hora puesto que al salir de clavar el primer par cuarteando y consintiendo mucho, fue alcanzado por la ingle izquierda y campaneado horrorosamente”.

La premonición, que en forma de coplilla corría por la ciudad del Turia, se cumplió.

¡Ay Fabrilo!¡Ay Fabrilo!

No te vayas a morir,

que las niñas de Valencia

llevarán luto por ti.