Circula por las RR.SS. una página de la revista taurina El Ruedo, firmada por el periodista Recortes, que nos habla de un torero, de nombre Fernando Francisco Ezpeleta Moreno, nacido el 29 de mayo de 1795 en Sanlúcar de Barrameda, y que marchó siendo muy niño con sus padres para instalarse de forma definitiva, nada menos que al típico barrio de Santa María de Cádiz, la ciudad más blanca del mundo, pañuelo con que España dice adiós a los navegantes, que ha contado con una vecindad compuesta por gentes de la mar, embarcados, artesanos, jornaleros y otros muchos auténticos artistas, con una sensibilidad grandiosa tanto para el flamenco como para el toreo. Todos ellos han dado renombre y justa fama al barrio, donde se vienen escuchando las mejores soleares, malagueñas, seguiriyas, cantiñas y alegrías, cantes que han quedado como antológicos en la historia del flamenco. Arte sin igual, que por su fama han alcanzado los peldaños altos de la gloria.

 

Francisco, era hijo de Juan Ezpeleta y Ana Moreno. Contrajo matrimonio el 11 de febrero de 1814, con Josefa Ignacia María Machuca de la Cruz. Fruto de esa unión nacen sus cuatro hijos: Ignacio, Juan, Antonio y Rufina, que se casó con el cantaor, Francisco Fernández Boigas “Curro Dulce».

La supremacía del toreo de a pie comienza a sentirse en el siglo XVIII. Si echáramos la vista atrás, veríamos que los toreros de principio de la tauromaquia, son figuras legendarias, como del romancero. No obstante deberíamos de considerarles y sentir por ellos profunda admiración, por ser los forjadores del mito de nuestra Fiesta Nacional. Ellos elevaron el toreo, con su destreza, a rango de arte y comenzaron a dictar normas.

Francisco Ezpeleta Moreno, debuta con apenas 20 años como peón y banderillero, en la cuadrilla de “El Platero”. En el 1821 toma en arriendo la plaza de toros de Cádiz que estaba ubicada en el barrio del Balón, donde se corrían novillos y toros, de 4 y 6 años. La plaza era la más peligrosa de España según relata Teófilo Gautier, por su tamaño y por no tener callejón. Ésta plaza funcionó entre los años 1821 al 1834, y en todas las corridas, Francisco trabajo de banderillero. Recibe los trastos sin alternativa, (en aquella época no era costumbre), y alterna en el Puerto de Santa María el 25 de agosto de 1829, con el sevillano Manuel Lucas Blanco, (El Guapo Lucas, luego bandolero y del que ya hemos publicado su historia), aunque su antigüedad en el escalafón de matadores de toros se la dan sus actuaciones en Madrid los días 22, 23, y 25 de junio de 1833, en las corridas reales para solemnizar la jura de la Princesa de Asturias, que habría de reinar con el nombre de Isabel II.

 

Años después, vuelve a Madrid para torear de segundo espada, en las seis primeras corridas de la temporada, alternando con Juan Pastor “El Barbero», y Manuel Cantoral “El Lavi». De nuevo regresa en el 1846 para torear el 17 y 18 de octubre, estoqueando en la primera corrida los toros, segundo y noveno y en la segunda, lidia el sexto alternando con “El Morenillo», La Santera, Manuel y Gaspar Díaz, “Cúchares» y Juan León.

La obesidad le aparta de los ruedos, pasando el resto de su vida en su barrio gaditano, en horas pobladas de rumores y donde se daban cita los duendes ignorados entre esencias del cante, de vino y flores por la calle Soprani, Columela o en cualquier lugar de la Plaza de San Juan de Dios. Falleció en el año 1859.

 

Francisco, su hijo Ignacio, los hijos de éste; José “El Pollo Rubio», Ignacio, Juan, Antonio, y sus nietos Ignacio y Juan, forman la famosa dinastía torera de los “Ezpeleta».

Ignacio hijo, cogió la misma senda que su padre y pronto dejó ver buenas maneras y eficaces conocimientos de la lidia, por el que el diestro chiclanero Francisco Montes “Paquiro», máxima figura de su época, lo incorporaría a su cuadrilla, desde la temporada de 1849 hasta la de 1857. En ocasiones le cedieron la muerte de algún toro, pero no llegó a alcanzar la categoría de matador de alternativa. Muy popular en su barrio Santa María, gustaba de copear y escuchar buen cante. Sus hijos, José, Juan y Antonio, se decidieron por continuar la tradición taurina familiar, y el otro hijo Ignacio manojo de simpatía, optó por el cante, ajustado al compás y estilo de su barrio, por seguiriyas gitanas, soleares y alegrías de Cádiz. Como buen calorró, José Ezpeleta “El Pollo Rubio», comenzó su andadura de novillero por plazas de Andalucía y Extremadura, sin llegar a estrenarse como tal en Madrid. Cuando pisa el ruedo matritense lo hace como banderillero, en la cuadrilla del sevillano Antonio Fuentes.

 

Juan Ezpeleta “Águila”, banderillero, siempre anduvo por los ruedos con oficio y buen estilo. Su figura destacó entre la gente, con solemne ademán, carácter alegre, puso desenfado en su hacer, porque ¡había gracia y fantasía!, en una palabra tenía duende.

Antonio Ezpeleta, como su hermano Juan, decidió ser banderillero desde que cogió un capote y en el escalafón de plata del toreo, militó haciendo gala de saber estar y destacando al clavar los rehiletes.

Ignacio Ezpeleta “Ezpeleita”, hijo del cantaor Ignacio, como nieto sobrino de toreros, también quiso probar suerte en los ruedos. Su deseo alegró el clan gaditano de los “Ezpeleta”, pues veían fecundar la rama familiar con ese embrujo y duende de la noche, cuando a la luz del día se exclama: ¡Ya le ha nacío al olivo otra aceituna!. Su cartel de novillero pronto tuvo eco entre la afición. Pero cuando los malos mengues se meten por medio aparece la indolencia, acusada en muchas ocasiones, por lo que tiene actuaciones desiguales que rebajan su cotización entre los públicos. Decide marchar a tierras mexicanas y en el país azteca torea con buen éxito, en algunos festejos alterna en competencia con el torero de Guanajuato, Pascual Bueno. Pero de ahí no pasa.

 

Juan Ezpeleta, hijo del banderillero apodado “Águila», nacido también en el gaditano barrio de Santa María, rompe a torear en 1927, vestido de luces. Árbol de esperanza en flor, se balancea dulcemente por el soplo de las ilusiones, con belleza y alegría, en el trazo de su filigrana torera. Estilo fundido en el cobre de su raza gitana, que reluce por los ruedos. Pero esas fundadas esperanzas se frustran en 1928, por su prematura muerte.

 

Después, ha habido muy importantes dinastías toreras. Ahí están: Los Romero, Dominguín, Martín Vázquez, Bienvenida, Litri, Camino, Chamaco, Pepe Luís, Manzanares, Valencia, etc. En México: Armillita, Arruza, Silveti. En Venezuela: Los Girón… todas dinastías payas Pero las dinastías que nos interesan hoy, y de las que hablaremos a continuación, son las calé… las gitanas. Los Lavi, los Cucos, los Caracol, los Almendros….etc. Sin olvidarnos del ramalazo gitano de la familia Ordóñez Araujo, aportado por Coral, la madre de Consuelo, la gran artista que casó con el “El Niño de la Palma», para alumbrar cinco hijos toreros.

Las dinastías de los Ortega, los Mellizos y los Ezpeleta constituyen la flor y nata del flamenco en el barrio de Santa María, de donde han salido los mejores cantaores, que han sabido darle personalidad al estilo típicamente gaditano. De esas ramas es obligado mencionar a José Ortega “Águila», hijo de “Curro Dulce» y padre de Manuel Caracol, el viejo, de las bailaoras Carlota, Rita y de Enrique “El Cuco”, banderillero de su primo Joselito “El Gallo». Manuel, padre de Enrique “El Almendro», banderillero de Ignacio Sánchez Mejías; Rafael Ortega, insuperable bailaor, que formó parte en los ballets de Conchita Piquer, Custodio Romero y Pilar López. También los hijos de Manuel fueron artistas. Gabriela, esposa de Fernando Gómez “El Gallo» y madre de Fernando, Rafael y José, mujer de extraordinaria belleza; de este matrimonio también nacieron: Gabriela, que casó con Enrique “El Cuco», Trini, que contrajo matrimonio con el diestro Manolo Martín Vázquez, y Dolores desposada con el matador de toros Ignacio Sánchez Mejías, a la rama familiar de los Ortega pertenece Manolo Caracol, que formó posteriormente pareja y espectáculo con la jerezana Lola Flores, sin apartarse nunca de la línea del buen estilo y rasgo flamenco.

 

De la familia de los Mellizo destaca considerablemente, Enrique Jiménez Fernández de oficio jifero (matarife), que como cantaor fue el creador de las malagueñas que se hicieron inmortales y que llevan su nombre. Los grandes del cante le han tenido siempre por maestro. También compartió el arte del toreo, como banderillero y puntillero en diferentes cuadrillas, con los matadores “El Lavi», “El Marinero”, “Frascuelo”, “Lagartijo”, “Morenito de Algeciras”, Fernando “El Gallo» y sobre todo con Manuel Hermosilla.

 

La relación personal de toreros y cantaores flamencos es notoria. Hay una famosa lista que lo atestigua. El ideal de cante de Pedro Romero fue Antonio Ortega Vargas “El Fillo”, de Puerto Real. Francisco Montes “Paquiro», admiraba a Franconetti y tambien al “Fillo”. Se cuenta que una noche estando el gran “Paquiro” de “fiesta» en la taberna donde cantaba el gitano Antonio Ortega “El Fillo”, le solicitó un cante. Y “El Fillo” le cantó una seguirilla de manera tan desgarradora, con tanto rasgo y dolor, que el torero absorto y admirado por el cante, sacó del bolsillo de su chaleco un doblón de oro (o moneda de plata) y lo dejó caer con fuerza sobre el mármol de la mesa. Acto que al “Fillo” no le gustó, ni las formas del torero y va y le dice: “Maestro, yo he sido cabal con mi cante, usted no”. Desde aquel día ese palo flamenco se llamaría las seguirillas cabales.

 

Pero hay mucho más: Ricardo Torres “Bombita” y “Joselito” fueron admiradores del cante de “El Cuco». Rafael “El Gallo” del gitano de Jerez Manuel Torres, aunque su verdadero nombre era Manuel Soto Loreto. Rafael Molina “Lagartijo”, era seguidor de Rafael Rivas. Juan Belmonte, de “El Mellizo”. Antonio Fuentes escuchaba a “El Pollo Rubio”. Sánchez Mejías seguidor incansable de Manuel Torres . Valencia II de José Cepero. Luís Miguel Dominguín de Manolo Vargas. Curro Romero y Paula de “Camarón de la Isla”. A Enrique Ponce le gusta escuchar al banderillero Enrique Peña, mientras que, el gaditano Manuel Mancheño “El Turronero”, con voz fácil y templada le decía por bulerías a Curro aquello de:

“Romero, Romero…

Romero en Primavera,

fuiste el mejor torero

una tarde de junio

con un torito de Núñez

en Jeréz de la Frontera.

Continuará…

Antonio Rodríguez Salido

Compositor letrista

Escalera del Éxito 176
José Luis Cuevas
Montaje y Editor
Escalera del Éxito 254