Parecía que estaba destinado trágicamente para morir en una plaza, y este destino se cumpliría el 11 de agosto de 1934 en la plaza de Manzanares cuando el toro “Granadino” le inferió una gravísima cornada de la que falleció al siguiente día en Madrid. Ignacio Sánchez Mejías contaba cuarenta y tres años de edad. Le habían recriminado por retornar a los ruedos a una edad impropia de torear. ¡Qué hubieran dicho entonces si hubieran visto a algún torero de hoy actuando en el ruedo a los sesenta años!

Había nacido en Sevilla el 6 de junio 1891, en la calle de la Palma. De familia acomodada, su padre era médico. De adolescente busca las compañías de los torerillos de su barrio con los que juega al toro en la calle y, cuando no, se escapa y se va al campo a torear. En aquellos primeros escarceos conoce a “Joselito», menor que él cuatro años, y en la huerta El Lavadero propiedad de sus padres, alterna infantilmente, por primera vez, en el juego que después sería para ambos gloria y tragedia.

Con Rofolfo Gaona y Juan Belmonte.

Viaja de polizón en un barco a México y a su llegada, busca trabajo en una hacienda de mozo de cuadra, sin abandonar sus aspiraciones toreras y siempre dispuesto a aprovechar la primera ocasión que apareciera. Ésta se le presenta pronto, en una corrida organizada en la plaza de toros de Morelia en la que actúa de banderillero, ya vestido de luces. Un viejo torero y empresario de nombre Ramón López, lo emplea en los corrales de la plaza y, en varias ocasiones torea de novillero en la plaza de México sin ningún éxito resonante. No le gusta aquella situación y aprovecha el regreso del torero viseño Fermín Muñoz González Corchado, “Corchaito» a España, y se viene con él incorporado en su cuadrilla. No olvidó nunca Ignacio este gran favor que le hizo el infortunado torero cordobés, al que siempre tuvo para él un recuerdo de afecto permanente.

 

Sin dejar los palitroques a un lado, intentó probar fortuna de matador, y junto al también banderillero Luís Suárez “Magritas», toreó en Madrid una novillada de Fernando Villalón en la que actuó de primer espada el diestro malagueño Matías Lara “Larita», era el 7 de septiembre del 1913. Parco aún de conocimientos taurómacos, el público se vuelca con Sánchez Mejías, especialmente en la suerte de banderillas.

En el año 1914, y metido de lleno en la profesión de novillero, le contrata al principio de temporada la empresa de Valencia para torear utreros el 5 de abril de ese año. Va a Barcelona los días 13 y 19 de mayo, y en Córdoba el 31. En esta ocasión, los novillos fueron de Miura y el sexto, segundo de su lote, se lo brinda al matador de toros, por entonces retirado Rafael González Madrid “Machaquito», con el que había ido anteriormente en su cuadrilla. Los dos años siguientes los dedica a coger oficio en la brega de peón y demuestra tener poder, conocimiento, valor y una tremenda facilidad al clavar banderillas, en cualquier terreno y con la máxima prontitud. Tales condiciones las lució principalmente en la cuadrilla de “Joselito”, hasta el extremo de ser considerado como el mejor banderillero de su época. Tan capacitado se ve que, cuando nadie lo esperaba, vuelve a reincidir en su pretensión de hacerse matador de toros. Ese día es el 18 de agosto del 1918, cuando torea en la Monumental de Sevilla. Al finalizar la temporada se le ve ya un torero hecho, cuajado y, por tanto, candidato a una alternativa próxima. En efecto el 16 de marzo de 1919, en Barcelona, “Joselito», le cede la muerte del toro “Buñolero», de la ganadería de los hijos de Vicente Martínez. Su actuación no pude ser más brillante y lucida. Toreo de capote, puso banderillas y con la muleta estuvo sencillamente magistral. Finalmente mató de estocada superior y la oreja que le concedieron fue muy celebrada. Y como en su segundo enemigo estuvo, asímismo, muy afortunado, sus entusiastas le sacaron a hombros de la Plaza. Ese día acompañaba a los diestros, nada menos, que Juan Belmonte García.

Ignacio, pasando al toro de muleta sentado en el estribo de la barrera.

La confirmación de su alternativa en Madrid se verifica la temporada siguiente en Corrida de Beneficencia, siendo su cuñado “Joselito” de nuevo el padrino, con Juan Belmonte y Manuel Varé García “Varelito» como testigos. El toro de nombre “Presumido», berrendo en negro, del ganadero Vicente Martínez fue el de la ceremonia, y con el que Ignacio estuvo muy valiente y lucido con capote y banderillas, pero no totalmente acertado con la muleta. Al final aunque mató mal, el público le ovacionó y le obligó a dar la vuelta al anillo. Con el octavo y último toro, menos apto para el lucimiento, cumplió bien siendo aplaudido.

Aquel año 1920 transcurre taurinamente a la sombra de la tragedia de Talavera de la Reina. Ignacio Sánchez Mejías, acompañaba a “Joselito», la tarde del 16 de mayo, en la que el toro “Bailaor» de la viuda de Ortega le diera muerte al mejor de los toreros. Él fue quien acabó con la vida del toro que infirió la mortal cornada a su cuñado José. Ignacio cumple con fervor y cariño de hermano con las tristes obligaciones de aquellos momentos, pero la vida sigue e inmediatamente vuelve a la brega. En la corrida del 2 de enero del 1921, y con ganado de Ateneo y San Diego de los Padres, se enfrentan por primera vez el diestro mexicano, Rodolfo Gaona y Sánchez Mejías, dos toreros de auténtica valía por lo que finalmente no hubo ni vencedor ni vencido.

Un desplante  arriesgado de Ignacio Sánchez Mejías

En la temporada de 1922 torea hasta cuarenta y tres corridas. Sus actuaciones fueron duras, mayor parte, por su carácter en la plaza y el de su mismo toreo, corajudo y sin contemporizaciones. Estas formas chocaban con los deseos del público y con las exigencias de aquellos que se les suponía aficionados más rigurosos. Había que torear en un ambiente de impopularidad,

que cada tarde tenía que despejar con alardes temerarios de gran valor. El año siguiente permanece retirado del toreo, para volver en el 1924, bien avanzada la temporada. Comienza en Alicante el 29 de Junio. Ignacio vuelve con más arrestos que cuando empezó. La temporada de 1925, torea sesenta y una corrida y sigue siendo la figura más interesante de los carteles. El 29 de junio es herido por un toro de Miura en la plaza de Burgos. Fuerza su curación y se presenta en Madrid, el día 10 del siguiente mes, en la corrida de la Cruz Roja.

Un adorno ante el toro, a punto de doblar.

La expectación por verle es grande, pues no pisaba el ruedo madrileño desde el año 1921. Sin estar totalmente restablecido de la cornada, Ignacio hace tales alardes de valor y es tal su forma de torear que el público entusiasmado, solicita al presidente le conceda la oreja del toro. En el 1927 torea sólo tres corridas: el día 25, en Badajoz, el 29, en Córdoba y el 3 de Julio en la ciudad gallega de Pontevedra, donde anuncia de nuevo su retirada.

 

Comienza para el torero una época que debería haber sido de reposo y tranquilidad pero que su constante inquietud le llevaba a complicarse con aventuras literarias e intervenciones ruidosas en proyectos y negocios de la más variada especie. Ese mismo año costeó el viaje a Sevilla de un grupo de jóvenes poetas que querían rendir homenaje a Luís de Góngora. De aquella iniciativa nació la famosa Generación del 27, de la que formaron parte, entre otros, Federico García Lorca, Gerardo Diego, Luís Cernuda, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Miguel Hernández, Pedro Salinas y Jorge Guillén.

En el 1928, Ignacio estrena, su drama Sinrazón en Madrid, y su comedia Zayas, en Santander. Asímismo cabe reseñar otros títulos como: “Ni más ni menos», una farsa poética, la obra “Soledad», y el libreto de “Las calles de Cádiz”, para un musical interpretado por la bailarina Encarnación López “La Argentinita», con la que mantuvo una intensa relación.

 

Pero ni estás tranquilas satisfacciones, ni tampoco aquellos otros triunfos públicos satisfacían su espíritu inquieto, por lo que decidió volver de nuevo a la pelea en los ruedos en 1934. Falto de agilidad y sobrado de peso, se sometió a un duro entrenamiento, que derivó en una ciática, teniendo que estar en cama, durante un largo periodo de tiempo. Una vez restablecido de tal dolencia, hizo su reaparición en Cádiz con seis toros de la ganadería de Domecq, llevando de compañeros a el “Niño de la Palma” Pepe Gallardo.

El anuncio de la decisión de Ignacio de volver a los ruedos había sorprendido a todos los aficionados ya que el torero llevaba siete años de inactividad. Además gozaba de una más que holgada posición económica y llevaba una intensa y polifacética vida alejado de las plazas.

Una tarde tras torear la corrida de Asociación de la Prensa en San Sebastián, el crítico Eduardo del Palacio dialogaba con Ignacio sobre el tema. Y fruto de aquella conversación publicó un artículo en el diario ABC titulado: “El porqué de la vuelta a los toros”, en cuyos párrafos se desentraña aquel misterio. Reproduciendo la conversación mantenida con el torero, el crítico reflejó lo siguiente: “El por qué me visto otra vez de luces, nadie lo sabe. Yo sí. Mi ilusión es mi hijo Joselito, que no ha cumplido diecisiete años y ya tiene dentro el veneno de los toros. Supe un día que andaba yendo a tentaderos. Una ruina. Le hice prometer que no torearía mientras yo estuviese en activo. Le dije que si a Pino Montano tenía que llegar un hombre destrozado, que fuera yo, y no el hijo de esa mujer, su madre, que ya conoce todos los sinsabores del toreo, tras haber perdido un hermano en la plaza. Y, mientras yo toree, mi hijo sabe que no va a poder torear. Por eso he vuelto”.

Sánchez Mejías, velando a su  cuñado  «Joselito» el día que éste falleció.

En nada rebajó la emoción de su toreo habitual en una tarde peligrosa por el viento, y que aun aumentó más por la manifiesta falta de agilidad y facultades físicas, que para nada frenaba su arrestos y sus alardes ante aquellos toros. El desprecio del riesgo llegó a extremos mayores que en su época de nobel, cuando, a fuerza de valor, se abría paso en todos los carteles para colocarse junto a “Joselito” y Belmonte. Por satisfacer a la empresa, va a Manzanares el día 11 de agosto del 1934, a sustituir a Domingo Ortega lesionado en un accidente de coche. Los toros eran de Ayala y sus compañeros, el mexicano Fermín Espinosa “Armillita Chico», Alfredo Corrochano y el rejoneador Simao da Veiga.

Un natural a media altura.

Desde el primer momento, Ignacio Sánchez Mejías, intentó demostrar ante aquella afición, que el volver a jugarse la vida ante los toros, era porque se encontraba en posición de la valentía innata que tantísimo le distinguió siempre pudiendo decir que fue su verdadera característica. La faena a “Granadino” la comenzó desafiando al toro sentado en el estribo, que le arremetió, pasándole muy cerca el pitón.

Sánchez Mejías acompañado de un grupo de amigos intelectuales.

Al dar el segundo pase en la misma forma, sufrió un pitonazo en el pecho, se levantó y en ese momento el toro se le vino encima y le prendió por el muslo derecho. Fue un momento espantoso. Ignacio se agarró fuertemente al pitón de la res e hizo esfuerzos para evitar que el cuerno penetrase más. Al fin, pudo librarse cayendo su cuerpo a la arena. Rápido se puso de pie y apretándose con fuerza la herida y con gran entereza, procura contener aquel caño de sangre que brotaba por aquel enorme boquete. Al entrar a la enfermería sufre un show traumático que pone en peligro su vida por un instante. Los doctores le hacen la primera cura y rápidamente solicitan una ambulancia, para trasladarlo a Madrid. acompañado del doctor Pacheco, quien le asistió durante el viaje. A las seis cuarenta de la mañana llega al Sanatorio Crespo y a las siete y media le opera el doctor Segovia. La operación fue dolorosísima y muy laboriosa. La presencian dos de sus banderilleros Mella y Conde vestidos de enfermeros.

Pase por alto sentado en el estribo.

A lo largo del día se le había practicado una transfusión de sangre del matador de toros Pepe “Bienvenida». Y por la noche el doctor Segovia emitió el siguiente parte: “En la mañana de hoy ha sido intervenido operatoriamente el diestro Ignacio Sánchez Mejías que sufre una herida por asta de toro en la cara interna, tercio superior, del muslo derecho, pasa por debajo del lecho de los vasos femorales superficiales, comprendiendo las arcadas vasculares de la femoral profunda y alcanza la piel de la región externa y superior del muslo. Debido a la extensa hemorragia y a los grandes destrozos musculares, son de temer complicaciones infectivas graves. Esta tarde le ha sido practicada una transfusión sanguínea. Temperatura, 39. pulso 110”. A las nueve cuarenta y cinco de la mañana siguiente, Ignacio Sánchez Mejías, tras una larga agonía en compañía de los suyos dejó de existir.

Ignacio Sánchez Mejías probandose un vestido en presencia de su tío «El Almendro»  y de su sastre Manfredi.

Ignacio fue presidente del Real Betis Balompié y también fue capaz de dar una conferencia sobre tauromaquia en la Universidad de Columbia en Nueva York, jugador de polo, promotor fallido de un aeropuerto en Sevilla y presidente de la Cruz Roja, éstas fueron otras de sus múltiples actividades y mecenazgo.

Su muerte dio lugar a que sobre su figura escribiesen magníficos versos, muchos de los componentes de aquella generación de poetas que él contribuyó a crear. Su gran amigo Federico García Lorca quiso inmortalizar este momento escribiendo emocionado por la desaparición de su gran amigo su famoso:

“Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”.-

A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana

a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida

a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y solo muerte

a las cinco de la tarde….

La elegía de Federico a Ignacio es un auténtico e insuperable canto a la muerte en los ruedos. Hay mucha emoción en sus versos, más cariño que admiración porque García Lorca no era precisamente un gran aficionado a los toros, pero comprendió la grandeza del toreo a través de Ignacio Sánchez Mejías.

José Ignacio Sánchez Mejías.-

José Ignacio Sánchez Mejías hijo del matador de toros del mismo nombre, en una imagen de novilleros, junto a Juanito Belmonte Campoy.

Gitano de pura cepa. Nacido en Sevilla el 9 de octubre del 1917. Hijo del gran matador de toros, Ignacio Sánchez Mejías y de Dolores Gómez Ortega, hermana de los “Gallo», Rafael, Fernando y José. Desde que ve la luz se encuentra en un ambiente taurino, culto y literario. En su decisión de hacerse torero, el joven José Ignacio, no encuentra obstáculo alguno, pues sus relaciones con todas las gentes del toro son magníficas. Dos años después de la tragedia de Manzanares, cumplidos los 19 años, forma pareja con Juan Belmonte Campoy, (hijo de el “Pasmo de Triana”), lástima que su carrera torera sufriera un parón por la Guerra Civil. Corre el calendario del 1936, por el mes de julio la vida queda interrumpida.

 

En el ruedo hispano está el toro de la guerra, toro difícil de lidiar por su embestida brutal, con divisa de sangre y pólvora. Pasados los primeros momentos de la contienda incivil, José Ignacio Sánchez Mejías, logra torear festivales, novilladas, y de esta manera va haciéndose torero. Pone genio y voluntad a cuánto realiza a los bureles con plasticidad y armonía, aunque muy justito de valor, ha de dominar su miedo. Fácil y espectacular banderillero, siempre suele buscar con los palos al sesgo, citando desde el estribo de la barrera.

Acabada la confrontación entre hermanos, continúan toreando la pareja de novilleros sin llegar a presentarse en Madrid, separándose poco después por tomar Juanito Belmonte la alternativa.

José Ignacio acompañado de un aficionado y de Belmonte Campoy.

José Ignacio tomó la suya dos años más tarde en Sevilla, el 13 de abril de 1941. Se la dio Pepe “Bienvenida”, con Pascual Márquez de testigo y siendo los toros de don Francisco Chica. El toro del ritual tenía de nombre Tahonero. Era negro zaino y llevaba el número 33 marcado en los costillares.

La confirma, en Madrid el 22 de mayo de 1941 de manos de Marcial Lalanda ante el diestro de San Bernardo, Pepe Luís Vázquez y los toros los pone don Alipio Pérez Tabernero. El primero de su lote y de la ceremonia atiende por el nombre de “Cucharero”, es negro y está marcado con el número 42. Ésta salida al ruedo madrileño pone en evidencia su nervioso y desigual valor, demostrando que está en el toreo, más por tradición familiar que por otro motivo. Su última corrida la torea en Madrid el 2 de mayo de 1943, en la que se lidian toros de don Francisco Chica, alternando con “Cagancho” y Paco Casado. Hecho torero a la fuerza, sin lograr superar el miedo, que vence cada día cómo puede, el tiempo ahoga en un mar de agonía su sueño de ilusiones, si las tuvo alguna vez. Retirado de los ruedos en 1944, decide dedicarse a los negocios taurinos, como medio de vida.

En  los viajes muestra siempre prisa por llegar a punto del destino, y en el obligado alto en el camino que se hace para reponer fuerzas, habitualmente pide para comer un huevo frito.

Tan reiterada costumbre llegó a conocimiento de toda la torería andante, y se quedó con el mote de “Huevo frito”. Cuando rompe a torear Jaime Ostos, es su apoderado. Después gestiona los destinos toreros de Victoriano Cuevas Roger, “Valencia”, Pedro Martínez “Pedrés”, Curro Romero y Antonio Chenel “Antoñete”. Apoderando a éste torero, falleció en Lima, víctima de un infarto de miocardio, el día 2 de noviembre de 1966. Su cadáver trasladado a Sevilla, recibió sepultura en el mausoleo del cementerio San Fernando, para el que Mariano Benlliure esculpió un hermoso grupo escultórico en bronce, donde reposan los restos de su tío José Gómez “Joselito” y de su padre Ignacio Sánchez Mejías.

Con el camino hecho

sin hato, ni ambiciones,

anduviste corto trecho

ahogando tus Ilusiones.

Sin vencer los miedos

estabas “convencio»

que pa’ ser torero

no vale solo, el “apellío”.

Antonio Rodríguez Salido

 

Continuará…

Antonio Rodríguez Salido

Compositor y letrista

Escalera del Éxito 176

José Luis Cuevas

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254