De larga estirpe de artistas gitanos, Joaquín Rodríguez Ortega, nació en la célebre calle Evangelista, del sevillano barrio de Triana, el 17 de febrero de 1903. Hijo primogénito de Joaquín Rodríguez Vargas, herrero de profesión, y de Amparo Ortega Bermúdez, y nieto de un notable cantaor de flamenco del que heredó su apodo; de ahí que no llegara al mundo del toro en un esfuerzo por huir del hambre y la miseria como tantos maletillas de su tiempo.

De churumbel soñaba con ser torero, mientras crecía y amontonaba primaveras. Su primera andadura taurina no es un camino de rosas, es un aprendizaje duro. Durante bastante tiempo rueda por cercados y capeas pueblerinas, plazas de carros y de talanqueras. Al cumplir la edad de los quince años el joven Joaquín, ve cumplidas sus ilusiones de adolescente, al tener la oportunidad de estoquear su primera vaquilla. Mientras espera otra oportunidad, juega al toro en la Cava de su barrio trianero, con su primo “el brujo de la verónica”, “Curro Puya” “Gitanillo de Triana I”.

«Cagancho», lanceando a pies juntos.

Con veinte primaveras, debuta vestido de luces en la localidad gaditana de San Fernando para enfrentarse a un novillo de Bohórquez alternando con Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma», con tan mala fortuna que el novillo se lo encierran. Un año más tarde, hace su presentación en la Maestranza sevillana, en una novillada nocturna. Era la noche del 26 de julio de 1924.

«Cagancho», toreando a la verónica por el lado derecho.

Con novillos del Marqués de Salas actúan los noveles Manuel Hiruelo, Enrique Arévalo Montes, Joaquín Rodríguez “Cagancho», Eduardo Pérez “Niño de la Venta», José Reyes “Pedrillo» y Antonio Rodríguez Pérez “Rodrigo». Las dos notas destacables fueron la mansedumbre de los novillos y el arte sorprendente del gitano “Cagancho». Cuando el toreo sentimental brota desnudo, como en esa noche en el albero maestrante, por obra y gracia del joven Joaquín Rodríguez “Cagancho», aunque no cortara orejas, la compensación le llega pronto, pues fue contratado para la novillada de la tarde del domingo siguiente.

 

Un pase por alto a pies juntos del diestro gitano «Cagancho».

Sin desvanecer en el empeño, continúa conquistando plazas de Andalucía y, en 1925, debuta en Valencia con tal éxito, que suma su buena docena de novilladas y ya en 1926 comienza a manifestarse sus desigualdades, mezcladas con triunfos clamorosos y fracasos rotundos.

 

Provocando la embestida con la vista en el tendido.

El 27 de junio tiene en Zaragoza una tarde verdaderamente desdichada; pero al presentarse el 4 de julio de éste último año en Barcelona, arma tal alboroto en el sexto novillo de Sánchez Rico, que sorprende a la afición de la Ciudad Condal llenándola de entusiasmo al lancear de capote y con las manos bajas, algo por entonces en desuso. Con su exquisita elegancia, asentados sus riñones, giro suave y lento de cintura, acompasando los rítmicos, largos y parsimoniosos muletazos, hacen que el público vibre y se eleve del asiento.

Ese aldabonazo repercute en todo el ámbito taurino, y comienzan a abrírsele las puertas de la gloria torera. Le repiten en aquel mismo ruedo el 25 de julio y el uno de agosto. El 8 de mayo de 1927 torea en Toledo con Marcial Lalanda Antonio Márquez. La musa del genio le inspira, don Gregorio Corrochano, le ha relacionado en su crónica de ABC con “La talla del Montañés”. (Juan Martín Montañés 1568-1649 escultor-arquitecto español, uno de los más renombrados imagineros de este país).

Corrochano escribe: “El gitano negro va vestido de blanco. Pausadamente como un fantasma, se acerca al toro. Con el palillo de la muleta y la espada hace una cruz y así se presenta a la multitud este hombre seco como un cartujo, del color de la madera que eligiera para sus tallas, el Montañés. Pasa el toro sin que el leño se mueva y hay en el tendido ruido de apoteosis. La izquierda mano, huesuda o leñosa, asoma obscura por la manga blanca salpicada de oro…” Y añade: “Aquella mano del montañés larga, leñosa, que asoma a oscuras por la manga blanca salpicada de oro, hace unas cosas de torero… de un sabor torero que empalaga.” Termina su historia-crónica, diciendo: “Yo creo que “Cagancho” no sabe torear; pero cuándo torea…. sentí un escalofrío que, hasta me crucé el abrigo”.

No demora consolidar en Madrid el éxito de provincias, pisando el ruedo del coso de la carretera de Aragón, el día 5 de agosto de 1926, acompañado de su primo Francisco Vega de los Reyes “Curro Puya» y Enrique Torres, para lidiar novillos de Villamarta. Vuelve “Cagancho», de nuevo el día 10 de septiembre al ruedo de Madrid. El novillo en su embestida descompuesta se lleva por delante al torero calé hiriéndole gravemente. La trayectoria de una temporada triunfal quedaba cortada en flor.

Alternativa de «Cagancho», de manos de Rafael «El Gallo», en Murcia.

Repuesto del percance toma la alternativa el 9 de abril de 1927, en Murcia, de manos de Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, que le cede la muerte del toro “Orejillo» de Carmen de Federico ante la presencia de “Chicuelo”. Mala tarde la de su doctorado. “La actuación de “Cagancho», escribe Don Diquela en el Liberal de Murcia, fue algo tan deplorable que no hay adjetivo en nuestra rica habla castellana que pueda calificarlo». El 16 de junio de aquel 1927, (festividad del Corpus) “Cagancho», obtiene un clamoroso triunfo en la plaza de Toledo con un toro salinero de nombre Rondeño, del Marqués de Guadalét, bravo, noble, al que premiaron con la vuelta al ruedo en el arrastre. En el cartel: Don Antonio Cañero; “ El Gallo», “Rayito” y “Cagancho». Orejas, rabo y el delirio…

El 22 de junio confirma su alternativa en Madrid de manos de “Valencia II”, que le cede la muerte del toro Naranjito de María Montalvo, actuando de testigo Marcial Lalanda. Y el 25 de agosto en Almagro alternando con Antonio Márquez y “Rayito”, da un espectáculo lamentable al estoquear el sexto toro, grande y bien armado, de Antonio Pérez. Apenas salta al ruedo, el miedo se adueña de los toreros. “Cagancho», huye preso de pavor entre las protestas del público. Mal picado y peor banderillero pasa el toro a manos de diestro gitano. Este huye del toro, clava la espada en zonas prohibidísimas, producto de un miedo horroroso. Tras sonar el primer aviso, “Cagancho», harto de pinchar, salta la barrera e intenta marcharse. “Rayito” descabella y “Cagancho», es conducido a la cárcel en medio de una bronca inenarrable. Este episodio ha llegado hasta nuestros días convertido en dicho popular: “quedar como “Cagancho» en Almagro”.

 En Caravaca (Murcia), había hecho lo mismo o peor. Allí toreó el primero de mayo y fue tan extraordinario su fracaso que se hundió en el cieno. Esa tarde “Cagancho”, acribilló a sus dos toros del Duque de Braganza, en medio de un escándalo inmenso, dando lugar a que la presidencia le enviara los tres avisos en sus dos toros. Al no haber cabestros en la plaza para conducir a los cornúpetas a los corrales, hubo de esperar a que murieran en el ruedo.

 

Una noche en la feria con Rafael Vega de los Reyes «Gitanillo de Triana».

Continua la mala racha. Lo contratan para torear en la feria del Pilar de Zaragoza. El 17 de octubre hace el paseíllo con Antonio Márquez y “Gitanillo de Triana». Los toros son de Concha y Sierra. Los aficionados esperan que con suerte, haya desquite, pero ¡que va! “Cagancho» está fatal. En el quinto oye otra vez los tres avisos reglamentarios y el sonido de los cencerros. El calé pasa a la enfermería, pero al certificar el doctor Pérez Serrano, que no está lastimado, el presidente suspende la lidia, obligándole a salir al ruedo. Anochecido ya, “Cagancho» abandona la enfermería de la plaza vestido de paisano en un automóvil, derechito a la estación para coger un tren.

Fue a raíz de este suceso cuando el dibujante Teixis publicó en “La Voz de Aragón», una caricatura que representaba un ratón dentro de una cárcel, consultando un reloj y comentando con extrañeza: ¡“Las ocho, y “Cagancho» sin venir»! Y es que “Cagancho” era… “Cagancho”, un lidiador desconcertante, un día fracasa en Zaragoza y dos días después vuelve loca a toda Barcelona. Cuando venían mal dadas, no le gustaba el toro o simplemente el frasco de las esencias taurómacas estaba herméticamente cerrado, raro era que no durmiese esa noche en la “trena». No podía disimular y, entonces, las almohadillas volaban por encima de su cabeza… los amores se convertian en odio y hasta le sacaban coplas como ésta: “A las puertas de la cárcel no me vengas a cantar, que Cagancho está durmiendo y lo vas a despertar”.

Joaquín Rodríguez “Cagancho», “el gitano de los ojos verdes» va a México, capital, el 27 de diciembre de 1931, en corrida a beneficio de la Asociación de la Prensa. El cartel: “Cagancho”, Vicente Barrera, Fernando Espinosa “Armilla Chico” Alberto Balderas, más ocho toros de Zotoluca, con el aliciente de otorgar la “Medalla del Arte» y la “Medalla del Valor», al diestro que más y mejor justifiquen éstas características.

 

Monumental pase por alto a dos manos de «Cagancho», ante la pavorosa embestida del toro.

El lector ya se puede figurar de los cuatro espadas quien fue el ganador de la “Medalla del Arte»…“Cagancho”, torero de inspiración, que hizo enloquecer al público que llenaba por completo la plaza del Toreo, con una faena al quinto toro de la tarde, tocada por el dedo de la gracia, tan sublime y pródiga en bellezas que luego de pinchar una vez y dejar un volapié de perfecta ejecución se produjo el delirio. Le concedieron las orejas y el rabo y por unanimidad el citado galardón. La otra “Medalla del Valor” le fue otorgada al otro torero español, como no, a Vicente Barrera.


Cartel de la célebre corrida de Almagro, que derivó en símbolo de un fracaso absoluto.

“Cagancho» en México, se convirtió en un ídolo y desató auténticas locuras. Halló toros más propicios a sus innatas condiciones, ideales a la majestuosidad de su toreo. El torero calé necesitaba para hacer su toreo, toros lentos, suaves, pastueños y de buen estilo. Un toro, en ocasiones, especial para él.

Alejado de los ruedos Joaquín Rodríguez Ortega “Cagancho”, vivió tranquilo en el país azteca, lidiando el toro del recuerdo… su Sevilla, la Plaza de la Maestranza, Triana y la Virgen de la Esperanza…

«Cagancho», otorgándole la alternativa  al joven Julio Aparicio en Valencia.

Achacoso, abatido por el peso de los años, la noche de San Silvestre cuando alboreaba el 1 de enero 1984, quedó tronchada la airosa figura de un torero de leyenda. Un cáncer de pulmón a sus 80 años de edad hizo que entregara su alma buena a Dios.

Joaquín Rodríguez Ortega «Cagancho», dejándose cortar la coleta, por un amigo.

Joaquín Vidal del periódico El País dejó escrito:

“Tenía esa elegancia peculiar que es patrimonio de los toreros gitanos, y aún no de todos. Pero luego vendría la sorpresa. Ocurrió en el cuarto toro, cuando se abrió de capa y dibujó unos majestuosos lances a la verónica que alborotaron el tendido, hicieron llorar a los abueletes, asombraron a las jóvenes promociones, y dieron tema de conversación a los aficionados de cualquier edad para toda la temporada adelante y muchas más…

Y el poeta José Carlos Luna lo despide con el poema:

“¡Cagancho de las marismas

canta lo que bien te venga…

que entre la tierra y el cielo llanos y cimas

alguno habrá que te entienda!”.

 José Rodríguez Sánchez “Cagancho» (Hijo)

Poco o casi nada, diría yo, se ha escrito de este torero, hijo del genial Joaquín Rodríguez Ortega “Cagancho», que había nacido en Sevilla el 5 de junio de 1927, e irrumpe en los ruedos de manera silenciosa sin causar impresión, y sin ninguna fuerza comunicativa, cuando su progenitor ya vivía su otoño torero.

Transmitía poco, como se dice ahora. A «Cagancho” hijo, le faltó impulsos de “valor y arte» para interesar a los aficionados y hacerles vibrar, a semejanza de lo mucho que hizo su padre. En el 1943, en una fiesta de su colegio, mata su primer becerro. Y ese mismo año, el 8 de septiembre, en la plaza de toros de Ronda, viste por primera vez el traje de luces, alternando con Cayetano Ordóñez Araujo “Niño de la Palma» (hijo), y Pepín Martín Vázquez.

Banderillas yertas

Hace la presentación en Madrid, el 15 de agosto del año 1946, lidiando astados de don Manuel y don Ildefonso Marañón y le acompañan Luciano Cobaleda y el mexicano José Antonio Mora “Chato Mora», debutante también esa tarde. Cortito de personalidad y escaso del arte que sí tenía su progenitor, le faltó decisión, para alcanzar cotas más elevadas para interesar a los públicos. Se quedó, ni blanco ni negro, mitad y mitad… fiti-fiti.

 

Dibujando el toreo

 

En 1955, busca nuevos caminos, y como hizo su padre decide marcharse a México. Allí tampoco logra alcanzar el éxito y a la vuelta, el 24 de julio de 1960, toma la alternativa en la plaza de San Feliu de Guixols (Gerona), de manos de Antonio Ordóñez Araujo, testificando el diestro sevillano, Manuel Jiménez “Chicuelo» (hijo), con toros de la ganadería de don Abdón Alonso. Por falta de contratos, de nuevo vuelve a tierras aztecas; donde torea algunas corridas por los Estados. Hasta que el 2 de septiembre 1965 después de actuar en Nogales, junto a “Chano Ramos”, deja de torear más en México, donde se queda a vivir definitivamente.

Continuará…

 Antonio Rodríguez Salido

Compositor y letrista

Escalera del Éxito 176

José Luis Cuevas 

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254