Fue el pasado octubre 15 cuando se cumplieron 32 años de que falleciera el valiente matador de toros Antonio Velázquez, esto debido a un accidente al caer de la azotea de su domicilio, caso que se puede apreciar nada tuvo que ver con el valor que este torero desarrolló enfrente de los toros.

 

Antonio Velázquez nació en León Guanajuato, México, un 14 de diciembre de 1920 y se inició en la profesión taurina como peón de brega en la cuadrilla de Luis Castro, “El Soldado”, para después pasar a las filas de la novillería donde destacó hasta llegar a la alternativa a manos del maestro de Saltillo, Fermín Espinosa, quien le cediera al toro Andaluz, de Pateje,  siendo testigo de la ceremonia Silverio Pérez.

 

Debido al enorme valor que poseía Antonio para enfrentarse a los cornúpetas, recibió varias cornadas  pero aun así logró colocarse en los primeros lugares de la torería mexicana.

 

Antonio Velázquez viajó a España confirmando la alternativa un 4 de octubre de 1945 a manos de “El Albaicin” siendo testigo Pepín Martín Vázquez, con el toro “Fuentecillo”. Esa temporada no tuvo mucho éxito, aunque a lo largo de su vida logró sumar 50 actuaciones en la madre patria.

 

Cuando regresó a México, Antonio tuvo grandes victorias en varias plazas de la república, destacando aquella tarde en el ahora desaparecido Toreo, un 20 de marzo de 1958, en que, alternando con Ramón Tirado y Humberto Moro, el toro Escultor de Zacatepec, en el tercio final de la lidia le dio tremenda cornada, perforándole la lengua y destrozando la cavidad palatina, y fracturando tanto el maxilar como la base del cráneo. Esta tremenda cornada tuvo a Antonio Velázquez alejado de su profesión por largo tiempo, para después reaparecer en la histórica plaza Alberto Balderas de Ciudad Juárez, obteniendo una importante victoria.

 

Un nostálgico recuerdo al torero llamado “corazón de león”, Antonio Velázquez por todos los recuerdos de su valor indómito, que nos dio al convertirse una figura del toreo mexicano.